Sorprende la ola de acusaciones y de temor que se ha desatado tras la victoria de Pablo Casado en el 19° Congreso del PP. Pareciera que el Armagedón estuviese a punto de llegar o que el núcleo terrestre fuese a explotar en breve. Ha sido hacer aparición un neo-conservador en escena para que lo político se agite como hacía tiempo (tal vez la aparición de Podemos). Internamente tendrá Casado que librar sus propias batallas, algo normal en este tipo de procesos partidistas, hacer reajustes, consolidar la jefatura, restañar heridas y purgar a algunos. Vamos lo habitual. Sin embargo, externamente parece haber logrado la victoria sin ni siquiera haber participado en contienda electoral alguna. De ahí que sea normal preguntarse ¿por qué ese miedo a Pablo Casado? Especialmente desde Ciudadanos y PSOE. Analicemos las posibles respuestas según oponentes y contextos.
Ciudadanos compite en el mismo espectro de la derecha.
Albert Rivera, en su visita semanal a Espejo Público, ha insistido en la crisis interna que, a su parecer, sigue instalada en el PP. Una crisis que no puede tapar lo que han hecho a lo largo de los últimos siete años de gobierno, lo bueno y lo malo como ha recalcado él mismo a la par que balbuceaba. Ese balbuceo que denota no sólo los celos políticos que siente, sino el temor a que le dejen como un partido minoritario. Miedo a que les pase como el CDS de Adolfo Suárez que acabó desapareciendo.
El rearme ideológico que propone Casado manda al ostracismo a formaciones de ultraderecha como Vox (al que algunas encuestas daban dos escaños) y fuerza a Ciudadanos a plantear la contienda en el espectro de la derecha bajo parámetros ideológicos más fuertes. El cuñadismo ideológico o el populismo de centro-sistémico sostenido en un ultranacionalismo fascistoide, que es la base de Ciudadanos, quiebra ante un neoconservadurismo con mucha mayor firmeza ideológica. El liberalismo progresista, que tanto reclama Rivera, pero que no deja de ser sino una máscara para ocultar intereses ajenos, los intereses del establishment, confronta con un neoconservadurismo que tiene mayor posicionamiento ciudadano en el espectro de la derecha española. Tanto unos como otros (azules y naranjas) apuestan por el capitalismo y la acumulación de los más ricos en materia económica, pero en la parte social Casado defiende valores más enraizados, mientras que Rivera no sabe ni lo que defiende.
A esto se suma que Pedro Sánchez, al estar en el gobierno, capta (puede captar) toda esa derecha más social, o social-liberal, de mejor forma que el propio Rivera. Ha pasado en menos de dos meses Ciudadanos de captar el voto conservador y el social-liberal, a verse en un sándwich que les puede dejar sin espacio. Mientras que con Sánchez siempre podía recurrir al ultranacionalismo y ganar por la derecha más espacio, con Casado ese espacio mengua. El liberalismo progresista (¿qué liberalismo no lo ha sido habría que preguntarle si supiese responder?) lo encarna Sánchez de mejor forma y tiene el poder, y el liberalismo conservador Casado. Normal que estén aterrados, que hayan entrado en pánico y más con elecciones a la vuelta de la esquina.
El pacto de Bilderberg con Sáenz de Santamaría, apoyado por la fracción financiera de la coalición dominante, ya no existe. Ahora el PP de Pablo Casado quiere todo el espacio de la derecha para ellos y ellas. A ello habría que sumar que ya no pueden virar hacia posiciones de izquierda light o centristas (si es que existe el centro) porque allí ya está el gobierno.
Podemos y su propio rearme ideológico.
Mal, lo que es mal, no le ha venido la llegada de Casado a Podemos. En Vistalegre II los de mayor argumentación ideológica de izquierdas fueron los Anticapitalistas. Querían una organización con una ideología de izquierdas más marcada. Algo que ni desagradaba, ni desagrada a Pablo Iglesias pero que en aquel momento no pudo poner en práctica por contemporizar entre todos los sentires que confrontaron. De resultas Podemos, que tiene un potencial ideológico enorme, ha venido coqueteando con varios posicionamientos sin decantarse por uno concreto hasta hace bien poco. Todo el tema del populismo laclauniano de significantes vacíos, de competencia virtuosa, transversalidad y demás se va olvidando en favor de un bloque de cambio con señas de identidad más marcadas en la “izquierda clásica”. Transversalidad sí, pero como parte de un movimiento conformador de un bloque de cambio situado claramente en una izquierda fuerte ideológicamente.
