He terminado esta semana de leer Ejecutoria, el último libro de Enrique García-Máiquez (publicado por CEU Ediciones), sobre la nobleza de espíritu, esa hidalguía propia de los españoles que se está perdiendo irremisiblemente y que el autor desea recuperar. Aún no tengo claro si entrevistaré a Enrique o haré reseña, ya se verá, pero no me quedaba otra que, imbuido por el espíritu del libro, escribir sobre Rubén Uría, el nuevo gilista para los gatafloristas, cabreados permanentes y demás personas amargadas que caminan por este tránsito a una vida mejor. No los críticos, que son otro tipo de seres.

Toda la vida los aficionados del Atlético de Madrid han tenido cierta envidia sana a los equipos que tenían algún tipo de medio de comunicación propio. Un mísero canal de YouTube en el que ver los partidos del filial o algunos del femenino. Como sucede con los aficionados de los “otros 18” los rojiblancos tienen que aguantar el nacionalmadridismo de los medios de comunicación habituales, deportivos o no —por cierto, ¿en cuántos medios hay publicidad de ACS o de Clece?—, el desprecio constante por su equipo —se le sigue calificando de ultradefensivo a día de hoy, como he contado aquí— o la simple opacidad a todo lo que haga el Atleti. Algo que al gilcerezismo le ha venido muy bien y por eso no han protestado, aunque sí han hecho de las suyas entre los periodistas que cubren la información rojiblanca.

En estas, aprovechando el tirón de algunas plataformas digitales, algunos, muy pocos, se han atrevido a dar un paso adelante y hacer sus propios programas. Los podcasts de Aplasta Arteche, El Contubernio (no recuerdo si es podcast o videolocura) y muchos que me dejo; los programas en YouTube y Twitch, con más ganas que profesionalidad. No es culpa suya pues no son periodistas y en muchas ocasiones les falta esa experiencia de años. Cumplen con la función social de tener espacios rojiblancos y que los aficionados puedan disfrutar del cabreo o la alegría del momento.

Rubén Uría, conocido en los tiempos antiguos como “Hacha”, se mojó con un programa diario en Twitch y YouTube. Con sus años de experiencia radiotelevisiva en el periodismo deportivo, se lanzó a una aventura que, no hay que engañarse, tenía pinta de poder ser un fracaso. Sin embargo, a base de esfuerzo, tesón y buena información ha ido haciéndose un hueco en la parrilla mediática, sin ser una cosa de millones, y este verano está logrando lo que muy pocos hacen, ofrecer información veraz y no especulaciones. Además, en su Canal Uría da entrada a periodistas y aficionados para debatir sobre la actualidad rojiblanca o los desnudos de un señor de Murcia.

No se sabe si por rabia, envidia o estupidez humana se han dedicado todo el mercado de fichajes a calificarle de gilista y de blanqueador de Miguel Ángel Gil. Por no dar espacio a aquellos que siendo onanistas profesionales, el día que aquello se eleva, o amargados de la vida que se dedican al insulto escondido, porque de dar la cara igual se la ponían mirando hacia el otro lado. Y sí, es gilista. Muy mucho. Por eso nos prohíbe que no hablemos de las giladas —algo que he hecho sin veto alguno—; por eso no dice nunca que los fichajes se han hecho tarde; por eso, hasta el momento, no ha fallado con la información que ha ofrecido; por eso en su programa se habla del deseo, casi lúbrico, de que todo esto sea para una venta rápida; por eso, reconoce que, al fin, después de tantos años, se han hecho las cosas medianamente bien —echar a los que estaban molestando (como el senderista, al que ha defendido) y trayendo a gente decente y no rodillas raras—.

Cualquier atlético, por mucho que le joda, reconoce esto último. Cualquiera sale desnudo a correr por la calle viendo que la policía de los fichajes del nacionalmadridismo está intentando reventar, mediáticamente, cada fichaje que se hace. ¿No han escuchado a unos cuántos decir que no se podía inscribir a Julián Álvarez y que había que vender al primero que pasaba por la puerta? En el canal se ha contado que en La Liga jamás han puesto problemas de ese tipo, sí de exceso de fichas (lo que es evidente y se puede arreglar bajando a alguno al filial), pero desde el nacionalmadridismo se insistía en ello y ayer ya estaba inscrito el jugador. Don Jesús ha contado las cuentas y las deudas.

¿Todo esto es gilismo? ¿Todo esto es mentir? Si no hiciesen caso a esos adalides del Twitter, del país de la bota especialmente, y sí a quienes están cerca de las fuentes de información veraz, que además no hacen caja con ello, ni pasan facturas con IVA, igual podrían admitir que no es gilismo sino información. El problema es que llevan muchísimos años creyendo a los Teleñecos de la Noche (por aquello de la mano directora), al nacionalmadridismo, a los druidas de las ondas y en cuanto reciben una información veraz y trabajada les huele a gilismo. Igual lo mejor es ir a un balneario para limpiar el cerebro intoxicado y tóxico. Y el problema no es solo con Rubén, que lo ha pasado mal para lanzar el canal, sino que se extiende Patri, Javi, Walter, Hugo, Medina, Picu, Sergio o cualquier otro periodista. Cierto que muchas veces están con la soga al cuello, pero ¿insultar?, ¿llamar gilista?

Hidalguía no tienen, seguramente serán de los que delaten a compañeros de trabajo, de los que estaban en el balcón durante la pandemia controlando, pero se puede ver un programa y ser crítico (a Rubén le meto palos por whatsapp), pero dedicarse en los foros de esas plataformas a estar insultando todos los días, ¿no es algo enfermizo? Como nobleza obliga, y cuando haga falta se criticará, quiero pedir a todo el mundo que dejen de insultar, de ver la vida de forma completamente agonística… critiquen sí, pero con hidalguía, con argumentos, con cerebro. Y sí Gil y Cerezo fuera.

Post Scriptum. Me canso de decirle que no salga de blanco porque de ese color ni el orujo.

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