La semana pasada mostramos el correo electrónico que remitió Miguel Escrig a Emilio Saracho en el que le que «DB está positivo sobre la ampliación… lógicamente sin saber la situación». Esa comunicación interna, a la que ha tenido acceso Diario16, encierra muchas explicaciones sobre lo que ocurrió desde que Emilio Saracho accedió a la presidencia del Banco Popular.
El mail de Israel Fernández Sol a Escrig es muy revelador. En primer lugar, el directivo de Deutsche Bank (DB) le confirma que se ha celebrado una reunión del Comité de Riesgos, tal y como Escrig le había solicitado a Antonio Rodríguez Pina, presidente de DB, quien aparece en copia en el correo. Ese Comité debía tener por objeto enviar una carta de compromiso de aseguramiento de una ampliación de capital. Efectivamente, Diario16 publicó copia de una carta de oferta de aseguramiento de Deutsche Bank, en la que garantizaba 2.000 millones de euros en una ampliación de capital de 4.000 millones de euros, remitida el 5 de junio, pero que Saracho no transmitió al Consejo de Administración.
Por otro lado, el correo de Israel Fernández dice varias cosas interesantes. En primer lugar, «los inversores están positivos en relación a las probabilidades de ejecutar con éxito una ampliación de capital que disipe toda duda sobre la solvencia del Banco», a lo que añade «y hacerlo rápido». Esta afirmación final es muy concluyente. Obviamente un banco con cerca de 11.000 millones de patrimonio, con una valoración, según publicó Diario16 de, al menos, 9.300 millones en aquel momento, según Morgan Stanley, era fácil de vender a inversores que iban a entrar con un descuento feroz sobre valor en libros, superior al 80%, porque estaba cotizando en Bolsa en ese momento con un valor de capitalización bursátil de 1.300 millones.
En segundo lugar, Fernández añade otra frase trascendente, «el tono del mercado no puede ser mejor con los peers cotizando casi a 12 veces beneficios de 2.018 y en el entorno de 1.0 vez valor en libros». Por tanto, la inversión que iban a hacer quienes tomasen la ampliación de capital de 4.000 millones, que les iba a dar el control absoluto del Banco, iban a obtener un retorno inmediato, porque iban a realizar provisiones para ampliar las coberturas de los inmuebles y de los créditos inmobiliarios previsiblemente a niveles muy por encima del sector, con el efecto de que una venta rápida permitiría vender esos inmuebles y créditos inmobiliarios con un beneficio inmediato para el nuevo inversor y se quedarían con un banco con una capacidad para generar beneficios anuales del entorno de 1.000 millones de euros, que podría tener una valoración de mercado en el entorno de 12.000 millones de euros. Los suscriptores de la ampliación se hubiesen quedado el 80% del Banco y hubiesen conseguido para sí, unos 9.600 millones de los 12.000 de valor del Banco: un 140% de retorno casi inmediato.
Obviamente esa solución no era la mejor para el accionista del Banco en aquel momento, dado que lo bueno hubiese sido cumplir el Plan de Negocio, vender las participaciones no estratégicas —que posteriormente hizo Santander—, en Totalbank y Wizink y haber cerrado el proyecto Sunrise, que fueron paralizados por Saracho, De Guindos y Emma Navarro. De haberse ejecutado lo previsto en el Plan de Negocio, se hubiesen generado plusvalías de más de 700 millones de euros y capital por 1.500 millones como hemos comentado en artículos anteriores.
Sin embargo, no siendo lo mejor para el accionista del Popular, la solución de Deutsche Bank y Barclays asegurando una ampliación de capital de 4.000 millones de euros (8.000 en valor conjunto), de haber permitido retener a los accionistas sólo un 20% del capital del Banco, se habría logrado que aquellos 1.300 millones que el Banco valía en Bolsa el día de su resolución, se transformaran en 2.400 millones que hubiese llegado a valer según Deutsche Bank, un 70% más de lo que tenían. Es verdad que aplicar el Plan de Negocio era mucho más positivo para los accionistas, pero esta solución provocada por la gestión de Saracho hubiese sido mejor que el desastre final.
A pesar de todo lo anterior, Saracho, con el asesoramiento de Uría y Menéndez, decidió ocultar todas estas ofertas al Consejo de Administración para que la operación de rescate del Santander no se viera paralizada ya que, de haberlo comunicado al Consejo, como era su obligación, éste hubiese debido comunicar a la CNMV estas ofertas y, por consiguiente, se habría paralizado la cotización que, por el efecto rebote del mercado, hubiera revalorizado la acción del Popular. Saracho no podía permitir esto porque en ese caso el Santander no habría comprado por un euro ni habría tenido la coartada perfecta para ampliar capital en los 7.000 millones que precisaba para cubrir ratios que por su actividad no hubiese logrado alcanzar.