El niño no ha querido declarar. Ha puesto cara de enfurruñado, a cruzado los brazos y ha dicho “no, no y no”. El juez, que también tiene lo suyo buscando protagonismo, ha tenido que envainársela y volverse al juzgado a seguir sus pesquisas por otro lado. Tras ello, utilizando los instrumentos del Estado, no los suyos propios, Pedro Sánchez ha anunciado la interposición de una querella por prevaricación contra el juez Peinado. “¡Escándalo!” dicen los hunos; “¡Que vaya aprendiendo!” dicen los hotros. Los más comedidos entienden que el Estado de derecho está para resolver las cuitas personales. La realidad es que el trilero de la Moncloa ha vuelto a desviar la atención.
La última felonía a España y al PSOE (al menos el PSOE desde la transición) ha sido conceder esa especie de fuero económico para los catalanes. Mientras decía interponer la querella, tumbado en un chaise longue de Moncloa, se rascaba los dídimos afirmando que había logrado una nueva jugada maestra. Sabe que los medios de derechas van a entrar a tope con esa querella, analizando que no tiene fundamento (que no lo tiene), señalando que es el camino hacia una dictadura o cualquiera de las memeces que suelen publicar en las columnas de opinión. Mientras tanto la solidaridad y la igualdad territorial española se va por el desagüe.
A fin de conseguir que Salvador Illa sea presidente de Cataluña, ha pactado con ERC entregarle las llaves del dinero hacendístico. La paradoja es que será un tipo del independentista PSC el que gestionará esos recursos y no los secesionistas de ERC, pero se piensan que esto durará poco y pronto podrán poner sus sucias manos sobre el botín. Un dinero que no irá a Sanidad, Educación o Seguridad sino que se utilizará para llenar de prebendas a empresarios afines (capitalismo de amiguetes), para subvencionar a cualquier mindundi que apoye la independencia, para nutrir todos los elementos paraestatales secesionistas y, por supuesto, llenarse los bolsillos a manos llenas los políticos golpistas. Un saqueo en toda regla aprobado por el presidente del Gobierno.
Que Sánchez sea perjuro no es nada nuevo. Todo lo prometido se lo ha pasado por los dídimos en pro de su propia supervivencia y negocios. Que sea un felón tampoco extraña porque la Amnistía y las modificaciones penales están ahí. Lo que no se entiende es que, encima, se mee en la cara de los medios de comunicación y se lo compren. Como se lo compran dentro del PSOE. Excluyendo a las focas aplaudidoras, también conocidos como sugus, ¿no hay nadie que tenga la valentía de decir algo? Emiliano García-Page habla mucho; parece que Adrián Barbón también se queja; pero ¿y todos los diputados de esas regiones que se van a ver perjudicadas por el traspaso de los dineros, qué?
Ni Page, ni Barbón pueden obligar a los diputados y senadores (al menos los de elección directa) porque, tal y como están diseñados los estatutos totalitarios del PSOE, todo el poder lo ostenta Sánchez. Ahora bien, todos esos militantes que mañana no tendrán la Dependencia de sus padres o madres porque no hay dinero para la solidaridad; o que no podrán iniciar mecanismos de compensación en el campo porque se ha gastado en tonterías independentistas; o no podrán llevar a sus hijos o nietas a la guardería pública porque no hay dinero; todos esos militantes ¿qué?, ¿a luchar contra el fascismo? O tendrán la suficiente valentía para confrontar a sus diputados y senadores provinciales, en vez de pasarse el día aplaudiendo como focas.
La última felonía de Sánchez ya no es algo que parece lejano pues solo afecta a los secesionistas catalanes, no. Ahora esa felonía les afecta a ellos mismos. A esos que estarán aplaudiendo porque su dueño y señor feudal ha interpuesto una querella contra un juez sin fundamento alguno. Los diputados y senadores deberían salir con las caras rojas de sus actos provinciales y de partido, pero no pasará nada porque Sánchez ha destruido la base crítica del PSOE.