Decía el inolvidable José Luis Cuerda que las personas “deberíamos salir con un cartel al cuello que ponga ‘No soy gilipollas’. ¡Porque están convencidos!” en referencia a la clase política. Si esto puede estar extendido entre todas las dirigencias de los partidos, en el caso del vicepresidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio Aguado, es algo que viene mostrando desde que llegó a la sede parlamentaria de Vallecas. Desde aquellos tiempos el presidente madrileño de la formación naranja piensa que el resto son gilipollas y que bastante tienen con saberse vestir por las mañanas. No es una cuestión de clasismo, al fin y al cabo él no es más que un colocado por la clase dominante –fracción energética-, es populismo del sistema de baja estofa. Cualquier situación por absurda que parezca no es comprendida por las masas porque, cree Aguado, son gilipollas.
Antes de pasar a lo que ayer dijo, es menester recordar una anécdota de la legislatura anterior. Ciudadanos apoyaba al gobierno de Cristina Cifuentes –como luego apoyó, pese a las corruptelas, el de Ángel Garrido-, sin embargo, no había día en que el actual vicepresidente no dijese lo mal que lo hacía la presidenta, lo inútiles que eran sus consejeros y que si funcionaba algo era gracia a su partido. De hecho se quejaban desde el PP que Ciudadanos siempre votaba todo junto a la oposición “socialcomunista-chavista-populista-arriquitáun” salvo cuando eran cuestiones relativas a lo económico. Tras llevar años escuchando lo mal que venía haciéndolo el PP, el periodista Nino Olmeda tuvo a bien preguntarle “si tan mal hacen todo en el PP y son tan corruptos [cabe recordar que eran tiempos de imputaciones casi semanales] ¿por qué les siguen apoyando?”. Como la canción de Procol Harum, la tez de Aguado tornó a blanca palidez y comenzó a farfullar. Esto le ocurrió porque pensaba, como sigue pensando, que como decía Cuerda las personas del común son gilipollas.
Ayer, en el último despropósito del Gobierno regional de Madrid, Aguado expresó nuevamente esa idea de que la población es gilipollas: “No se ha detectado ni un solo contagio en el Metro. No por mucho que se repita una mentira se convierte en verdad” los contagios se producen en reuniones familiares y de ocio. Hay que analizar el argumento porque se está ante una de las grandes falacias. Dice el vicepresidente que no se han detectado contagios en el Metro, que han sido en las casa. Primero, ¿cómo saben dónde se han contagiado las personas? ¿Hacen pruebas en el Metro para saber si quienes entran son asintomáticos o no? El paciente vector, que es el que puede llevar o no el virus a los demás a una reunión, ¿dónde se infectó? No tienen ni idea. De hecho el argumento señala que las personas infectadas van de fiesta en fiesta y de casa en casa levitando. La mayoría de personas acaban aduciendo que han contraído el coronavirus en una fiesta o en casa porque, en realidad, no son conscientes del lugar concreto. Si la forma mayor de contagio es por el aire ¿cualquiera de ustedes sabrían decir dónde?
Segundo, tampoco hay contagios en oficinas y demás puestos de trabajo, especialmente en el comercio, donde hay una gran concentración de personas, donde una mascarilla se baja y se suelta lo que se suelta, donde los sudores acaban liberando efluvios, donde es más fácil cometer una torpeza al rascarse la nariz y no haberse puesto gel o haberse lavado las manos. Nadie piensa que se ha contagiado en el Metro porque cada uno cree que hace todo de forma correcta y son los demás los que lo hacen mal. Pero tocar una barra, un asiento, a otra persona en esos vagones masificados es lo más normal del mundo y de ahí a rascarse la nariz, colocarse la mascarilla y demás sin limpiarse las manos y contagiarse hay un paso. Contagiarse en el Metro, en la Renfe o en los transportes urbanos es de lo más normal por hacinamiento y descuidos. Luego ese virus se lleva a la casa y se acaban contagiando los demás habitantes. ¿Cuál ha sido el foco? La casa no, el trabajo o el transporte sí.
No se puede decir que la gente se contagia yendo a trabajar o en el sitio de trabajo porque eso es señalar a quienes mandan sobre los ineptos que gobiernan Madrid. Hay que criminalizar a las personas porque son gilipollas. No sólo se contagian sino que se tragan todas las estolideces que afirman desde el gobierno. Es más ¿cómo pueden saber si la gente se ha contagiado en un sitio u otro si carecen de rastreadores y en la mayoría de las ocasiones ni preguntan a las personas en los teléfonos habilitados? Los médicos que se contagian en los hospitales ¿son porque están de fiesta o lo traen de su casa? Aguado piensa que estas sencillas preguntas no se las hacen las personas normales ya que esas personas son, Cuerda dixit, gilipollas a su entender. En verdad no sólo es que piensen que las personas no dan más de sí mentalmente, es que además están haciendo el trabajo sucio a la patronal para que nadie analice si en las empresas hay focos o no. Como el dinero se lo han gastado en tonterías y en transferencias a empresarios tipo viudo con gafas, no tienen capacidad para poner más frecuencias de trenes –ni ellos, ni el ministro José Luis Ábalos hay que recordar-, no tienen capacidad de tener más médicos, no tienen vergüenza en realidad. Como en la escena de Regreso al futuro, hay que acercarse a Aguado, darle unos golpecitos en la cabeza (¡Toc! ¡Toc!) y preguntarse ¿hay algo ahí dentro? Sí, el pensamiento de que las personas son gilipollas y se tragan cualquier cosa. Decía el Encarnado “es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el Reino de los Cielos”, pues están empeñados en hacer de la Tierra un infierno en venganza desde el gobierno de la Comunidad de Madrid. Si no es Aguado, es Isabel Death Ayuso quien intenta convencernos de otra realidad. Son ellos dos los que se deberían aplicar la máxima que ha citado el vicepresidente (“No por mucho que se repita una mentira se convierte en verdad”). La gente no es tan gilipollas como piensan y aunque Ayudo y Aguado están constantemente repitiendo las mismas mentiras, que recogen como lambiscones los medios cavernarios, no son verdad. 2,1 millón de personas hacinadas en un Metro son potencialmente un foco de contagio, mucho más que fumar en la calle. Pero si no hay nada dentro de esas cabezas poco más se puede pedir.