Tremendo el batacazo que ha sufrido el PSOE-A en las elecciones. Ha sumados más apoyos que el resto de formaciones políticas pero la suma de las derechas es mayor por primera vez en la historia electoral de la región. 33 diputados y diputadas socialdemócratas son pocos para el verdadero apoyo que tiene el partido en la región. 33 diputadas y diputados que pasarán a la oposición por primera vez en su vida. 33 diputados y diputadas que no han sabido leer la actualidad y se han creído que estaba todo hecho “como siempre”. Y a la cabeza de todos ellos y todas ellas Susana Díaz que no ha sido capaz asumir esa magna derrota. Piensa que aún hay algo que la puede salvar y que los demás no se pondrán de acuerdo.
Ha querido en su intervención la trianera ponerse como a la cabeza de la lucha contra la ultraderecha sin entrar a valorar que más hizo ella por meterles en campaña que el resto de oponentes. Nadie los quería nombrar y ella, en un juego estúpido por atizar el miedo y que le votasen, todos los días con Vox hasta en la sopa. Y lo que ha provocado es justo el efecto contrario, que quien dudaba y no quería a Díaz apostase por votar a la ultraderecha. También ha querido expresar que esto está pasando en toda Europa como si fuese algo connatural a la esencia de las personas decantarse por opciones antisistema y fascistas en algún momento de la historia. La culpa de los demás parece que ha querido decir. Y no, el PSOE-A tiene culpa por cómo ha gestionado estos últimos años lo público, por creerse que con la administración paralela estaba todo hecho, por seguir siendo un partido de personas muy mayores que, por ley de vida, acaban por fenecer. Díaz no ha sabido atraerse a las capas ilustradas de la sociedad andaluza, que han acabado en Ciudadanos por ejemplo, y las ha expulsado con su demagogia barata.
No se ha dado cuenta Susana Díaz que su apoyo para la abstención en favor de mariano Rajoy ha asqueado a miles de votantes socialdemócratas. Supuso traicionar la esencia mínima del PSOE-A y más de la forma en que se produjo. Aducir una responsabilidad nacional y luego quejarse de que el gobierno del PP no te daba dinero, no te permitía invertir era la contradicción máxima y la plasmación de la desfachatez más grande que ha podido darse en los últimos años. No ha aparecido Vox sólo por culpa de Susana Díaz, no, hay muchas otras explicaciones. Aunque en una parte sí la tiene. Reírse de los médicos cuando protestaban, llena la buchaca de Vox. Dejar que los niños se ahoguen en las escuelas de calor, llena la buchaca de Vox. No tanto porque las personas de izquierdas les voten, que algunas habrá asqueadas de la demagogia de San Telmo, sino porque las ha dejado en casa. Tenía ayer razón Elías Bendodo en culpabilizar a Díaz de la baja participación, porque no ha hecho ningún esfuerzo porque hubiese una votación más alta y encima ha alimentado la bicha. Cierto que Adelante Andalucía también se ha visto perjudicada por la abstención pero no se le puede pedir a un partido emergente que ponga todos los huevos en la cesta.
Y lo peor de todo es que parece que en la cabeza de Susana Díaz no existe ningún sentimiento de culpa y de derrota. Posiblemente pueda perder el gobierno de la Junta de Andalucía y ella sale diciendo que va a hablar con todos para frenar a la ultraderecha. ¡Pero si están celebrando en las sedes de la derecha, la derecha extrema y la extrema derecha que te van a echar a la calle! Es no tener sentido de la realidad. El susanismo ha muerto y no quiere ver el cadáver por no reconocerlo. Intenta sublimar el duelo pensando que aún gobierna y gobernará cuando no hay suma porque los demás han dicho que no la hay. No ha entendido que Andalucía en su mayoría le han dicho que no la quieren. Ya no es más allá de Despeñaperros, ahora es en la misma puerta de la calle de San Vicente donde no la quieren. Ganar las provincias por el reparto de votos entre la derecha no es que te prefieran, sino que prefieren la pluralidad de la derecha. No se ha dado cuenta que Andalucía es pluripartidista y quien gana en votos no tiene porqué ganar en apoyos. Bienvenida a la democracia consensual.
El daño que puede causar al PSOE en general tampoco ha sido valorado por la trianera. No sólo quebró en su momento el alma al partido más antiguo de España, sino que ayer no quiso percatarse de la realidad. No dimitió cuando lo normal hubiese sido hacerlo. Por dignidad al perder el gobierno. Por respeto a las compañeras y compañeros que pasarán unos días muy malos sufriendo al ver cómo el trabajo de todos estos años se desvanece. Por solidaridad con el presidente del gobierno y el resto del PSOE español que sufrirán en el transcurso del tiempo la derrota y el intento de agarrarse a la poltrona de la secretaria general del PSOE-A. Si tan socialista como dice que es se sintiese ayer tenía que haber dimitido pero no lo hará porque sigue en una burbuja y sólo tiene 80 euros en la cuenta. Lo malo del personalismo en política es que gentes como Díaz llegan a creerse imprescindibles y no lo son. Tan sólo son una muesca en la historia de un movimiento político que es mayor a ellos y ellas.
Se aferra al sillón Susana Díaz como mecanismo de salvación personal porque políticamente está muerta. Ella que quería matar a Sánchez I, va hacia el cadalso antes que su némesis. De nada le servirá alentar el miedo a la ultraderecha porque en parte ella es culpable de ese crecimiento. Si hubiese hecho políticas de izquierda realmente y no ejercicios de marketing gubernativo otro gallo cantaría. Si no hubiese puesto a Rajoy al frente del gobierno del Estado, otro gallo cantaría. Si hubiese entregado los papeles de Faffe, por ejemplo, otro gallo cantaría. Pero no hizo lo contrario, se pensaba indestructible y hoy no lo reconoce como un defecto y suficiente para abandonar la dirección del PSOE-A al que ha llevado a sus peores resultados de la Historia y a perder el gobierno. Ni Griñán que lo pasó mal perdió el gobierno. Y su no dimisión hace daño al resto del PSOE aunque ella no lo vea así. No quiere regenerar un PSOE-A que se está descomponiendo por mucho que no lo quiera ver. Podía haber hecho un gran favor a ese partido que dice querer mucho dimitiendo, pero sigue pensando en ella misma, ni en el partido, ni en el socialismo.