Andan las derechas enfrascadas en sus cuitas para ver quien tiene más larga la bandera, quien inocula odio con más savoir faire, cual postula la política más salvaje, o quien se muestra como el chicho más obediente del establishment. Mientras, en la España real sigue gobernando Pedro Sánchez al que las encuestas siguen coronando como el preferido de la ciudadanía en número de apoyos. Ni las manipulaciones y sofisticaciones sociométricas de la Caverna pueden quitar ese voto directo en el que gana de sobra a sus contrincantes (hasta García-Page se encuentra cerca de la mayoría absoluta). Una pelea de machitos que se sitúa en el posibilismo de unas elecciones que parecen alejarse en el tiempo porque, en breve, van a tener que bajar a la tierra para discutir los presupuestos generales del Estado que se aprobarán el viernes en el Consejo de ministros y ministras. Ahí, en ese momento de praxis veremos qué tienen que ofrecer las derechas.
Mientras las derechas se descuartizan, el presidente del Gobierno sólo ha necesitado una entrevista para desmontar todo el espectáculo (lamentable) de las derechas. Toda esa parafernalia de dimes y diretes, cuando todo el mundo sabe que son casi lo mismo, ha sido señalada por Sánchez durante la entrevista que le realizaron en la Agencia EFE. Lo primero ha sido atizar a Albert Rivera, el adalid contra el sanchismo, al que ayer desplazó hacia la extrema derecha por mezclarse con Vox y a quien le advirtió que en las cancillerías europeas no se explican su siquiera insinuación de gobernar con el apoyo de la ultraderecha. Así, sin pensárselo dos veces, algo que habrá sido como una patada en la espinilla al dirigente de Ciudadanos, el presidente se ha comprometido a ser el representante de ese liberalismo que se está quedando huérfano y que tan necesario es para la convivencia en España (“Yo aspiro a representar, no solo a la parte socialdemócrata en nuestro país sino también a esa corriente liberal que representa tolerancia, respeto a las minorías, los derechos, las libertades y que están poniendo en cuestión determinadas formaciones con las que está pactando Ciudadanos”). No le cuesta al presidente esa representación, ni ese giro hacia el centro que ya había intentado antes, porque sabe que tiene la espalda cubierta. Sin embargo, para Rivera es quedarse seco por el único lugar que creía a salvo de los neofascistas.
También ha advertido, aunque no se sabe bien por qué lo hace, al PP de su deriva hacia el autoritarismo. Sin pensarlo mucho le ha dicho a Pablo Casado que juntarse con Vox e intentar extender el Pacto de la Vergüenza a toda España lo que hace realmente es alejarle de la posibilidad de ganar elecciones y ser útil al país. Esto no supone un problema para el PSOE, de hecho le beneficia enormemente en términos electorales, pero sí lo es para la estabilidad democrática y del país. Y ahí es donde sale el gobernante que obtiene una conciencia de la situación global del país dentro de su sistema europeo. El problema no es que Casado carezca de conciencia de Estado, es que no tiene ni conciencia de lo que está haciendo ha venido a decir el presidente hundiendo en el fango al popular.
En dos preguntas había desmontado las acciones de las derechas. El tiro de gracia se lo ha dado cuando ha afirmado que, dada la situación especial en la que se encuentra el país con esta inestabilidad política, piensa hablar y negociar también los Presupuestos Generales con Ciudadanos y PP. Quiere que sean unos presupuestos con el mayor amplio espectro de apoyos. Sabe de sobra que le van a decir que no, que ellos (las derechas) no se juntan con los rojos peligrosos, de hecho Rivera ya ha dicho sin leerlos (porque nos quiere convencer de que ve el futuro) que “son unos malos Presupuestos para España que sólo benefician a Sánchez y a los separatistas”. Y todo porque suben los impuestos a los más ricos según parece. Y los más ricos son los que mandan sobre Rivera, Casado y los neofascistas. Y por ello han sacado tres perros de presa, porque con dos veían que no les daba, desde el establishment para acabar con Sánchez y las políticas sociales. No le importa la negativa porque es consciente que, entre el común de las personas, la radicalidad acaba pagándose con el paso del tiempo. Y más cuando se tiende la mano y lo único que saben es lanzar mordiscos. Si Ciudadanos no quiere que Sánchez pacte con secesionistas sólo tiene que negociar los presupuestos. Pero como se lo prohíben desde arriba…
Ha desmontado una de tantas estupideces que la derecha emplea día a día desde los partidos y desde la Caverna. No puede indultar a quien no ha sido condenado. Más claro no se puede decir aunque Rivera no se habrá enterado o, realmente, le importa poco o nada, él tiene su discurso encaje o no con la realidad. También ha salido a defender de las infamias cavernarias y no tan cavernarias, pero igual de triperas, a Idoia Mendia: “Respeto la decisión que pueda tomar Múgica, pero si ha habido una persona que a lo largo de estos últimos años ha defendido la memoria de las víctimas y la convivencia en el País vasco es Idoia Mendia”. Un gesto hacia el interior del PSOE y de especial sensibilidad en Euskadi, que no hace sino recordar que los gestos por la convivencia siempre son buenos, cuando el PSOE ha puesto muchos muertos por el terrorismo, y cuando quienes acabaron con ETA (aunque en el PP y en Cs no se hayan enterado) fueron los socialistas. Claro que a las derechas les gustaría que siguiese habiendo muertos para justificarse y tener algo con lo que insuflar odio. Pues la política de las derechas en España se nutre principalmente no de políticas públicas sino de odio y de exclusión.
La presencia de Josep Borrell en la cabecera de la lista al Parlamento Europeo o que vaya a poner independientes en las listas (una manía de Sánchez) son noticia. Lo segundo sabe que molesta y mucho en según que circunscripciones porque se entiende como un desprecio a la militancia que se parte la cara en redes sociales, la calle, el puesto de trabajo o las reuniones familiares, pero no es nuevo. Pero la entrevista, más que nada, ha servido para que las derechas sigan en su fango del odio y del exterminio entre ellas, y para que la militancia y los votantes socialistas hayan conseguido una cantidad de datos con los que seguir en la brega contra el neofascismo y las derechas retrógradas. Una muestra más de que tienen un presidente del Gobierno que gobierna pensando en España por encima de banderías y de cuestiones particularistas. Un presidente que quiere resolver el grave problema de Cataluña de la única manera que un socialdemócrata entiende, con diálogo y por la senda de la democracia que señala el marco constitucional. Reconocer la plurinacionalidad de España, que es obvia no por deseos sino como muestra de las expresiones públicas de numerosos ciudadanos, es vital para que esto siga siendo España. Lo otro, lo que hacen las derechas es poder tener un granero de votos para cumplir las exigencias de sus amos de la clase dominante. Una diferencia que pone a cada uno en su sitio y a Sánchez hasta final de año seguro en Moncloa.