La última manía del dirigente de Ciudadanos, bastante presionado por el lobby de las empresas que tratan con las granjas de mujeres y parte del lobby gay, es querer dar contenido legal al comercio de niños y niñas y a la explotación interna de las mujeres como meros receptáculos reproductores. Los deseos de aquellos que, por elección o naturaleza, no pueden procrear quieren ser transformados en un derecho inalienable: el derecho a tener hijos por las buenas o pagando por ello. Un deseo generado por el ánimo a preservar los genes, pues caminos como la adopción podrían colmar ese deseo, y por tanto la sublimación de la raza propia como algo que es necesario conservar. “La sangre de mi sangre” como derecho frente a la imposibilidad física o electiva (solteros que no quieren casarse, por ejemplo), sin importar tener que comprar un ser humano de encargo, en condiciones humillantes para las mujeres que venden sus úteros y explotando lo más íntimo del ser humano: su mecanismo de reproducción.
Albert Rivera vuelve a las andadas con su vil ley para los vientres de alquiler. No gestación subrogada, concepto falaz y enmascarador de una explotación y el uso del cuerpo de la mujer como un receptáculo de los genes de otra persona. Un eufemismo para ocultar la realidad: alquilar un cuerpo humano con capacidad reproductiva para satisfacer el deseo de aquellas personas que lo pueden pagar. Intenta vender el dirigente de Ciudadanos que su ley habla de altruismo, pero a la vez indica que deberá haber unos pagos acordados por las partes por las molestias ocasionadas y los perjuicios de tener que llevar el encargo de otra persona. Muy postmoderno el señor Rivera además lo presenta como un avance en ¡¡¡derechos civiles!!! Que no deja de ser una boutade más del ignaro jefe de la secta naranja. Quiere hacerse con el lobby gay pudiente, porque los pobres no le interesan, y con las familias de clase alta y media-alta que están dispuestas a pagar por la compra de un niño. Los derechos en sí le importan bien poco. Y menos aún los de las mujeres que tienen que vender su útero para que otras personas cumplan su deseo de tener hijos genéticamente suyos.
Si no lo creen, sólo hay que leer lo manifestado por Rivera, el cual quiere que “las familias españolas no tengan que viajar al extranjero y gastarse tanto dinero”. Lo ve como un ahorro para aquellos que, pudiendo permitírselo, quieren comprarse un bebé genéticamente suyo y mediante la explotación de la mujer. No hay avance alguno de libertades civiles porque, aunque no lo quiera ver, lo que se produce es la cosificación de la mujer, otra vez, como mero receptáculo de semen seleccionado con el fin de generar una mercancía de lujo (bebé). Una cosificación como mero elemento reproductor, lo que no deja de ser una forma de violencia simbólica contra la propia mujer. Rivera quiere una mujer no ya objeto, sino cosa o fábrica de bebés para quienes tienen el dinero y el estómago de comprar un bebé. Además, sólo hay que ver la publicidad de las agencias de mercadeo de bebés para comprobar que si el niño llegase con algún problema (genes averiados de los compradores incluidos) no tendrán por qué hacerse cargo de él o ella, ni abonar las cantidades acordadas. Vamos que las empresas que quiere legalizar completamente Rivera llevan garantía de calidad del ser humano con el que trafican.
No son derechos civiles, no se puede comparar un deseo a conservar mediante el dinero la genética propia con la lucha de las personas de color por tener derecho al voto o a sentarse libremente en un autobús. Esto puede ser producto de la ignorancia de Rivera y su confusión de conceptos derivado de aquella. Intentan vender como un derecho lo que es un simple mercadeo y la explotación de la mujer. En principio la reproducción no es un derecho en sí sino una potencialidad humana. Negar la reproducción mediante la esterilización forzosa, como hicieron los nazis, es un atentado contra los derechos humanos sin duda. Que la naturaleza o la propia elección impidan no elimina la posibilidad de ser padres y madres ya que existe la adopción. Ahora bien el querer una pureza de raza, lo que sería una especie de eugenesia inversa, no puede considerarse un derecho pues implica negar derechos a otras personas. Principalmente el derecho a ser un ser humano, no una cosa, una vasija humana. Y no, no es altruista sino un mercado de bebés con granjas de mujeres reproductoras en Ucrania, Estados Unidos o la India. Algún famoso del colorín, sin vergüenza alguna, decía sin estupor que le “habían costado un pastón sus hijos”, que había sido una compra cara, como el que se compra un coche de alta gama.
Y no sólo no es que exista un derecho civil reproductivo sino que es un mecanismo más de la explotación de clase. Son los ricos los que pueden mantener su genética mediante la explotación de la mujer en el único elemento que no se habían atrevido a invadir. Una vez que la mentalidad puritana y victoriana desaparece todo es comerciable, el vientre de una mujer o el riñón de un señor pobre para beneficio de los que son pudientes. La clase pobre como fábrica de reproducción de la genética de los ricos. Lo que quiere Rivera es utilizar el Estado para que esas relaciones sociales de reproducción genética sean legales. O lo que es lo mismo legalizar la explotación de las mujeres de clase trabajadora para satisfacer los deseos de potentados que quieren un bebé exclusivo, como si fuese un bolso de Gucci por ejemplo. No le vale con un Ferrari, ahora el machismo quiere hijos exclusivos. Y como el lobby gay es sumamente fuerte Rivera se baja los pantalones y deja la puerta abierta a que su hija, cuando crezca claro, sea considerada como una vasija reproductora. Una mera fábrica de bebés para personas que pueden permitírselo. Porque los pobres, la clase trabajadora no pueden ni podrán reproducirse aunque la naturaleza les haya negado esa capacidad o lo hayan decidido voluntariamente. Rivera demuestra que su lucha contra la violencia que oprime a las mujeres es falsa, porque las quiere oprimidas y violentadas en favor de la raza pura del dinero. Decía Karl Marx que “la desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas”. Los bebés dejan de ser humanos para ser un valor de uso y las mujeres que los reproducen cosas reproductoras.