En estos días en que Filomena, “a su pesar”, tiñe de blanco parte de España, es cuando se echa de menos, para conseguir una risa fácil, la presencia del otrora cuñado del reino Albert Rivera. Tanta nieve por las calles y él encerrado en casa sin poder hacer alarde del cuñadismo ilustrado (mezcla de demagogia, populismo y caradura) que tanto utilizó en sus tiempos de política. Un gran manto blanco que descubre la completa incompetencia de la clase política y él sin poder hacer demagogia barata. Ni un mísero tuit sobre ello ha sacado consciente de que sus mejores tiempos ya pasaron. Nadie podrá reemplazarle en el uso y abuso del cuñadismo. Inés Arrimadas, bastante más racional, ha pasado de ser la “montapollos” a abandonar la ideología cuñadista que hizo mediano a Ciudadanos. Juan Carlos Girauta ya se sabe que rebuzna lo que le dejan en ABC con sus locuras sobre peligros que sólo él conoce, pero nadie lo lee ya –en cuanto han hecho de pago sus columnas nadie gasta un mísero euro en ello- y pocos le aguantan en las redes sociales –tiene a la mayoría bloqueados-.
Tanta nieve en la calle y Albert sin poder criticar a todos a la vez. A los separatistas porque por su culpa ya no nieva como antes en Cataluña. A Isabel Díaz Ayuso y a José Luis Martínez Almeida porque se han mostrado completamente incapaces de gestionar la nevada –el resto de España no existe en la cabeza del ex-. A Pedro Sánchez por no mandar a los ejércitos patrióticos y muy mucho españoles de España mucho antes. Culpa sin duda de sus peleas con los populistas castrochavistas y por estar entregado al mal político de España. Bajo ese marco lenguaraz, Rivera hubiese sacado numerosos mensajes de apoyo a la UME, a la Guardia Civil y a las policías locales, y a los cuerpos de bomberos rememorando los tiempos en que manifestaba un extraño fetichismo por los uniformes. Vivas y loas a unos y palos a los demás… por no hacerle caso.
Porque como todo buen cuñadista ilustrado, Rivera siempre sacaría algún tipo de frase como la siguiente: “Si me hubiesen hecho caso esto no habría pasado”. ¿Caso a qué? Pues seguramente a un mensaje en redes sociales colocado antes de que todo se fuese al garete y ya no hubiese posibilidad de cambiar de rumbo. Rivera es ese tipo de persona, como muchos de sus antiguos compinches naranjas, que te indica mal el camino continuamente y justo antes de que sea patente el equívoco dice: “Te estás perdiendo”. Le pasó cuando apoyó a M. Rajoy al que fustigaba continuamente con ese tipo de circunloquios para señalarle como culpable de no haber hecho lo que decía que debía hacer. Le pasó a un alumno aventajado como el vicepresidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio Aguado, que se quejaba amargamente de Cristina Cifuentes pero la apoyaba constantemente… hasta que le preguntaron que si tan mal lo hacía ¿por qué no le quitaban el apoyo? Hoy Aguado calla. Aunque ha intentado hacer cuñadismo al recordar un mensaje con las máquinas quitanieves que tenían disponibles para toda la Comunidad (57), pero se ha vuelto en su contra después del caos.
En situaciones así Rivera disfrutaría porque es gratis hacer el canelo con estas cosas poco importantes –recuérdese que en gran parte de España lo de la nevada ni se sabe lo que es-. Cuando parte de su equipo negociaba con Iván Redondo un pacto PSOE-Ciudadanos que hubiese dado una mayoría de 180 diputados, algo que podía ser importante, él prefirió creer que sería el jefe de toda la derecha española y pasó lo que pasó. Así ha sido siempre el cuñadismo de Rivera, escandalizándose y criticando las menudencias, y rehusando las medidas importantes. Fue Rivera quien impulsó comisiones y comisiones de la nada en el parlamento, con la sola intención de hacer el cuñado. Pero cuando la corrupción apestaba en el PP jamás dio un paso al lado, ni provocó convocatoria de elecciones (véase en Moncloa o en Madrid) y acabó entregándose a la extrema derecha. No ha servido para mejorar el tema catalán, ni para estabilizar el gobierno estatal, ni para nada bueno, pero con tanta nieve él disfrutaría.