Después de las continuas amenazas de la cúpula podemita al presidente Pedro Sánchez, quien más y quien menos se acordará de la posibilidad de pacto con 180 diputados que se pudo haber producido en las primeras elecciones de 2019 entre PSOE y Ciudadanos. Desde luego tener un gobierno con 180 diputados detrás no es lo mismo que lo actual donde se depende de numerosos pactos y acuerdos, algunos contra natura. Pero, en un acto de política ficción, ¿sería mejor el panorama político español?
Como se ha dicho es mucho más estable un gobierno de coalición con mayoría absoluta que un gobierno de coalición sin mayoría y con pactos múltiples, todos ellos necesarios para lograr mayoría. En ese aspecto sería un gobierno mucho más estable y dinámico al no haber vetos cruzados. Ahora alguna propuesta de PSOE-PNV puede ser vetada por Podemos-Bildu, por ejemplo. Con un gobierno mayoritario sólo las diferencias entre los dos miembros de la coalición serían las dilemáticas.
La clase dominante apoyando
Si recuerdan buena parte de la clase dominante, por no decir su totalidad, pidió a Albert Rivera que aceptase pactar con Sánchez para formar un gobierno estable. Aún no se sospechaba que podía llegar una pandemia mundial, pero los poderosos tenían claro que necesitaban estabilidad para poder desarrollar sus negocios. En esa ocasión Rivera tuvo la valentía personal que no política, de resistirse a los deseos de esa clase dominante (de Ana Botín a Florentino Pérez, de Pedro J. Ramírez a Bieito Rubido, le pidieron en público y/o en privado que aceptase pactar con Sánchez). Resistencia estúpida porque él se pensaba que acabaría siendo jefe de la oposición en las siguientes elecciones y terminó yéndose como una rata del parlamento.
Se lo pidieron por las buenas, se lo exigieron por las malas y le quitaron su apoyo en unos pequeños meses, suficientes para hundirle la carrera política. Hoy, de haber aceptado sería un vicepresidente primero fardón y Falcon que se pasearía por toda Europa y parte de América como el segundo líder del liberalismo (junto a Emmanuel Macron). Los poderosos a nivel mundial, incluyendo las asociaciones vinculadas a la CIA y el movimiento sionista, le habían dado el visto bueno. Era la esperanza de Bilderberg, pero decidió más su ego que su raciocinio. Y también una banda de indocumentados, tipo Juan Carlos Girauta (que ahora mendiga columnas y espacios), que se creyeron más de lo que eran.
Sánchez hubiese aceptado encantado
Quienes se colaron en la sede de Ferraz para gritar con “Rivera no”, militantes no podían ser porque estaban en las mesas de recuento liados con las interminables candidaturas del Senado, querían una imagen que Sánchez no quiso tomar. Como dijo subido a un andamio junto a José Luis Ábalos y Adriana Lastra (quién lo diría hoy), había que esperar porque el proyecto que él encabezaba, y encabeza, puede pactar con liberales y otros grupos a la izquierda. De hecho, el propio presidente del gobierno habló con los poderosos españoles para reconocerles que por su parte no pondría ningún impedimento al pacto socialdemócrata-liberal. Es más pidió que le ayudasen a convencer al soberbio naranja.
Sánchez y su equipo eran conscientes de que un gobierno de 180 diputados aguantaría casi toda la legislatura. Las aprobaciones de los presupuestos serían directas y sin necesidad de negociaciones, salvo las clásicas concesiones a todos los grupos sobre inversiones regionales. Con el conflicto catalán candente, prefería Sánchez una solidez para tomar decisiones en una dirección u otra (recuérdese que el juicio de los secesionistas catalanes no tenía sentencia) sin nadie encima que estuviese de parte de los secesionistas. Contar con el apoyo de los poderosos, esos que han pasado para tomar un tentempié por Moncloa con asiduidad, de la Unión Europea y poder él dedicarse a las relaciones internacionales, proyectando su imagen, era algo muy atractivo y deseado. Le negaron tres veces y hubo de volver a pasar por las urnas. Ahora bien ¿cómo habrían sido las cosas?
Izquierda tribunera y dividida
En la izquierda Unidas Podemos igual no existiría tal y como es conocida actualmente. Desde luego Yolanda Díaz no estaría ni en el pensamiento de la coalición como futura candidata del supuesto Frente Amplio. Alberto Garzón habría sido laminado de la coordinación de IU a manos de Enrique Santiago y los Meyer. El cargo de ministro le ha protegido, sin él, hoy estaría el ministro de las verduras cazando gamusinos. La duda sería si Pablo Iglesias seguiría al frente de la coalición. Ejercer de tribunero demagogo es lo que más le gusta y no poder hacerlo en el gobierno acabó con él… y las elecciones madrileñas a las que llegó con salvador de la nada.
