Si mañana abandonara Podemos Pablo Iglesias la formación morada desparecería. A día de hoy, recalcamos a día de hoy, no se puede entender Podemos sin el madrileño a la cabeza. No es cuestión hagiográfica, ni peloteo, sino un análisis basado en hechos y análisis sobre el liderazgo. Al menos sobre el liderazgo de verdad no lo que venden comunicólogos y maestros de la confusión política, lo que no dejan de ser recetas inventadas que nada tienen que ver con lo real, lo que ha pasado a lo largo de la historia. Bajo esa perspectiva la fusión existente entre partido y líder es tal que cualquier alternativa, incluso si fuese señalada por el propio dirigente, tiene pocas posibilidades de otorgar a Podemos algo que sí tiene ahora. Un liderazgo claro y aceptado por las bases y, lo más importante, una buena cantidad de personas en el exterior.
Ahora que parece que se quiere la cabeza del bautista en bandeja de plata, no se sabe si para entregarla al establishment, para que los “traidores” puedan volver y hacer de Podemos un PSOE 3.0, o para que haya una circulación de las élites. Todo el mundo, menos el círculo cercano a Iglesias, pide su cabeza por unos malos resultados electores generales, es decir, por los suyos y por los de los demás, sin pensar o sin querer pensar que a día de hoy Iglesias es quien hace que Podemos pueda ser una “herramienta” para que el “bloque del cambio” siga teniendo un espacio político. Hablaba Espinar de la potencialidad de Podemos como ganador de elecciones a futuro y es muy factible que eso sea así, pero con Iglesias al frente de momento. Se equivocan bastante quienes pretender acabar con el dirigente morado y piensan que hoy el partido está suficientemente asentado como para no desaparecer. Como ha demostrado la traición madrileña y los resultados regionales, no hay un Podemos como marca en España. Hay, como máximo, un Podemos de Iglesias y algunas excepciones como Kichi.
Hace cuarenta años, permítannos este inciso histórico, el PSOE celebró su 28º Congreso donde el líder Felipe González quería quitarse de encima la etiqueta marxista. Después de una serie de malos resultados electorales (como ha pasado este año también hubo generales y municipales seguidas) el partido que se había entregado en cuerpo y alma al líder pedía responsabilidades y que no le quitasen su identidad. La mayoría de los que apoyaban que el marxismo siguiese como seña de identidad del PSOE ni eran marxistas en sí, pero bajo ese concepto hacían una proyección de la lucha antifranquista, de la lucha por las libertades (en asociaciones vecinales, sindicatos, etc.), de ser socialistas y cambiar el mundo. Votaron contra la voluntad de González, dimitió y la catarsis se produjo. Querían un PSOE marxista y con González rodeado de una ejecutiva plural, no el felipismo que era la forma de actuación (aquí hay que recordar las palabras del crítico Luis Gómez Llorente). Hubo un congreso extraordinario y volcados con el líder se abandonó el marxismo (aunque formalmente fue en 1981), la democracia interna y se acabó en brazos del social-liberalismo de la beautiful people (ya saben “OTAN de entrada No”, Huelga General, Guerra del Golfo, GAL, etcétera).
Algo parecido pasó en Vistalegre II, que se atacó a Iglesias por una cuestión estratégica y acabó con todo el poder en sus manos. Lo paradójico es que está llevando a cabo la estrategia que perdió pero lo que está claro es que es el líder indiscutible. Como hizo González, Iglesias ante los ataques feroces que ha venido soportando desde las cloacas, desde la caverna y desde dentro ha ido cerrando el círculo de las personas en las que confía y ejecutando purgas más por miedo que por amenaza real. Esto ha pasado en el plano interno, pero en el externo hay que reconocer que volvió y logró que Podemos no se hundiese como decían la encuestas. Lo curioso es que análisis, como el de Ramón Espinar, hablan de error al plantear la campaña desde el miedo a los neofascistas cuando fue de lo que menos habló Iglesias. Por el contrario, ya que lo hemos seguido día a día, se centró en los derechos constitucionales y en gobernar para las personas. Como dijimos en su momento había vuelto el Iglesias cabreado, el que metía miedo al establishment, pero que los medios de comunicación pusieran en la agenda el miedo a Vox no es culpa de Iglesias.
Todo esto nos lleva a una paradoja similar a la que afligió a los socialistas en 1979, se quiere un Podemos más plural, con una ejecutiva más abierta, donde se debata más sobre posicionamiento estratégico y donde la cooptación no sea uninominal. Una propuesta loable que la mayoría de inscritos e inscritas seguramente apoyarían, pero ese Podemos que se está pensando, aquí viene el hecho paradójico, no puede estar separado de Iglesias. Al menos si se quiere que Podemos siga existiendo. Visto con perspectiva de liderazgo hoy en día en Podemos no existe nadie que interna y externamente concite tanto apoyo como el madrileño. Ni Espinar, ni Kichi, ni Juan Carlos Monedero podrían sustituir hoy a Iglesias y que Podemos siguiese funcionando. Ni, incluso, Irene Montero. Y todo ello sin una estructura territorial suficiente, que es algo que parece se desestima y todo vale con un grupo de Telegram (igual por eso se ha perdido en ciertos lugares).
Si mañana existiese un Vistalegre III nadie podría quitar a Iglesias y sería peor el remedio que la enfermedad. Se saldría con más división, con la misma fractura existente y con un proyecto destrozado. Pasaría como ocurrió en 1979 en el PSOE quedaría todo el poder en el PSOE, pero con una diferencia que el ciclo electoral ahora no es propicio. González tardó casi 5 años en reconocer el pluralismo en el PSOE y acabó por alentar él mismo una facción por esa falta de democracia interna y contra el guerrismo. Podemos está a un paso de caer en el mismo error si se sigue insistiendo en convocar una Asamblea Ciudadana. En este momento hay una fuerte campaña en los medios de comunicación contra Iglesias, como hemos contado, y en la que han colaborado algunos desde la incredulidad. “Hay que acabar con Iglesias como sea” es la consigna y el motivo por el que los medios abren la puerta a cartas, manifestaciones, entrevistas y mucha televisión. ¿Habían visto a Kichi antes en televisión o difundiendo sus entrevistas en medios locales? No es culpa suya, pero bien que lo utiliza la Caverna contra Iglesias.
No hay más salida, y así lo tienen que entender los críticos, que esperar a tiempos más calmados, hablar en privado no en los medios (que cuidado que filtran cosas unos y otros), y avanzar hacia la recuperación de Podemos como herramienta de lucha contra la clase dominante. Pueden tener razón de que es mejor no entrar en el Gobierno con el PSOE, seguramente muchas inscritas e inscritos lo apoyarían; es verdad que las estructuras partidistas deben cambiar, recuperar los círculos, más pluralidad en la ejecutiva, menos dirigismo, menos purgas, más claridad en el acuerdo con IU, analizar todo con detalle, acabar ciertas lógicas sentimentales (de todo esto ha hablado Monedero, por ejemplo), pero todo ello sólo puede pasar con Iglesias como dirigente máximo. A día de hoy es él quien sostiene el entramado. Puede que sea un signo de inmadurez de la formación, pero lo que la historia ha demostrado es que cuando hay una vinculación tan fuerte entre líder y partido los cambios mejor hacerlos con toda la prudencia del mundo. A día de hoy Iglesias es el líder natural y quitarle a él es hundir Podemos. Por eso la caverna mediática tiene una campaña en su contra, porque es consciente de esa situación. Ahora los críticos que decidan qué hacer, los datos ya los tienen y no es sencillo combinar ambas tensiones estructurales.