La derecha trifálica está abonada a la España de las banderas, esa España irreal que sólo está en las cabezas de los dirigentes derechistas. Esa España que parece que no come, que sólo se alimenta de banderas. Por el contrario, el presidente del Gobierno (sí aún lo es señores del trifachito), Pedro Sánchez, ha comenzado la pre-pre-campaña electoral hablando a la España real, a la España de las personas. La España que realmente interesa a los españoles y españolas habría que añadir o acotar. Más que nada para que Pablo Casado y Albert Rivera dejen de intentar que coman banderas mientras algunos, sus amigos, se llenan los bolsillos. El PSOE sale a ganar las elecciones, como ha demostrado en Mérida, para toda la ciudadanía española, no sólo la España de parte.
Así lo ha dejado bien claro el presidente al criticar la España del trifachito, una España en la que “caben solo ellos y los que piensan como ellos”. O lo que es lo mismo, la minoría frente a una amplia mayoría para la que quiere gobernar el PSOE. Un partido que, una vez más, tiene la tarea histórica de recomponer en el Estado español lo que la derecha ha destrozado. En tiempos de Felipe González fue llevar a cabo la revolución burguesa y la regeneración de España, con su integración en los organismos internacionales y la incipiente economía global. Luego vinieron los derechos de la diversidad y las mujeres con José Luis Rodríguez. Y ahora… casi es salvar a España de la disolución como Estado y como red de solidaridad, cuando menos, que pretende la clase dominante (y en esto da igual española o catalana). Sólo así cobran sentido las palabras dichas ayer en Emerita Augusta: “Tenemos que apelar mucho más allá, a la España moderada, sensata, cabal, que lo que quiere es progresar y no retroceder”. A la mayoría social.
Los derechos sociales mediante la aprobación de los Presupuestos como primera medida anunciada por Sánchez, recupera cierto regusto republicanista del PSOE que parecía haberse perdido en estos tiempos gubernamentales. O lo que es lo mismo, situar al ciudadano en el centro del debate y la política. Algo que la derecha excluye por principio pues son neoliberales, neoconservadores o neofascistas y desean un pueblo aborregado capaz de tragarse todo pero que jubiloso se abrace a la bandera, al patrioterismo cuartelero y de las JONS, que sea súbdito del poder político y económico. No es que haya hecho un discurso de republicanismo socialista, pero sí que ha sacado al cuerpo social del vasallaje que pretende la reacción. Algo que ha sentado muy mal a Rivera quien sigue con su retahíla de mentiras compradas y difundidas por los medios del establishment con profusión.
Frente al cordón sanitario que PP y Ciudadanos quieren imponer al PSOE, mientras ellos se refocilan con los neofascistas, Sánchez ya les ha avisado: “Les digo que no hay cordón sanitario que vaya a resistir la movilización de la izquierda, de la España moderada y progresista”. El secretario general del PSOE ampliando la mirada en busca de la centralidad política que desestima el trio “fa-cha-cha”. En busca de la España real que sufre y pasa hambre. La España que quiere avanzar, aunque no se sepa hacia dónde realmente, y no volver al pasado como les gustaría a Rivera y Casado. Frente al populismo reaccionario de Casado y el sistémico de Rivera, Sánchez propone políticas públicas, las que permita la Troika al menos, que ayuden a las personas. No hay una utopía de un mundo mejor, pero tampoco la distopía que ofrece la derecha trifálica.
Le habrá gustado el discurso a Guillermo Fernández Vara porque la defensa de España del presidente del Gobierno ha sido clara y contundente, aunque ofreciendo el diálogo como arma política. No es que a Sánchez le guste tratar con Quim Torra, pero es parte de sus funciones gubernamentales, especialmente, por la cantidad de catalanes que no tienen la culpa de aguantar a los secesionistas y a Inés Arrimadas, que no se sabe bien quién es peor, mientras tienen problemas más graves. Unos problemas que las banderas de unos y otros no les van a solucionar. Esta España es a la que se ha dirigido Sánchez, veremos si le escucha o hace caso de los medios cavernarios. Porque esta batalla va a ser dura, sangrienta y con un establishment abonado a las fake news, a la desinformación y al periodismo basura.