Tenemos un grave problema en España y es que muchos jueces han dejado de ser jueces, para convertirse en opinantes políticos, en jueces justicieros, en moralistas, en amigos de poderes fácticos, de despachos múltiples con apellidos más conocidos por sus gestiones como lobby que por la aplicación legal del derecho.
Un juez debe limitarse a examinar hechos y pruebas y aplicar la ley a través de sus sentencias al caso sin ideas preconcebidas, desde principios básicos como la presunción de inocencia, el derecho a la defensa, el principio de legalidad y la seguridad jurídica. Sólo una judicatura imparcial, recta, serena y alejada de la ideología en el cumplimiento de su función, garantiza los derechos de los ciudadanos, la democracia real y la existencia de un verdadero Estado de derecho. Desgraciadamente, muchos jueces en España quieren hacer política, convertir sus sentencias en ejemplos y hacerse estrellas del firmamento mediático, cuando las sentencias lo único que tienen que ser es justas, acordes a la legalidad vigente que nos hemos dado y ecuánimes, no buscar ejemplaridad de ningún tipo, ni servir a otros intereses o ¿es que vamos a aplicar la ley según la “moral” particular de cada juez?
Este tipo de cosas y actitudes de muchos jueces constituye la mayor prueba de la decadencia de un Estado y está, en el fondo, detras de los problemas más graves que hoy tiene España.