El papa Francisco parece que va saliendo adelante. Le han desconectado de la máquina de aire, se mueve más que antes y puede departir con sus colaboradores con mayor frecuencia, aunque la infección pulmonar persiste. No está curado del todo pero parece que todavía no caminará a reunirse con el Creador. Habrá que ver cómo sale físicamente de todo esto, como se contó aquí, pero es casi seguro que volverá a tomar las riendas del sillón de san Pedro con las mismas ganas que antes. Igual no con el mismo ímpetu físico, pero que Francisco morirá con las botas puestas no se duda ya.
Pues esta recuperación tiene cabreados como monas a los sedevacantistas y a los ultras —se califica de ultra a todo aquel que penan por el papado francisquita pero no llegan al sedevacantismo, aunque desearían un papa que eliminase todo rastro y volver a Trento o a Pío XII—. Ellos que ya veían cerca el poder disponer de un cónclave en el que, con la ayuda de Elon Musk, mover fichas y colocar a «uno de los suyos» se disipa y deberá esperar a mejor momento. Porque este era el momento de disponer de unos, aunque avejentados —eso no les importaba—, candidatos concierto nombre y conocimiento de las cuitas de la Curia romana.
Sólo hay que leer los artículos de todas esas publicaciones donde se refugian para constatar la bilis que se ha quedado dentro. Han pasado de la muerte inminente y la renuncia inminente, a ver cómo se ha quedado de mal y pedirle que abandone el sillón petrino. Los mismos que se alegraban de la fortaleza de un anterior papa pese a que sus condiciones eran francamente malas, pese a funcionarle medianamente la cabeza; los mismos que se cabrearon, aunque con la boca pequeña porque querían colocar a «uno de los suyos» más suyo que el que estaba, por el abandono por incapacidad física, ahora piden la renuncia de quien, pese a estar en una condición no óptima, aguanta con buena cabeza. Los que a escondidas pedían la muerte de Francisco, hoy quieren enterrarle vivo.
Y no sólo les molesta que salga adelante sino que la toma de decisiones como romano pontífice les parece mal. El Nuncio Apostólico en España, el embajador de la Santa Sede, va a ser con toda probabilidad cambiado por otro. Monseñor Bernardito Cleopas Auza, siempre muy diplomático, se había ganado el fervor de ultras desde su llegada en 2019. Siempre dado, como buen obispo, a acoger a todos los católicos como hijos a los que guiar, se dejaba ver en numerosos actos a los que era invitado. Además, en las propuestas al papa Francisco para el nombramiento de nuevos obispos y cardenales, intentó ser ecuánime con la distribución “ideológica” de la Iglesia en España. Los que creen que deben quedarse con todos al menos han visto que no se ha dejado todo a la mano (pecaminosa o demoníaca según a quien se le pregunte) del pontífice las distintas elecciones. Sin saber quién llegará —¿se imaginan que le quita el “castigo” a monseñor Alfeed Xuereb, antiguo secretario de Benedicto XVI? ¿O a monseñor Georg Gänswein? ¿Qué dirían todos estos?—.
Nunca llueve a gusto de todos y Dios sabe lo que hace.