Había bastantes dudas, en Podemos y PSOE, respecto al encaje que iban a tener dos personalidades como las que poseen Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Se sospechaba desde el lado socialdemócrata que el secretario general del Podemos intentaría actuar como una oposición dentro del Gobierno, con el consiguiente ejercicio espectacular de presentarse ante la sociedad como el “bueno” frente al entregado a la clase dominante. Se temía el personalismo de Iglesias tanto como en Podemos temían el personalismo de Sánchez, de quien pensaban que arrinconaría a la formación morada de las grandes decisiones para hacerse con todo el voto de la izquierda. Al final las dudas y sospechas parecen haber quedado diluidas por la compenetración que están mostrando entre ambos dirigentes políticos. Ni Sánchez ha convertido a Iglesias en mera apariencia, ni Iglesias se muestra como opositor al presidente del Gobierno.
Bien al contrario, aquellas personas que transitan por la Moncloa hablan de la buena sintonía que existe entre ambos dirigentes. Una buena sintonía que ha llegado a encandilar al camarlengo monclovita, Iván Redondo, quien se encuentra prendado de las capacidades políticas de Iglesias. Lo adora. Lo ama en secreto. Lo querría para él. De ahí que haya asesorado a su jefe que le incluyese en la Comisión del CNI. Una comisión en la que, para desgracia de algunos, no podrá saber y conocer lo que pasó en Gobiernos anteriores. Una comisión de la que no podrá dar cuenta de lo que allí se dice y comenta. Pero una comisión en la que, más allá del interés del ser humano como “cotilla”, se tratarán temas de importante calado a nivel informativo. Algo que parece preocupar al facherío, especialmente a Eduardo Inda, Pablo Casado o Francisco Rosell, pero que confirma las buenas relaciones entrambos. Felipe González dice no saber la relación entre la Agenda 2030 y el CNI. Ni los españoles su defensa de los intereses de EEUU en Venezuela, salvo que sea por su amistad con ciertos millonarios venezolanos. Aunque las cosas que preocupan a González en los últimos tiempos tampoco es que preocupen a los españoles en demasía. Desconectó del sentido vital de la ciudadanía española hace tiempo y no le coge el pulso. Igual porque se siente cómodo como lacayo de la clase dominante.
Hablando de González es bueno recordar que si él tuvo en Alfonso Guerra a su escudero de batallas profundas, ahora es Sánchez quien ha encontrado ese tipo de figura en Iglesias. La confianza que se ha generado y el grado de unión política activa que tienen parece un remedo de aquella. En plan postmoderno eso sí. Hasta la fecha las huestes de Podemos en redes sociales y en la misma calle están defendiendo con virulencia incluso las políticas del Gobierno. Pese a que algunas se hayan quedado cortísimas respecto a lo prometido. Juan Carlos Monedero hablaba de “comerse sapos en el Gobierno”, otros de “cabalgar contradicciones”, pero la realidad es que la coordinación entre presidente y vicepresidente segundo es total. Tanto que la figura de Carmen Calvo se va diluyendo a un ritmo asombroso. Ha quedado para la gestión administrativa del Gobierno mientras que son Sánchez e Iglesias quienes trabajan todos los aspectos discursivos. Tanto como para cambiar hasta las formas de responder a la oposición. Si se han percatado, la respuesta del miércoles de Sánchez a la oposición, recordándole a Javier Maroto que comparte residencia con una asociación de fomento de la cría del búfalo, es muy podemita. Muy guerrista también. Como lo fue la respuesta de José Luis Ábalos recordando al PP que mintieron en el 11-M o en el Yak-42. En otros tiempos habrían balbuceado una respuesta más cómoda, más soft, más blandita. Ahora se le devuelve la medicina a la oposición asalvajada.
