No hay nada como desconocer la historia y ser lo suficientemente ignorante para envalentonarse. Eso le ha pasado a Pedro Sánchez y sus celebraciones del quincuagésimo aniversario de la muerte de Francisco Franco… en la cama. Sí, ya se sabe que todo es un plan para la reescritura de la historia, pero ¿qué historia es la que se pretende reescribir, el franquismo como régimen, la transición como mecanismo o la historia del propio PSOE?
Si es el franquismo nada hay que historiar que no se haya hecho ya. Tanto con sus cosas buenas como con sus cosas malas, esencialmente que fue un régimen dictatorial con todo lo que eso conlleva. Lo sabe cualquiera que haya pasado, aunque sea haciendo el lila, por cualquier instituto español. Se ha historiado de arriba a abajo, de oriente a occidente y de dentro a afuera. Cualquiera que desee conocer qué fue el franquismo y quién fue Francisco Franco tiene todos los instrumentos necesarios a su alcance. Para bien o para mal. Y si hoy existe gente que pueda tener, salvo los románticos, algún tipo de querencia hacia lo que supuso aquello es más por deméritos de quienes gobiernan que por una verdadera influencia del franquismo. Siempre que un régimen democrático, o parademocrático, ha tenido problemas a lo largo de la historia la tendencia a requerir un sistema autoritario, una dictadura, se ha pensado como solución fácil y contundente. Nada nuevo para historiadores y científicos políticos.
Si lo que se quiere es deslegitimar la Transición como mecanismo para pasar de un régimen autoritario a uno democrático, tampoco hay que esforzarse mucho. Sus colegas de gobierno llevan quejándose de la transición toda la vida. Muchos de ellos porque se quedaron con cara de idiotas cuando la ciudadanía no les respaldó. Sin duda no fue el mecanismo más democrático, nadie ha negado que fuese una gestión de las élites existentes con las que llegarían a conformarse. Nadie ha puesto en duda que las potencias occidentales intervinieron todo lo que pudieron para que no cayese en manos de la órbita soviética. Nadie niega que muchos de los problemas de hoy vienen derivados de algunas cuestiones que se cerraron mal (problemas de descentralización y nacionalismos/chauvinismos varios). Tampoco se puede negar que el mecanismo fue el mejor para el contexto existente. ¿Podía haber sido más rupturista? Sí. Y se podría haber liado una que ni la del 36. Todo eso es política ficción y si no se ha reformado lo que podría hacerse es por los intereses partidistas de todos los que viven muy bien con el sistema actual.
Un PSOE desaparecido
Ahora bien si lo que quiere es agradecer a Franco lo que hizo por el PSOE, es realmente un hermoso detalle. En 1947 caía en una redada la Comisión Ejecutiva del PSOE del interior, algo que hizo alarmarse a Rodolfo Llopis (secretario general) y a Indalecio Prieto que estaba en el exilio. La caída de los compañeros y la represión sufrida hizo que toda la dirección del PSOE se trasladase al exterior-exilio y quedasen grupúsculos sueltos por distintas partes del país. Tuvieron un momento tras la II Guerra Mundial donde pactaron con los monárquicos el intentar que las fuerzas aliadas hiciesen lo posible para derrocar a Franco e instaurar una monarquía democrática (pactos de San Juan de Luz) pero al observar que el régimen se asentaba, olvidaron la estrategia y se dedicaron a esperar. Esto provocó que el PSOE en el interior fuesen grupúsculos, de tres o cuatro personas, salvo en Asturias y País Vasco. La única oposición real en España era el PCE bien movido por Federico Sánchez y algunos más.
Esos grupúsculos se mantuvieron y sus elementos tuvieron que pasar por prisión pero ya sin una gran represión pues EEUU ya había acordado con Franco cierto aperturismo económico y cultural. Luis Gómez Llorente, Miguel Boyer o Nicolás Redondo pasaron algún día detenidos o en prisión cautelar. De hecho movimientos socialistas, o no comunistas, como el FELIPE tenían más personas que el PSOE del interior. A finales de los años 1960s llegarían los sevillanos de Alfonso Guerra, Felipe González, Manuel Chaves y demás, pero no dejaban de ser cuatro y la tortilla. El régimen franquista los tenía controlados, sabía quienes eran pero, a diferencia de lo que sucedía al comienzo de los años 1960s, les dejaba hacer. Comenzaba a vislumbrarse un cambio en el horizonte español, que ya se notaba tras el Concilio Vaticano II, y los del PSOE eran muy anticomunistas.
