A Inés Arrimadas no le ha gustado la reunión entre el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, y el presidente de la Generalitat, Quim Torra. Ella que se ha erigido en la voz de la mitad no secesionista de Cataluña, sin serlo porque no le han votado tantos, y a día de hoy igual la votarían unos cuantos menos. El caso es que tiene dos problemas, uno el cabreo que se ha cogido por la reunión, otro la distensión lograda por la propia reunión. Lo que han hablado en Moncloa no ha sido dado a conocer aun completamente, en días sabremos mucho más que lo que ya sabemos, pero lo primordial era comenzar el diálogo para que la tensión existente en Cataluña no lleve a un enfrentamiento civil. Algo que, parece, sólo debe querer hoy en día Ciudadanos. Normal porque ya es lo único que les queda, quebrar el sistema para aparecer como salvapatrias.
Pedro Sánchez puede jactarse, en este punto, de haber hecho más por solventar el conflicto catalán que M. Rajoy en siete años de gobierno. Las reuniones con Mas o Puigdemont sólo servían para decirles que verdes las han segado y que le gustaba más el tractor que prestaba a Aitor. Algo lógico pues fue el Partido Popular el que comenzó a generar el conflicto catalán (no tanto Cataluña como problema) al denunciar ante el constitucional el Estatut que aprobaron Parlamento español, Parlament y ciudadanía catalana. Se pasó la soberanía popular por la faja del puro que estaba fumando en ese momento. Así pues, cualquier iniciativa del presidente Sánchez por avanzar en algo más que lo hecho por el PP, con el innegable fracaso de la operación Soraya-Diálogo, es bienvenida. Especialmente si conduce a rebajar la tensión.
Gracias al trabajo previo de Pablo Iglesias y Alberto Garzón visitando a Torra, y de Carmen Calvo dialogando con Joan Tardà constantemente, se ha podido llegar a la reunión monclovita. Según el president de la Generalitat en ella se ha hablado de los “presos políticos”, de la necesaria doble vía de diálogo y del referéndum de autodeterminación. Como era de esperar Sánchez no tiene buena opinión de un referéndum pero sí a establecer un diálogo en la comisión paritaria Gobierno-Cataluña que estaba parada desde 2011. Sí justo cuando llegó al gobierno M. Rajoy y sus huestes. Esas mismas que no denuncian cosas similares en otros estatutos de autonomía, como denominar nación a Andalucía y cosas así.
A pesar de los esfuerzos de Ciudadanos, con Arrimadas en plan completamente histérico, de acusar al gobierno de Sánchez de vender España por una legislatura, los temas monetarios, aunque presentes, no han sido el pilar básico. Saben en el PSOE bastante bien que esa fue la táctica de Soraya Sáenz de Santamaría que fracasó porque mientras Oriol Junqueras le decía que sí, que más inversiones, Puigdemont iba montando el 1 de octubre. Lección aprendida por el PSOE y sus socios Unidos Podemos. Hablar de mayor autogobierno, que habría que ver hasta qué punto se puede llegar, no es lo mismo que caer en la trampa saducea que le montaron a Soraya (sí la misma que quiere dirigir el PP). Y de autogobierno han hablado pero sin llegar a conclusiones. Como ha manifestado el propio Torra, al menos hay diálogo, aunque se sepa que el problema no se va a resolver en dos días, ni en tres. Habrá que dialogar de tú a tú para saber en qué punto se está y que pasos se pueden dar. Aunque Sánchez tiene claro que no habrá referéndum.
Que los tuits del presidente del Gobierno, en su cuenta personal, hayan sido en catalán (algo que no debería sorprender pues España es legalmente plurilingüe) no es más que otro gesto de acercamiento. Algo impensable en el PP, salvo en los años que Aznar habla catalán en la intimidad, o en Ciudadanos. Lo que se ha conseguido hoy, un primer paso, es el desbloqueo de numerosas comisiones mixtas, de un verdadero diálogo frente a frente, de un intento de comprensión por ambas partes. Cuestión bien distinta es que se consiga plenamente, pero sí sirve para que Torra entienda qué problemas afronta toda España, y para que Sánchez sepa qué es lo que preocupa a parte del pueblo catalán. Un diálogo para años, no tengan dudas, pero un diálogo abierto. Y en esta ocasión los secesionistas no sólo hablan con el gobierno de España, sino con gran parte de los representantes de la voluntad popular, también de Cataluña.