Por tanto pánico o miedo no hay en Podemos, ni en su socio Izquierda Unida, sino más bien utilización del neoconservadurismo de Casado para poder mostrar una posición ideológica firme y fuerte. Tanto el “pablismo” como los anticapitalistas han salido en tromba a mostrar las garras de la ideología de izquierdas. Han salido a la defensa del pueblo, de la clase trabajadora que sufre frente a una derecha explotadora y al servicio de los poderosos. En cierto modo la elección de Casado fortalece la propia posición. Un PP más ideologizado refuerza la capacidad de análisis y la lucha política de Podemos e IU. Eso sí, no hay que descuidar a la derecha naranja que podría servir de punta de lanza del PP en algunos temas.
Le conviene a Podemos (y a IU) que la confrontación política se sitúe en términos ideológicos porque es donde más cómodos se encuentran. Más ahora que, por el apoyo al gobierno de Sánchez, podrían difuminarse sus perfiles de más lucha y combate de clase. Se añade a lo anterior que, en la fase de confrontación, el apoyo a un gobierno que no se va a mover ni un milímetro de los mandatos de la UE, se puede justificar mejor con un neoconservadurismo fuerte. Hasta que ya no se pueda justificar tanto por estrategia interna como por la actuación política del propio gobierno. El cual, por cierto, tiene en su mano una oportunidad con la comisión de investigación de Juan Carlos de Borbón, pero esto es desviarse del tema central.
PSOE, un gobierno que teme a la oposición.
Junto a Ciudadanos, el PSOE es el partido que más preocupación ha mostrado con la victoria de Casado. Paradójicamente deberían ser los más felices, como se ha comentado, para hacerse con buena parte del electorado que atrajo Ciudadanos. Sin embargo, les parece mal a los socialdemócratas y social-liberales que el PP se rearme ideológicamente. Fundamentalmente porque los cargos ministeriales y el propio presidente sólo entienden de política espectáculo, marketing y números. No tienen fuertes fundamentos ideológicos, salvo raras excepciones, y se encuentran más cómodos en el debate líquido que tenían con M. Rajoy. Por eso hablan todos los días del tema del cadáver del dictador fascistas, porque es lo único ideológico que les queda.
El PSOE debería ser el partido de la transformación gradual del sistema y, por ende, el mayor difusor ideológico de los partidos españoles. La confrontación en términos políticos activos (los pasivos serían las políticas de números) no debería suponer un problema. Empero parece, como manifiestan sus cargos, que es mala la lucha política ideológica. Es obvio que el social-liberalismo del presidente del gobierno y algunos ministros y ministras, o la socialdemocracia laxa de otros y otras, tienen poco soporte teórico. El viento de la Historia se ha llevado los soportes de esas corrientes políticas dejándolas la Justicia como única fuente. Por eso en cuestiones de no justicia social balbucean los dirigentes del PSOE. Se comprenden entonces que no quieran un PP fuerte ideologizado. Frente a eso no vale con “Somos la izquierda” sin más. El Gobierno Bonito está hecho para una disputa técnica, no ideológica.
Normal que no les guste Casado. Aunque ese rearme ideológico suponga una oportunidad para reforzar la estructura ideológica del PSOE y poder plantear la batalla política en otros parámetros. Quitarse a los populistas del sistema y a la izquierda radical de encima. Pero parece que no hay capacidad ni ganas de avanzar por ese camino. Como una reactualización del Programa 2000 de Alfonso Guerra les vale por toda ideología. Pero no deja de ser una oportunidad perdida.
Distintos contextos políticos.
Se han expuesto diversos supuestos por los que los diferentes partidos políticos parecen alarmados por la irrupción de Pablo Casado como jefe del PP. E momento de analizar el encaje de esas reacciones en distintos contextos políticos para ver si el sentido de los mismos aparece con mayor claridad. Cada partido hace sus cálculos y plantea su estrategia en base a distintos contextos o escenarios que vislumbran. Optaremos por dos escenarios posibles: uno, que el PSOE decida agotar la legislatura; y dos que haya adelanto electoral.