Molestarlos pero no mucho
En 1972 la unión de vascos, sevillanos y madrileños, supuso la desunión y el impasse sin dirección en el PSOE entre los renovadores y el llopismo hasta el Congreso de Surenes de 1974. En este tiempo el régimen les tuvo controlados, a los sindicalistas les dio más palos por las huelgas, pero a los más políticos, sin dejar de molestarles de vez en cuando, se les permitía hacer lo poco que hacían. Los socialdemócratas europeos ya habían comprobado que González podía ser un buen elemento para la transición que se atisbaba y que ya estaba pactada con el futuro monarca Juan Carlos de Borbón. En algunas algaradas que provocaban, donde los hermanos Solana eran de lo más activos, se les dejaba hacer para que fuesen tomando posiciones políticas a futuro. Alguna detención, alguna hostia a la remanguillé, pero nada que ver con lo que ocurría con los comunistas.
Tras una pelea dentro de la masonería europea que hubo de sacrificar a un elemento de alta posición como Llopis, se permitió la realización del congreso de Surenes, donde los espías españoles estaban presentes para informar sobre lo que allí se pactaba y negociaba. Daba igual que saliese un PSOE más radical que el llopista, incluyendo por primera vez el marxismo en los estatutos, se sabía que aquello era un movimiento táctico, como reconocería Guerra posteriormente, y no habría que impedir a González y su alegre muchachada que comenzasen a ser verdadera alternativa. De hecho, posiblemente sin saberlo el interfecto, González comenzó a estar protegido por el propio régimen.
Salió bien la estrategia
Mientras que la Junta Democrática de España (donde estaban el PCE, el PSP de Enrique Tierno Galván, Antonio García-Trevijano, Rafael Calvo Serer y otros personajes) hubo de presentarse oficialmente en París en julio de 1974, la Plataforma de Convergencia Democrática (donde estaba el PSOE, algunos democrata-cristianos de izquierdas y pequeños partidos socialistas) se presentó el 11 de junio de 1975, con el dictador bastante pachucho pero vivo (luego se unirían en la Platajunta). González, gracias a los fondos que iban llegando desde la CIOSL y el SPD —a los cuales también enviaban fondos desde la CIA— pudo trabajarse en Madrid a los franquistas y a los embajadores de los países occidentales. Se fue haciendo conocido y, tal y como estaba previsto, fue opacando al PCE.
Murió el dictador y mientras Santiago Carrillo estaba en Francia, los jóvenes del PSOE comenzaron a moverse relativamente tranquilos bajo la dictadura. Incluso llegando a celebrar su primer congreso en España en 1976 justo a la par que se celebraba el referéndum para la reforma política. La última jugada fue cargarse cualquier atisbo de democracia cristiana pues lo que no querían, ni desde el régimen, ni desde los poderes externos era que se repitiese un modelo a la italiana con cristianos y comunistas en pelea. Adolfo Suárez les vino de perlas para diluir la parte cristiana y González para dejar a un lado al PCE. Es evidente que las capacidades personales de ambos dirigentes ayudaron a que la estrategia resultase bien. Mucho mejor que Carrillo, Manuel Fraga, Joaquín Ruíz-Giménez o Pío Cabanillas eran los dirigentes, además de estar más imbricados en los deseos reales de los españoles.
El PSOE que hoy dirige Sánchez debe mucho al franquismo y al establishment de la época. No porque González, Guerra, Gómez-Llorente o Redondo fuesen conscientes de que eran parte de una trama gestionada con el conocimiento del propio régimen, sino porque sin la ayuda prestada por debajo igual el PSOE no hubiese logrado imponerse con tanta facilidad al PCE. Ni él, ni el iluminado de José Luis Rodríguez Zapatero, que es el verdadero promotor de todas estas estupideces, serán conscientes de ello, no son muy de estudiar la historia del partido y la poca que han entendido es la filtrada por las Senectudes Socialistas que ni es historia, ni es nada. «¿Qué querrá manipular esta vez?» es la pregunta clave, porque respuestas para otras cuestiones hay.