Lo que es obvio es que Unidas Podemos estarían todo el día malmetiendo contra el PSOE, los militantes socialistas, el feminismo y el peligro fascista. ¡Pedrón! Eso lo hacen estando en el gobierno. Harían lo mismo pero sin estar en el gobierno e igualmente podrían casi desaparecer en Madrid porque Isabel Díaz hubiese convocado elecciones por no fiarse de Ciudadanos. El problema es que igual Ciudadanos no hubiese desparecido y todo sería distinto. Igual hasta el hundimiento del PSOE con Ángel Gabilondo no hubiese sido tal y Más Madrid sería la fuerza relevante a la izquierda de, o la oposición a otro gobierno PSOE-Ciudadanos.
Los medios de comunicación cavernarios divididos
Lo que si es obvio es que los medios de comunicación cavernarios, esto es, todos los que están a la derecha de El País, estarían divididos en sus apoyos al gobierno. El español de Ramírez sin duda apoyaría al gobierno; El mundo no es obvio que lo hiciese, no deja de ser el BOE del PP; ABC seguiría a lo suyo, habría ganado no teniendo a Girauta de columnista; La razón y Antena 3 sin duda apoyarían al gobierno con algún pescozón, pues el grupo Planeta era uno de los impulsores del acuerdo; y más allá da igual porque no estando los suyos son salvajes. Lo que es cierto es que la fracción mediática de los medios de comunicación de derechas podrían atacar pero de forma más moderada.
La prensa de izquierdas, o que sigue las directrices de George Soros, estarían todo el día atacando al gobierno. Hablarían del sanchismo inilustrado; de traiciones a la clase trabajadora; de abandonar los derechos humanos queer; y todas esas cosas que dicen hoy con un aliado dentro del gobierno. Ahora tienen suerte porque el votante socialista les hace caso (especialmente a El Diario), pero en otras circunstancias no tendrían ni lectores casi. Vamos como ahora que tienen que sumar siete periódicos para superar ciertas cifras millonarias.
Cuñadismo en el gobierno
Que pactasen Sánchez y Rivera no quiere decir que aquello fuese una balsa de aceite. El cuñadismo naranja, que es la forma española del populismo del sistema, hubiese provocado numerosos roces. Ese Girauta, ministro de Defensa, colgándose medallas por la gestión económica. Esa Inés Arrimadas, ministra de Sanidad, diciendo que las cosas que se hacían mal bajo la pandemia eran culpa del PSOE, que ella todo lo hace bien. Y, obviamente, ese Rivera colgándose todas las medallas y paseándose por todos los platós televisivos diciendo que gracias a él el gobierno consigue todo lo bueno. Todo esto llega a cansar bastante. Pregunten a Cristina Cifuentes o a Juan Manuel Moreno. Eso sí, todos agarrados al sillón como ahora y esperando a que viniese un tiempo mejor.
A Sánchez esto no le preocuparía más de lo que aguanta hoy en día. Como está convencido que no hay una izquierda posible más que la suya, que le injuriasen desde Unidas Podemos le daría igual. El proyecto globalista, en su sector izquierda, estaría de su lado y vería cómo el resto de la izquierda se navajearía con total seguridad. Hacia dentro del partido la situación sería la misma y hacia el exterior se ganaría el aprecio de la potencia imperial.
Las derechistas peleadas
Por la derecha parece obvio que Pablo Casado no estaría ni de presidente del PP. Desde luego Vox posiblemente le habría devorado en el parlamento y en las encuestas y ya habría pedido su cambio o estaría macerándolo (como ahora pero con menos sutileza). Vox estaría echado al monte para tratar de devorar tanto a PP como a Ciudadanos. No le tendrían con la correa sujeta como sucede actualmente desde cierta fracción de la clase dominante.
Si los datos económicos fuesen como los actuales, en vez de ver una catástrofe todo se vería como una oportunidad por parte de los medios de comunicación y de ciertos lobbies poderosos. Por ello sólo les quedaría “lo cultural” o ideológico como fundamento de lucha, algo que es entretenido pero que suele movilizar intragrupo (dentro de la derecha) no intergrupos (de derecha a izquierda).
¿Sería mejor todo? Si se quita la estabilidad gubernamental, no es posible decir que sí sería mejor de forma rotunda. No se sabe cómo estaría la clase trabajadora y media en estos momentos, si las subidas de impuestos y precios les afectaría tanto como hace en la actualidad. La pandemia es posible que se hubiese llevado mejor o de otra forma respecto a las medidas (no respecto a la vacunación). El diálogo con los secesionistas seguro que no sería igual y los indultos igual no se hubiesen concedido. Tampoco otro tipo de reclamaciones regionales tendrían espacio en el consejo de ministros. La clase dominante seguro que estaría contenta. Incluso las encuestas es probable que fuesen buenas para los dos partidos gobernantes. ¿Cómo valorar esto o lo posible? Pues como siempre, según le convenga a cada uno. Seguramente muchos militantes del PSOE estarían encantados y otros pedirían, desde la disciplina, un poco de giro a la izquierda. Pero PP y Unidas Podemos seguirían igual que en la actualidad, pero con un gobierno controlando los flujos de poder hacia los aparatos ideológicos en el Estado. ¿Le gusta más a usted? ¿Le gusta menos?