La internacional del populismo, los emperadores del mal, los hacedores de gobiernos o los seres que aparecen en todas las teorías conspirativas. Steve Bannon y George Soros son sin lugar a dudas dos de los personajes más influyentes de la política globalizada porque, directa o indirectamente, tienen la capacidad de determinar ciertas políticas. ¿Por qué la derecha española, por ejemplo, quiere saber lo que discutieron y cuántas veces se ha visto el actual presidente del Gobierno con el magnate húngaro-estadounidense? No por lo que se hayan podido contar sino por tener argumentos para establecer algún tipo de conspiración mundial contra la patria española. Mientras tanto, eso sí, callan que Bannon está detrás de Vox y de ciertos personajes de FAES. Dos polos aparentemente opuestos que tienen la misma finalidad: el imperio absoluto y sin críticas del sistema capitalista.

Bannon y Soros, por mucho que les cuenten, al final defienden las mismas posiciones con las mismas estrategias. El primero más vinculado a la derecha populista y el segundo a los movimientos progresistas: el primero más vinculado al cristianismo, el segundo al sionismo; el primero con un cariz más autoritario, el segundo con una falsa democracia como bandera; ambos en beneficio de la clase dominante. Paradójicamente cada uno se presenta como un personaje antiestablishment. Bannon afirmó durante la campaña electoral que encumbró a Donald Trump a la Casa Blanca lo siguiente: “Los obreros, los bomberos, etc., simplemente gente normal que adoramos a Donald Trump. ¿Sabes por qué? Es el primero que le ha dicho al establishment que se vaya a la mierda”. ¿Qué es el establishment para Bannon? Los políticos que llevan años en los cargos o en chiringuitos administrativos. ¿Les suena? Vinculado con Matteo Salvini, Viktor Orban o Santiago Abascal pretende, en una táctica de gatopardismo, que cambie todo para que nada cambie. O lo que es lo mismo, que la clase dominante ejerza su poder sin ningún tipo de cortapisas políticas. Si para ello hay que implantar gobiernos autoritarios y que hagan una lucha cultural para ganar la lucha de clases, se hace.

Al contrario que Bannon, Soros, más bien su hijo Jonathan Soros que parece estar al frente de todo en realidad, se presenta como el garante de la democracia, de la Sociedad Abierta. Como antiguo alumno de Karl Popper, padre del neoliberalismo intelectual, desea que el mundo sea una constelación de sociedades abiertas, con Estados reducidos a la nada y donde el conflicto no sea económico sino cultural. Dicen las malas lenguas que está detrás del conflicto catalán por su apoyo a las huestes independentistas o que es quien ha potenciado las migraciones de África a Europa o de Centro y Sudamérica a EEUU. Teorías conspiranoicas sin probar pero que no distan de estar muy lejos de algo que parece real pues desde su fundación se habla y no se para de la diversidad, la ecología o la inmigración. En España se le sitúa como el dueño en la sombra de eldiario.es, de colaborar con Roures y de estar relacionado con el ascenso de Podemos y el apoyo casi total a Pedro Sánchez en la actualidad por parte de ciertos medios de comunicación. Ahora va a entregar 1.000 millones de euros para financiar estudios contra el autoritarismo y en pos de la democracia… liberal.

Como bien cuenta el pensador francés Christian Salmon, estamos en una época del enfrentamiento donde la palabra ha perdido toda validez a nivel político. Ahora prima la transgresión, el desdecirse sin que ello importe, la impredicibilidad y sustentar que cada uno tiene la verdad (sin verificación alguna) y debe ser impuesta. O lo que es lo mismo vivir alegremente en las aguas pantanosas del vacío discursivo y político donde todo deviene enfrentamiento y escándalo. Una sociedad del espectáculo, por recuperar a Guy Debord, donde lo espectacular salvaje es lo único que se ofrece a la audiencia. No sólo sucede en el ámbito político sino que en los deportes, los concursos o unos premios cinematográficos debe haber enfrentamiento a cara de perro. Ante el ruido comunicativo de la hiperconectividad social se responde con una hipermediatización del enfrentamiento. Sólo hay que ver los programas de Susanna Griso o Antonio Ferreras para darse cuenta que se pasa de un tema a otro desde el asombro y el escándalo perpetuo. Pues detrás de todo esta confrontación están, por activa y pasiva (como símbolos sociales), Bannon y Soros. Personajes que determinan nuestras vidas sin implicarse directamente mediante el control de medios de comunicación y acciones de ciertos partidos políticos.

Desde las dos posiciones se abandona la consideración de la persona como ente adulto para llevarle a una niñez perpetua. Como dice Witold Gombrowitz: “La cuculación es un procedimiento […] que consiste en tratar a un adulto como a un niño, en infantilizarlo”. Por eso la dirigencia internacional ha rebajado, en algunos casos por carencias propias, la calidad del lenguaje utilizado para adecuarlo a la infantilización. Por eso, aunque se mienta descaradamente, se finge que el receptor no ha entendido el mensaje por ser infantil. Incluso entre los propios políticos se hablan como si fuesen críos o adolescentes mal criados. Una especie de telerrealidad social donde Bannon y Soros son los máximos exponentes de un enfrentamiento entre dos posiciones que sirve para tener entretenido al personal. La realidad es que unos y otros ponen en cuestión al capitalismo y hacen todo lo posible para que la dirigencia política les haga caso. Dependiendo de quién obtenga más beneficios, protestará una parte u otra del tablero político. Como sucede en España con el control de ciertos medios por Florentino Pérez o Ana Botín. Unos se venden como defensores de la patria (a la que sacan todo lo que pueden y más) y otros como defensores de las cuestiones culturales (ecocapitalismo, feminismo liberal, el movimiento queer, etcétera).

