La terrible tragedia sufrida por el pueblo valenciano parece opacar todo lo demás. De la nieve errejonista tan solo queda un leve rumor. Un déjà vu sobre algo que le pasó a un político que esnifaba cocaína sobre el culo de sus amantes y ciertos supuestos abusos a algunas mujeres de su partido político. También hubo algo de una esposa que aprovechó el cargo del marido para hacer negocios y un ministro —o ¿era un diputado? Un político en cualquier caso— que tenía una sobrina que le acompañaba a actos y a la cual atendía como corresponde a una mujer así. Es lo que tiene la comunicación en la actualidad, los temas van pasando, por graves que sean, por inmorales que parezcan, hoy es todo gravísimo y mañana parece que han pasado años.
Lo mismo sucede con los gravísimos altercados que se produjeron en el Santiago Bernabéu en el encuentro entre el Real Madrid, equipo local, y el FC Barcelona, equipo visitante (por acotar que luego…), . A los jugadores racializados —¡Toma ya wokismo bien queda que me he marcado!— del equipo barcelonés se les insultó de manera racista y con carácter xenófobo —siendo españoles se entiende que el nivel del público que acude al recinto de la Castellana va muy justo—. Lo recogieron las cámaras de numerosos aficionados y, algunas de televisión, pero nadie quiso decir nada en los medios de comunicación hasta que el escándalo fue tan grande que no hubo más remedio que admitir la culpa. Eso sí, hasta que el club blanco no dijo esta boca es mía, ni dios se atrevió a exponer la situación.
También se ha conocido, aunque esto es ocultado por los medios, que se lanzaron objetos contra los jugadores blaugranas, aunque no llegaron a impactar con los jugadores (¿de qué me suena esto?) pese a casi caer encima del juez de línea. El mismo que escuchó los insultos y no se atrevió a activar el protocolo contra el racismo de La Liga. En las gradas los aficionados del FC Barcelona fueron increpados, insultados y amenazados por lo que tuvieron que abandonar el estadio o esconderse en otras ubicaciones para ver la goleada de su equipo. Además se suma, frente a la policía, las agresiones que se produjeron en el exterior pero en el perímetro del estadio.
Visto lo sucedido en otras ocasiones, lo que comúnmente se llaman precedentes, la grada del Santiago Bernabéu debería ser cerrada, el presidente del CSD, José Manuel Rodríguez Uribes, seguro que ya ha habilitado a la Comisión Antiviolencia para que actúe de oficio y sancione con rotundidad y proporcionalidad y la ministra Pilar Alegría es de esperar que siga el caso con atención. Por lo tanto, el cierre del estadio de la Castellana recibirá una fuerte y ejemplar sanción en breve. ¿O no?
Parece que no. Que los miserables políticos que cualquier español ha visto estos días llenos de fango y mierda —no por haberse puesto manos a la obra con una pala a ayudar— tan solo sancionan cuando no está implicado el equipo de Florentino Pérez y si lo está es en favor suyo. Sancionan cuando le han dado jarabe de empate fuera de casa y no sancionan cuando le han puesto la cara roja de humillación en casa. ¿Es así ministra? Javier Tebas es otro que entiende que no es el qué sino el quién lo sustancial para sancionar o no.
El racismo no tiene nada que ver en todo esto sino otras cuestiones, la principal, que nadie observe que el señor de Pío XII es culpable de un mal diseño del equipo (por eso ha comenzado la campaña contra Ancelotti) por gastarse el dinero en un estadio fallido (esto sí que es fallido y no el Estado como dicen muchos madridistas de los medios). La violencia en el deporte es algo que tampoco es para eliminar del todo como parece. Lanzar cosas a un terreno de juego solo es horroroso cuando caen cerca del canguro blanco, no cuando es al lado de un español, campeón de Europa. Pese a todo lo que sucede, aquí, no nos olvidamos.