En un mes todas las listas electorales estarán completas. En PP y Vox, como es tradición, harán las listas desde las respectivas direcciones. Las cosas de la democracia interna no van con ellos y tampoco preocupan a sus votantes más fieles. El Artículo 6 de la Constitución española (“Su estructura interna y funcionamiento deberán ser democráticos”) no existe pese a autocatalogarse como constitucionalistas. Más quisquillosos han sido los partidos de la izquierda donde las direcciones siempre han tendido a saltarse los estatutos y los militantes a protestar y pedir más democracia.
Si en el conglomerado de podemitas, garzonistas, enriquistas, errojonistas, yolandistas, mareas bajas y demás patulea regionalista-nacionalista, va a ser gracioso ver cómo la mayoría de dirigentes van a matar por estar lo más alto posible y rascar un carguito (avance: se van a quedar con las ganas la mayoría), en el PSOE no habrá disputa alguna. Por segunda vez en la historia el señor de Moncloa y la Internacional Socialista podrá poner y quitar a quien le venga en gana porque así se lo han permitido las bases sanchistas (como se contó aquí en su momento). Enfervorecidas porque habían logrado derrotar al mal, le han dejado hacer y deshacer legalmente. Esto es, ningún sanchista se ha quejado por el establecimiento del reglamento interno del sanchismo: la verdadera constitución de la Unión de Repúblicas Sanchistas Sociolistas.
Gracias a los artículos 288 y 292, Pedro Sánchez y sus perrillos falderos de la ejecutiva pueden, con sólo razonar la decisión, quitar a quien sea de las listas y poner a los que le guste al amo y señor. Esto supone que si en una comunidad, pongamos Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page sitúa en las listas a gentes que no gusten a Sánchez, el señor podrá quitarlas y poner a las suyas. Ciertamente los barones han quedado bastante tocados y ninguno tiene las fuerzas necesarias (menos cuando en algunos lares ya están pensando en la sustitución), o debe su cargo en la oposición al sanchismo. Por ejemplo, en la Federación asturiana, por mucho que puedan seguir gobernando son sanchistas de pro y entregados a la causa… al menos en la dirección.
Los únicos casos especiales son Cataluña y Castilla-La Mancha. Con el PSC Sánchez tragará con lo que le imponga Salvador Illa pues ese es el acuerdo que existe. Con Page va a ser complicado y duro porque, salvo la ministra portavoz, el mandatario manchego no tiene intención de que le hagan las listas. La ministra se salva por una cuestión institucional, no porque haya dejado un buen legado en Ciudad Real (la dura derrota en Puertollano la perseguirá), en el resto va a apretar y será utilizando el poder que le confiere el reglamento (pergeñado por Félix Bolaños y compañía) como Sánchez pueda tener unas listas sanchistas.
No quiere el presidente del Gobierno que exista una posibilidad clara de sucesión entre los diputados del PSOE si se pierde y no quiere nadie que le diga que “con Bildu no” si se obrase el milagro y pudiese gobernar en minoría. Ni nadie que le rechiste, así en general, pues lleva muy mal las críticas por constructivas que sean. Tengan en cuenta que Sánchez, si quisiese suicidarse tan sólo tendría que subirse a su ego y tirarse. Va a hacer las listas más sanchistas posibles pues su deseo, en caso de derrota, es impedir una sucesión tranquila. Igual hasta quiere dejar a un hombre o una mujer de paja y poder mangonear desde Bruselas o desde Casteau. Pero ante todo no quiere que ciertas personas sean candidatas a la secretaría general del PSOE cuando salga huyendo.