Escenario 1 (Agotar la legislatura). En este escenario, frente al rearme ideológico del PP, el partido que más perjuicio obtendría sería Ciudadanos. El cuñadismo o populismo sistémico se resentiría a ese medio plazo pues el PP tendría más tiempo de competir y generar comparaciones. Todo ello, claro, si el neoconservadurismo de Casado calase en la población, algo que a priori es factible.
Para Podemos la situación no cambiaría mucho respecto a lo expuesto anteriormente, pero a mayor tiempo de confrontación, mayor capacidad de asentamiento de la propia posición y la posibilidad de la doble comparación con el gobierno del PSOE (compitiendo en el mismo campo) y la derecha. Un contexto político con elecciones a medio plazo beneficia más a la formación morada en términos ideológico-políticos y le permite asentar el bloque de cambio que está construyendo con IU y demás organizaciones.
Al PSOE este escenario le perjudicaría si no da el paso de su propio rearme ideológico (y no obtiene cambios en otros ejes políticos), porque podría producirse un desgaste por la derecha y por la izquierda. Si hiciese un rearme ideológico y abandonase la política espectáculo y de marketing, terminar la legislatura le beneficiaría porque a) la terminaría como gobierno fuerte; b) jugaría en un terreno que permite más adhesiones fuertes; y c) podría volver una reconfiguración del sistema de partidos hacia el bipartidismo imperfecto.
Escenario 2 (Adelanto electoral). En el caso de que las elecciones se anticipasen y no se finalizase la legislatura, algo que desde el propio gobierno no se descarta como bien ha expresado la ministra Celaá y han dado a entender desde dentro del PSOE al hablar de cuatro elecciones en mayo (municipales, autonómicas, europeas y generales), la irrupción de Casado tendría un efecto distinto. No es descartable, según fuertes rumores, que las elecciones andaluzas fuesen en noviembre/diciembre (a petición de Moncloa) para valorar el propio escenario político y adelantarlas si hubiesen resultados buenos a mayo.
En este escenario, que piden pero no parecen contemplar en la calle Alcalá, Ciudadanos podría salvar mínimamente los muebles. No sería el partido fuerte de la derecha española pero podría mirar de tú a tú al PP. Es posible que no hubiese hegemonía del partido conservador pero tampoco victoria naranja. El repunte por el efecto Casado no llegaría a arrasar a Rivera y su cuñadismo ideológico. Más debido a la imposibilidad de reorganización/renovación del PP que por los aspectos ideológicos. Unas elecciones andaluzas cercanas y un gobierno en campaña electoral modifican sustancialmente el terreno de juego.
El Podemos la convocatoria de elecciones anticipadas no les serviría para disputar y afirmarse frente al PP en sí, sino frente al fracaso del Gobierno y cómo manejarlo. Que el PP sea neoconservador ayudaría tanto como hacer ver que por mucho que apoyaron a Sánchez éste se vendió al Ibex-35 o lo que sea. Y les pillaría sin tener asentado el bloque de cambio que están construyendo en estos momentos. Por tanto, sin perjudicarles enormemente, tampoco les beneficiaría.
En el PSOE unas elecciones anticipadas frente a un PP fuerte ideológicamente y con Podemos criticando duramente igual no son buena decisión. Hacerlas coincidir con las andaluzas podría servirles por no ser una única disputa, pero igual acaban perjudicando a Susana Díaz. Coincidir con municipales y autonómicas podrían resultar una lotería en cierto modo. Por un lado, con un gobierno débil podrían apoyarse en candidatos con tirón regional o local para no caer. Pero, por otro lado, podría perjudicar a esos mismos candidatos y candidatas y perder aún más poder en estructuras intermedias. En cualquier caso todos los partidos dirían del PSOE que es el partido del fracaso como gobierno y el efecto Casado podría tener más incidencia.
No son más que especulaciones y posibilidades que pueden saltar por los aires, por ejemplo, con la intervención de otros ejes políticos (territorial o republicano). Pero lo curioso es que lo que han hecho los partidos es señalar a Pablo Casado y al PP como el enemigo a batir. Le ponen, sin haberlo pensado, como el futuro ganador de las elecciones. Un error estratégico imperdonable en el caso del PSOE pues son ellos los que gobiernan. Azuzando el miedo al presidente del PP, el PSOE potencia al propio PP y a Podemos más que a ellos mismos. La de asesores que hay en Moncloa y ninguno capaz de ver esto. En vez de verlo normal y favorable, lo han convertido en extraordinario y desfavorable.