Y José María Aznar manejando lo que puede.

Como ya se explicó en estas mismas páginas el ex-presidente José María Aznar tiene vínculos con Soros a través de la Fundación Concordia y comparte causas comunes como la defensa del Estado de Israel en sus acciones contra Palestina o Siria. Algo que apoya Bannon y de ahí el apoyo de asociaciones y fundaciones semitas a Vox o el PP. Pero no sólo se dedican a hacer lobby israelí sino que actúan contra Gobiernos de todo el mundo, especialmente latinoamericanos, para conseguir que reinen los intereses del capitalismo global. Quieren Estados mínimos y con apariencia democrática por todo el orbe, pero cuya base sea el capitalismo especulativo y extractor de riquezas humanas y materiales. Si Soros se presenta como un humanista, Aznar como un capitalista. Pero al final los dos están con el capitalismo como sustento de todo, el primero como pelele de los poderosos y el Imperio, el segundo como actor de la clase dominante en sí. Y si hace falta se acude a los golpes blandos para acabar con un gobierno y colocar uno afín. Y aquí aparece en escena la estrategia de Bannon.

La teoría del Golpe Blando o cómo llevarse por delante un gobierno, sin necesidad de guerra o intervención militar, y al que no se considera amigo es tan antigua como la vida humana misma. No obstante han perfeccionado sus estrategias para generar esos cambios. Atilio Borón ha hecho un buen resumen de cómo operan en ciertas ocasiones, pero básicamente, ahora que no hay guerra fría (aunque se inventen comunistas por todos lados), se trata de desestabilizar gobiernos mediante la utilización de recursos mediáticos y presiones de países amigos. ¿Han visto a EEUU, Soros, Bannon o Aznar preocupados por la irrupción de Salvini en Italia? No. Pero sí les habrán visto, a través de sus medios de comunicación y de las agencias de inteligencia que filtran datos a conveniencia, preocuparse de lo sucedido en Chile y de ahí el apagón informativo. En contrapartida nos muestran todos los días a los golpistas de Bolivia como ejemplo de demócratas. Lo que pretenden Bannon o Aznar es lo mismo, acabar con los gobiernos que no les gustan mediante la manipulación, la exageración y el enfrentamiento colectivo para provocar la caída de un Gobierno al que se acusa de todos los males, sin pruebas reales aunque sí falsificadas.

Ahora están hablando sobre la financiación de Podemos, sí otra vez, como el peligro que rodea al Gobierno español. Que si Sánchez quiere o tiene información delicada sobre Pablo Iglesias; que si una consultora vinculada a Podemos se lleva mucho dinero (hasta de Podemos según llegan a explicar en sus teorías conspirativas); y así hasta señalar que el presidente quita el helicóptero para una búsqueda. Un intento de golpe blando de manual, apoyado por agencias de inteligencia y medios de comunicación que son propicios al enfrentamiento. Si toman todas las informaciones pueden comprobar que al final se contradicen todas. El caso no es ejercer el juego democrático de toma y daca parlamentario, sino vivir en la bronca permanente y con los medios de comunicación desinformando y escandalizando todo. Y como el sistema en sí ha infantilizado a las personas hasta el punto de hacerles crédulas o sumamente incrédulas, para buscar afección o desafección, el paso a que de forma autoritaria se obtenga el poder sin percatarse está ahí. Y no es que la derecha lo haga solamente, también la izquierda se entrega a ese juego pues al final se necesita un antagonista. Esto es lo que quieren Aznar, Soros y Bannon y donde mejor se mueven para que nada cambie. Al final las personas, hastiadas de tanto escándalo, tiende a apreciar cierto comportamiento autoritario. Lo venden como una democracia, pues hay al final elecciones más o menos libres, pero en el fondo lo que se legisla es sumamente represivo.

Represivo para la transformación del sistema porque, como bien hace Vox, se dedican a cuestiones culturales o nacionalistas para que no se vea ese Estado de excepción permanente. Soros, suponiendo que haya tenido algo que ver, potencia a los secesionistas pero no para que obtengan la independencia (es algo que le da lo mismo), sino para tener a España en tensión permanente y así poder ganar adeptos y gobiernos cercanos a él. Bannon, por su parte, aparece en escena para, desde el otro lado, utilizar el sentimiento nacionalista-español y que sus adeptos alcancen una posición de privilegio político. Aznar aparece, al final del espectáculo, como muñidor de una nueva unión de la derecha, pero en una coyuntura de enfrentamiento bien distinta a la dejaba o tenía Mariano Rajoy. Unos y otros acaban teniendo beneficios económicos y políticos, mientras la pobreza crece, se expulsa del mercado de trabajo a cada vez más gente y se precariza como nunca a la clase trabajadora. Pero como están pendientes de batallas culturales sobre masturbaciones en el aula no se unen, como sucede en Francia (país donde no han podido aún meterse del todo las fuerzas del mal), para luchar por las cuestiones materiales. Soros, Bannon y Aznar se muestran como distintos pero no son más que las tres cabezas de Cerbero, el perro guardián del capitalismo. Y tienen un arma para ello: el Big Data.

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