La Transición fue un proceso histórico único en la Historia de la Humanidad por convertirse en uno de los procesos políticos de paso de una dictadura cruel a una democracia representativa más complejos y con un final feliz, final que se consiguió sin utilizar la violencia. Evidentemente, hubo errores y no se dieron los pasos que necesitaba el país, pero los primeros objetivos fueron dados en paz. Durante este proceso que duró apenas un año y medio se produjeron muchas anécdotas protagonizadas por sus protagonistas. La que se va a contar a continuación la protagonizó un hombre fundamental en el desarrollo de la concepción, crianza y afianzamiento de la democracia en España: Santiago Carrillo Solares.
Todo ocurrió en el año 1976 y se produjo en la frontera de La Junquera. Santiago Carrillo era el Secretario General del Partido Comunista de España, uno de los grandes enemigos de la España de Franco, demonizado por el Régimen y exiliado desde el año 1939. Tras la muerte de Franco decidió que ya era hora de regresar a España porque, como él dijo todo se estaba moviendo en España, y yo tenía que estar ahí. Junto con su amigo Teodulfo Lagunero, empresario y catedrático, organizó su paso a España. El que era el peluquero de Picasso le preparó unas pelucas y, disfrazado inició su viaje en el coche de Lagunero junto con la esposa de éste.
Pasaron la frontera sin problemas. Como dice el propio Carrillo muchos camaradas míos habían realizado ese viaje sin problema, pero yo tenía miedo. Si no estabas fichado en principio no tenía que haber problemas, así que pasamos a España sin incidentes. Carrillo iba vestido con un traje gris, sin gafas y con la peluca. Iba horrible, decía entre risas Lagunero.
Pasados unos kilómetros de la frontera un control de la Guardia Civil los detiene para hacer una revisión de rutina. Estos controles eran normales. Se filtraban a ciertos vehículos para controlar que no se introdujeran mercancías de contrabando desde Francia. Los bajaron del coche y comenzaron a registrar el coche. Lo miraron todo: el maletero, la guantera, el motor, hasta el techo del habitáculo. Hacía mucho aire y Santiago se sujetaba la peluca. Yo pensaba que aquí se va a armar la de dios. Este hombre está buscando unas cajetillas de tabaco y se va a encontrar ¡con el Secretario General del Partico Comunista! Y, para colmo, enfrente de donde estábamos estacionados había un tráiler aparcado que tenía impreso en su caja con letras enormes TRANSPORTES CARRILLO, contaba Lagunero, hecho éste corroborado por el propio Santiago Carrillo.
Más claro no se lo podían haber puesto a la Guardia Civil.