Frédéric Lenoir ha tenido la habilidad para presentar la filosofía de Baruch Spinoza de una forma que sea comprensible para todos los públicos. Ese es el gran mérito de este ensayo sobre el pensador al que católicos, protestantes y judíos odiaban a partes iguales. Una especie de adelantado a su época, como lo presenta el autor francés, que sigue teniendo plena vigencia en la actualidad, lo cual no deja de ser significativo sobre lo poco que hemos avanzado en términos morales.
Narra Lenoir cómo avanza la vida y el pensamiento de Spinoza a lo largo del texto dejando un deseo al terminar el breve ensayo de querer conocer un poco más sobre la obra de tan curioso personaje. Racionalista, uno de los primeros, pero enfrentado en sí a René Descartes al ser mucho más mecanicista y monista. Es la razón la que permite al ser humano la libertad frente a las diversas sumisiones y determinaciones que lo rodean. De ahí que Lenoir acierte al describir la vida austera que llevó el pensador, pagándose sus costes vitales en la fabricación de lentes para telescopios. El libre albedrío no existiría realmente porque, para disgusto de los postmodernos, el ser humano está determinado por numerosas leyes naturales, la primera de ellas la propia supervivencia. Lo que no empece para ser libres mediante la razón y frente a cualquier tipo de sumisión, como la religiosa.
Precursor de la democracia más amplia posible, lo que era anatema en el siglo XVII, entendía que el Estado tenía la finalidad de hacer a todos los seres humanos libres. Realmente, como le critica Lenoir, afirmaba que los libertos deberían ser los hombres. Pensaba que las mujeres eran en cierto modo inferiores a los hombres en algunos aspectos relacionados con la cosa pública, aunque podrían llegar a igualarse con los hombres. Visto dentro de su contexto (1676) era bastante más avanzado que el resto de sus congéneres, por lo que la crítica de Lenoir parece excesiva. Si se cambia el término de hombre por ser humano se puede hacer una relectura que integre a las mujeres sin ningún tipo de problemas.
Lo sorprendente del libro es cómo Spinoza coincide con numerosas filosofías panteístas de oriente, sabiéndose que era imposible que hubiese accedido a textos indios o confucianos. Lenoir, que intenta que el ensayo sea una especie de tratado de autoayuda filosófica para la vida, recoge las similitudes de forma sucinta pero comprensible para un lector lego en la materia. Una ética que para la época en que fue escrita era revolucionaria y que hoy en día sirve de mejor camino interior y exterior a quienes se acerquen a Spinoza. Y nada mejor que comenzar con esta breve obra que puede ayudar más pensarse que a pensar a través de los demás. Aunque, todo hay que decirlo, la presentación de Spinoza que hizo en su momento Louis Althusser sigue también teniendo vigencia.
El autor: Frédéric Lenoir (Antananarivo, Madagascar, 3 de junio de 1962), filósofo y sociólogo, trabaja como investigador asociado en el Centre d´études interdisciplinaire du Fait religieux (EHESS). Participó en la dirección de la Encyclopédie des religions y recientemente ha publicado Le bouddhisme en France. Colabora en el periódico L’Express y es uno de los mejores especialistas en religión budista.