El mundo está tan loco que se puede acabar dando la razón al presidente de Vox y a la vez saber que lo que ocurre le puede acabar beneficiando. Cuando Santiago Abascal, tras condenar los sucesos del sábado en el barrio Chueca, afirma que todo eso “huele a las cloacas socialistas” tiene, en parte, razón. No por la existencia de cloacas socialistas, que no existen realmente, sino porque la manifestación de grupos nazis por ese barrio madrileño profiriendo consignas asquerosas igual sí beneficia al gobierno de Pedro Sánchez. Al final no es más que dotar de certezas el relato (que no es lo mismo que discurso sino un cuento espectacular) que vienen narrando desde hace tres o cuatro años sobre una alerta antifascista que hay que aplicar con numerosas líneas rojas. Las líneas rojas con los populismos de izquierdas que también se aplican en Europa no cuentan, así como las líneas rojas con grupos secesionistas que desde el propio PSOE se aprobaron en un Comité Federal.
En un mundo donde existen nazis y fascistas (que no son lo mismo en sí) en cantidades que son irrisorias alertar del peligro fascista es surrealista. Como cuando las derechas alertan del peligro comunista. No son más que engaños del lenguaje para activar a poblaciones que tienen cierto recuerdo del pasado histórico y ocultar realmente que todas esas élites globalistas (de derecha a izquierda) nos la están colando a la mayoría: desde un trabajador precario, a una mujer (a la que quieren obligar a prostituirse o vender su capacidad de parir como si fuese un medio de producción) pasando por pequeños empresarios y autónomos. Esas alertas antifascistas y anticomunistas funcionan en todos los países europeos con el mismo fin, generar consenso globalista sea por la gracia de Soros, sea por la gracia de Bilderberg. Ahora bien ¿qué ha pasado en España las últimas semanas?
Más allá del problema del coste de la luz, que quieren bajar los mismos que permitieron que se pudiese desbocar, la recuperación va más lenta de lo que parecía. O con un coste humano que no se esperaba. Los bancos están haciendo su agosto con los EREs lanzando al paro a miles de empleados. Muchísimos autónomos (tenderos y tenderas en gran parte) han tenido que echar el cierre porque la microeconomía no está tan boyante como se cuenta, especialmente con la inflación de productos básicos (la gasolina a más de 1,50€ es una merma para trabajadores y autónomos) y de productos alimenticios, y las ayudas ya no van a llegar a tiempo. Unas ayudas que están más pensadas para cosas mágicas (el mundo digital), para empresas grandes o la economía verde que para la verdadera red empresarial y laboral española. Bajo estas condiciones de desarrollo, en las que está de acuerdo todo el arco parlamentario (pese a las estupideces que suele decir Pablo Casado), sólo queda la pseudobatalla de los relatos (o eso que catalogan de cultural algunas personas). Así la izquierda juega a que le importan ciertos valores y ciertos grupos y la derecha que le importan y defienden a otros, pero sin tocar los beneficios plutócratas.
Los aliados del gobierno han tenido una semana movidita. En Cataluña han acabado a leches los calimeros con los republicanos con lo que la mesa de diálogo no es lo que se esperaba. A eso cabe añadir el desprecio con el que se trató la bandera de España, lo que en el plano simbólico suponía una mancha para el gobierno. A eso súmenle la petición de la gente del PNV para volver al siglo XIX (no es broma) en lo referente a derechos de pernada comunitaria. Pero lo peor era el homenaje al execrable y asesino Henri Parot que se estaba preparando. No estando las cosas muy calmadas, y habiéndose producido hace poco una mentira grosera que señalaba a grupos fascistas encapuchados como agresores de un gay, pues verde y en botella.
A ver, no hay que ser muy listo, y en la delegación del Gobierno de Madrid se conocen los grupos y asociaciones que piden manifestarse por cualquier cosa, para pensar que si, por ejemplo, la asociación cultural Adolfo Hitler quiere realizar una manifestación en el barrio judío no van a repartir flores, sea el lema de la manifestación el que sea. Pues lo mismo. Grupos nazis piden celebrar una manifestación desde Chueca a Sol, pasando por Gran Vía, para quejarse de los proyectos España 2030 y 2050 y claro nadie podía pensar que iban a decir algo asqueroso mientras paseaban por el barrio gay de la capital. Porque se sabía que son grupos nazis los convocantes, tanto como para que los grupos de alerta antifascistas de la capital estuviesen movilizados con anterioridad. ¿Interesaba que hubiese jaleo en una manifestación de poco más de un centenar de personas? Quien lo dude o tiene buena fe, o está demasiado adoctrinado.
Algo que interesaba a todos. Al PSOE y a Podemos para seguir con su alerta antifascista para conseguir más votos y ocultar su gestión política. A Ciudadanos para hacer el cuñado y quejarse amargamente. A Vox para poder hacer lo que hizo ayer mismo Abascal. Y al PP… bueno, el PP ni se ha enterado porque estaban a cosas que nadie hace caso (no sé qué de la fórmula perfecta para bajar el precio de la luz pero que acaben pagando los españoles vía presupuestos) y recordando a las víctimas del terrorismo (había que sacar de paseo a cierta diputada que todos ya saben quién es). En realidad no han dicho nada en sus redes sociales porque bastante tenían con haber votado en contra del matrimonio de las personas del mismo sexo en el parlamento europeo y porque Vox –junto a Emiliano García-Page (el único socialista con el valor suficiente para quejarse por las celebraciones a terroristas)- les ganó por la mano en Mondragón frente a los abertzales. Respecto a esto último el ridículo que han hecho algunos medios como ABC al hablar de grupos antifascistas ha sido muy gracioso.
El colectivo gay, que está siendo utilizado o en el caso de algunos grupos se están dejando gustosamente utilizar (¿cuántas manifestaciones por las mujeres asesinadas se han convocado?), es el propicio para establecer como víctima. No pone en duda el sistema, está bien aceptado por la sociedad y da pátina de progresía a quien le defiende. Nada mejor que juntar nazis (que dan mucho asco en general) con gays (que no caen mal) para desviar la atención de todo lo que ha pasado. El homenaje a Parot al final fue desconvocado pero los de Vox sí fueron allí y lo que pasó ha quedado oculto por lo de Chueca, lo que beneficia al PP. Gracias a la manifestación nazi el gobierno en general puede atizar la alerta antifascista y en Podemos, como infieles aliados, ya han salido a señalar como culpable al PSOE. Es un ganar-ganar de manual para todos los políticos. Aquí los gays ni pinchan ni cortan en este espectáculo que se ha montado la clase política, pero sacan rédito todos los demás.
¿Tiene razón Abascal? En el fondo de la cuestión sí. Esa manifestación le viene muy bien a los grupos políticos (incluso al suyo), pero no está preparada desde cloacas o se ha pensado con cuidado en una oscura sala de Moncloa. Se ha dejado hacer para ver si salía algo que poder utilizar contra los demás y ha sonado la flauta. Podría no haber pasado nada, pero, a ver, que están tratando con nazis lo que ya señala poca capacidad intelectual de base. Ahora todo el mundo está preocupado por los nazis y por los terroristas (otra cosa que dejó de ser problema) y se olvidan las estupideces de los aliados del gobierno, del gobierno y de la oposición. El caso es despistar siempre de los problemas reales y materiales de los españoles que son muchos y acuciantes. Españoles que para sufrir no tienen carné de partido, ni bandera distinta, ni leches.