Incluso, como hacía Guerra en sus tiempos, Iglesias no ha tenido ningún tipo de problema en reprender públicamente al ministro de Consumo, Alberto Garzón, a quien le ha aconsejado que si va a sacar algún tipo de medidas, no se quede a las puertas de lo prometido con algo tan fútil. Que el coordinador de IU iba a ser el muñeco de “pim, pam, pum” ya se comentó en estas páginas, pero Iglesias ha actuado en consonancia con lo que habla y comenta con Sánchez. No es sólo lealtad sino trabajo en equipo para beneficio de las dos fracciones en el Gobierno. Y si hace falta darle un coscorrón a Garzón, quien es más conocido por decir lo uno y lo contrario en la misma frase, se hace. No está el Gobierno para ir perdiendo el tiempo en cuestiones que se quedan cortas (si se prohibió la publicidad del tabaco, se puede hacer con la del juego), ni para que uno de sus miembros intente destacar quedándose en la nada. Seguramente Iglesias habrá advertido a Garzón de la senda que debe tomar si quiere mantenerse en el Gobierno. Y Sánchez también se lo habrá dicho. Que una cosa es que le tengan para llevarse los golpes y los chistes y otra, bien distinta, que se piense la estrella del espectáculo. Y más con la que ha liado él solo con la expulsión del Partido Feminista y que ha revuelto al colectivo feminista, no queer, contra Garzón en un momento en que no había necesidad de ello.
El único aspecto donde habrá verdaderamente roces y confrontaciones será con el ministerio de Igualdad. No está gustando a la feministas del PSOE, ni a las feministas fuera del PSOE habría que señalar, esa deriva por la postmoderna diversidad, ni esos ataques al sujeto transformador del feminismo que es la mujer, ni las reuniones con la chupipandi colgadas en las redes sociales… Ni entienden lo que se está haciendo (la jefa del Instituto de la Mujer defendiendo lo queer en redes sociales ha sido el culmen), ni quieren montar una bronca estando ambas formaciones en el Gobierno. Sí han recordado los porqués de Calvo para no ceder Igualdad a Podemos, porque iban a ser los agentes de la diversidad que disuelve a la mujer dentro de una batalla que está llena de misóginos recalcitrantes. ¿Qué es eso de calificar a la mujer como sujeto gestante o ser humano con vagina? ¿Cómo es que quieren legislar sobre los vientres de alquiler? ¿Qué es eso de hablar de trabajo sexual y no explotación sexual (cuando no directamente de trata) respecto a la prostitución? No vale la respuesta de Irene Montero (“Es algo complejo”, ese que utilizan para salirse por la tangente) a las feminista del PSOE. Ahí puede haber problemas dentro del Gobierno, más teniendo en cuenta quién está al frente del ministerio de Igualdad, y sabiendo que eso va a ser aprovechado por la derecha para dañar a la coalición. Si se fijasen en las redes de derechas, verían que las mujeres del PP (las de Ciudadanos comparten doctrina plenamente con Podemos) utilizan la polémica.
Más allá de ese punto de fricción la realidad es que la compenetración entre Sánchez e Iglesias es total y caminan de la mano juntos hacia la consecución de los objetivos que ambos imaginen por el camino. Una vez abandonados los programas electorales y el pacto de Gobierno, Iglesias y Sánchez se han unido, con el apasionado visto bueno de Redondo, en una lucha por sobrevivir y sacar adelante el Gobierno. Si en lo económico se van a seguir a pies juntillas las recomendaciones de Bruselas (que para eso es ministra de Economía Nadia Calviño, la mujer de negro de la Troika), en los demás el tándem Sánchez & Iglesias va a intentar conseguir la hegemonía en el discurso (están tan contentos de que la oposición esté enredada con Venezuela), el éxito de la unión de España (ríen al ver la irritación de la prensa de derechas) y la derrota electoral de PP-Cs. Saben que es su oportunidad y la van a aprovechar. Una vez que sus egos se han fundido en una estrategia común, ahora que se miran con cariño y respeto, ahora que tienen lo que tanto querían, justo ahora, ya pueden actuar conjuntamente en el mantenimiento del poder estatal. Y aquellos que pongan trabas, léase Garzón, pasaran a mejor vida. Que para eso tienen a Enrique Santiago (más pablista que el propio Iglesias) calentando banquillo en el Congreso y haciendo de edecán parlamentario en las preguntas (siempre pregunta por cuestiones que serán política pública en meses).