Hay que comenzar a señalar a toda la casta política como lo que son. Si son aprovechados y caraduras, se dice. Si son unos ridículos que fuera del ámbito de las camarillas y el compadreo partidista difícilmente tendrían un trabajo medianamente remunerado, se dice. Si mienten hasta a su médico, si carecen de escrúpulos, si se venden al mejor postor, se dice. En el caso de hoy el mentiroso, el entregado a la coalición dominante, el que genuflexa hasta tocarse con la barbilla la punta de los pies es José Manuel Rodríguez Uribes.

Por todos es conocido que Pedro Sánchez es capaz de negar setenta veces siete a quien haga falta sin el más mínimo arrepentimiento o asombro de duda. Miente siempre. Miente a todas horas. Miente, miente y vuelve a mentir. Eso sí, cada vez que sus labios susurran una nueva mentira espera que todos sus esbirros le adulen, le aplaudan, le adoren como el ser elegido que ha venido a cambiar la historia de España que ÉL se cree. Uribes ha aprendido muy bien del maestro de la mentira durante su tiempo como mininistro y ahora lo aplica desde el Consejo Superior de Deportes.

Respecto a la sanción al Atlético de Madrid con una multa de 65.000€ y el cierre del metropolitano por dos semanas ha afirmado que es «necesaria, justa y proporcional». ¡¡¡MENTIRA!!! Él es profesor de filosofía del Derecho, ergo no sabe ni de derecho ni de filosofía, y debería ser consciente que mentir en un hecho así puede conllevar una serie de delitos tipificados en la legislación española. También debe saber que se deben aportar pruebas fehacientes y no solo los comentarios más o menos exaltados de la prensa o una mininistra con incapacidad para el habla y con lagunas culturales y formativas más que evidentes para ser ministra de Educación y Deportes.

En todos los partidos se lanzan objetos desde las gradas y las sanciones no pasan de alguna que otra multa. ¿Qué pasó en el Metropolitano? Que se lanzaron algunos objetos y un pañal. Lo proporcional sería una multa que ya ha sido impuesta por el comité sancionador de la RFEF, en las mismas cantidades que se han aplicado en otros casos. ¿Dónde observa la proporcionalidad del cierre del estadio? Hasta el momento no se ha producido en ningún caso por los mismos hechos. Por ello, el cierre y una fuerte multa no son proporcionales a nada que se haya dado. ¿Cuándo se han cerrado estadios? Cuando ha habido impacto a un jugador o colectivo arbitral o invasión de campo. Esto no ha ocurrido en el Metropolitano. Uribes miente.

¿Es justa la sanción? Si se mira en relación a la proporcionalidad, la historia, lo jurídico parece que no es justa. Como es filósofo del Derecho igual él tiene elaborada alguna teoría sobre el tema de lo justo y lo injusto en el fútbol y su aplicación jurídica. Esto es presuponer demasiado porque, en realidad y como les pasa a muchos filósofos del derecho, su rama académica es utilizada para meterse a hablar de otras cosas (política mayormente, algo para lo que no han estudiado como otras ramas del saber) y salirse un tanto de lo jurídico. Vamos, hacer filosofía sin ser filósofos. Como no tiene una teoría al respecto solo cabe especular sobre el significado de lo justo o injusto dentro de su cabeza. ¿Qué es lo justo? Lo que valora la verdad de los hechos siempre será más justo que lo que le imponga la mininistra Pilar Alegría. Que al final es lo que impone el señor de Pío XII.

En la misma jornada se ha golpeado a un árbitro en Barcelona ¿se ha reunido la Comisión de Antiviolencia para sancionar al Español? No, ni lo hará. Golpear a un colegiado debería ser un mes de cierre o dos, siguiendo la proporcionalidad que cita el presidente del CSD, pero no o harán porque el Español les importa entre nada y cero. Entonces, miente Uribes porque no es una sanción justa sino premeditada y singular. Esto es, se busca el acoso y la persecución de una persona o colectivo. Algo así como los nazis perseguían a los gitanos o a los judíos. Miente porque lo justo bajo sus parámetros es sancionar a un equipo concreto, al Atlético de Madrid, porque el equipo contrario era el de aquella persona que mueve los cables por detrás. Uno de esos prebostes de la coalición dominante. El que invita al presidente del CSD y a la mininistra Alegría al palco de su estadio y del que son aficionados los intervinientes en la sanción.

¿Es necesaria? Desde el punto de vista, y dado que ya todo no sigue al derecho sino a la mera subjetividad, de Uribes y Alegría sí. Es necesaria porque es el Atlético de Madrid. Y si para ello hay que mentir en el informe —según lo filtrado a la prensa porque ni la SAD tiene la propuesta de sanción—, se miente y Uribes lo da por bueno. La necesidad es sancionar al Atlético de Madrid porque el supuestamente agraviado es el Real Madrid. No hay más. No hay necesidad por una cuestión de alerta social. No hay necesidad por un peligro inminente. No hay necesidad salvo que hubo un empate que jodió mucho al señor de Pío XII. Por tanto el señor Uribes MIENTE. Como su jefe. Al menos sí puede expresarse con frases complejas, no como su jefa ministerial.

Está claro que el sanchismo se asienta sobre la mentira y en la persecución de objetivos concretos. Son tan mediocres que deben proyectar sus miserias en la persecución de otros. Y sí, no hay que tener miedo a decir que es una persecución porque ante hechos más graves no han movido una pestaña. Ni jurídica, ni social, ni futbolísticamente se sostiene la sanción. Los más duchos en la materia jurídica seguramente observen indicios de prevaricación, de abuso de autoridad y de tráfico de influencias. Lo que queda claro es que Uribes miente pues en la sanción ni hay necesidad, ni hay justicia, ni hay proporcionalidad.

Post Scriptum. Las sanciones deportivas de este tipo deben tener un sentido formativo, educativo si prefieren, para los aficionados. Observar cierta hidalguía en el actuar dentro de un colectivo. Sin embargo, este tipo de sanciones lo que provocan es justo lo contrario. Ya se advirtió aquí del peligro del millwalización de la afición del Atleti, ese «Nadie nos quiere, nos importa una mierda», y las consecuencias que se puedan derivar de ello. Cuando se produce un abuso de poder, al final alguien un poco desquiciado, demenciado o loco puede acabar calzándole una hostia a un cargo público. Acción-Reacción.

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