Cuando un dirigente político, después de una derrota sin paliativos, no se atreve a dar el paso que se considera correcto y ajustado a la magnitud de aquella sólo puede ser calificado de cobarde. Ese calificativo toma mayor magnitud si el dirigente en cuestión no sólo no admite su derrota sino que convoca un Congreso extraordinario de su partido para que decidan sobre su continuidad o no. Este es el caso de Albert Rivera. Personaje que será recordado en la historia de las elecciones generales de España por pasar de la posibilidad de haber sido vicepresidente y dar estabilidad al país a quedar casi fuera del parlamento. “Que los afiliados de Ciudadanos tomen las riendas del futuro del partido” no es más que una forma de escapar de la humillación que le han infligido los españoles y no asumir el fracaso dimitiendo.
Si se piensa que de la actual ejecutiva de Ciudadanos casi todos tienen que empezar a buscar trabajo o volver al que tuvieran desde hoy mismo, la magnitud de la derrota indica que es momento para que quien les ha llevado a esa situación se vaya. Juan Carlos Girauta volverá a sus conspiraciones inventadas o se colocará en algún lugar que le procuren sus amigos del lobby judío. Miguel Gutiérrez lo tiene más fácil porque el lobby armamentístico funciona a pleno rendimiento incluso en épocas de crisis. José Manuel Villegas tendrá que volver a su tierra y abandonar Almería si piensa trabajar. Y así una larga ristra de damnificados de los desvaríos de su dirigente máximo. Se lo advirtieron desde el establishment pero se creyó por encima de los deseos de los poderosos y lo ha pagado todo su partido. No es que se lo hayan cargado desde poder económico, sólo han permitido que los medios les criticasen al mismo nivel que al resto de partidos, sino que los españoles no han aguantado más la soberbia de Rivera.
Y no sólo la soberbia del hombre que huele perros le ha llevado a la derrota, sino que como liberal se esperaba que basculase en sus apoyos hacia el PSOE o el PP donde cualquiera de estos partidos ganase para generar estabilidad. No ha sido aceptar el apoyo de los fascistas lo que ha sentado mal a sus votantes sino su negativa a apoyar al PSOE y llevarle a entregarse a Podemos (partido por el que siente un amplio desprecio). Dejar que Sánchez se abrace a Iglesias para gobernar es peor para los votantes de Ciudadanos que el abrazo de Rivera con Abascal. No lo supo entender en su momento y cuando se ha dado cuenta de su error ya era demasiado tarde y le habían abandonado para siempre. No saber leer, como partido eje del sistema, los tiempos y las necesidades del bien común (según el pensamiento de derechas); no saber que su función era pactar con unos y otros; creer que podía vencer al PP sin una estructura y presencia territorial suficiente; o pensar que era el más guapo, listo y capaz han sido sus pecados y los que han propiciado la histórica derrota del partido naranja.
Al ser una persona que ha sido devorada por su personaje, convoca un Congreso Extraordinario no para que le dimitan los afiliados sino para intentar aguantar al frente del mismo. Está tan pagado de sí mismo que piensa que no tiene culpa de la derrota y que el espaldarazo de las bases de su partido bastará para recuperar un carisma que jamás tuvo pero él piensa que sí tiene. El problema para Rivera es que las sectas, como lo es Ciudadanos, aguantan hasta que se quiebra la confianza en el gurú de turno y le acaban abandonando o aniquilando. Ya habrá quien esté moviendo los hilos por detrás para apuñalarle en el Congreso y hacerle pagar la cobardía de no asumir que es un simple mortal que debía dimitir después del tremendo fracaso. Desde luego con esta derrota, es más que posible, que desde lugares de poder recomienden una fusión con el PP a medio plazo y a corto la sustitución de Rivera por Inés Arrimadas. La soberbia y la cobardía son mal entendidas en casi todas las sociedades y el dirigente naranja es el ejemplo palpable de esos dos pecados. Y ya se sabe que los pecadores acaban en el fuego del infierno… o como dicen algunos memes de palmero en el grupo de Malú.