Joseph Ratzinger luchó toda su vida `por mantener vivos los fundamentos de Europa: Grecia, Roma y Jerusalén. O lo que es lo mismo, lo filosófico, lo jurídico-político y el cristianismo. Desde esa base se construyó la Europa que se elevó a estructura occidental y cuasi universal, hasta que otros vinieron y la hundieron utilizando las armas negativas que ella mismo había generado. La suplantación de Jerusalén por diversas escatologías supuestamente racionales, históricas (en el sentido hegeliano), sociológicas y éticas permitieron la aparición de los monstruos irracionales, pasionales, animales que no dejan de ser constitutivos del ser humano dejado a su completo libre albedrío, bajo una falsa libertad que no deja de ser finita y limitada.

El vicepresidente estadounidense JD Vance expuso hace unos días un discurso sobre los valores que tenía que recuperar Europa, los cuales se habrían perdido en favor de otros valores no propios. Cierto. Los valores europeos actuales no serían propios en sí. Inmediantamente dijo que Europa debería volver a los antiguos valores que son los que comparte con EEUU… y ahí hay que decir «¡Echa el freno Magdaleno!». ¿Cómo que hay que compartir lo valores estadounidenses? Si son esos valores precisamente, incluso se podría decir que anglos y meter a Gran Bretaña en la ecuación por ser el lebrel imperial para las cosas de Europa, los que han traído por la calle de la amargura a Europa.

¿Sabe usted lo que está diciendo realmente? ¿Conoce la historia sociopolítica, ergo cultural, de Europa desde el final de la II Guerra Mundial, e incluso la I GM? ¿Sabe, realmente sabe? Muchos han aplaudido el discurso en Europa. Se han despellejado las manos aplaudiendo —como hicieron con el error del ordo amoris—, pero parece que los prejuicios les impiden ver lo histórico. Como no es de los “otros”, parecen suponer, el discurso es verdadero. Y ya. Pues no, no es verdadero tal y como lo ha planteado. De hecho, si Europa recperase los valores constitutivos de su ser a JD Vance no le gustaría nada.

La mascarada (neo-posmo)liberal

No se dejen engañar tan fácilmente por los corifeos del sistema, incluyendo los que sedisfrazan de antisistema, hoy la disputa ideológica principal no es entre neoliberalismo y neomarxismo, entre conservadurismo y progresismo woke, entre identitarismo y buenismo, el conflicto es entre liberalismo “a” y liberalismo “b”, con ciertos toques reminiscentes corajudos que no son más que un asustaviejas o disensión controlada. También podrían ser definidos como «liberalismo individualista» e «individualismo colectivista» —algo que siempre ha existido y los liberales tienden a ocultar—.

Tras los sistemas totalitarios de ruptura (nazismo, fascismo y comunismo) el gran consenso postbélico, principalmente auspiciado en Europa por la democracia cristiana, instauró el capitalismo como único mecanismo de mercado, con algunas correcciones del Estado; la no militarización europea (salvo Gran Bretaña y Francia); y la apertura mundial de la libertad destruyendo los imperios coloniales. Aquí EEUU utilizó bien sus armas y poco a poco, algo que se haría más patente desde mediados de los años 1950s, colonizó culturalmente Europa. Con la Coca Cola llegaría el cine, primero, como elemento de construcción mental e ideológica. El american way of life staba presente en cada film que se proyectaba en Europa en cientos de miles de salas. Europa y sus valores eran lo antiguo, lo moderno y bueno era imitar el modo de vida etadounidense. Sin Buddy Holly no habría Beatles, sin Muddy Waters los Rolling Stones o Cream, sin verano del amor en San Francisco, mayo del 68. Y sin las series no hubiese existido ese deseo, elemento constitutivo de la actual época, de vivir en casa unifamiliares, la macdonalización del mundo, ni nada de eso que no se sabe por qué acabó siendo lo deseado.

El camino del cambio ideológico

Mientras en Europa se comían los mocos, los popes de la escuela austríaca fueron acogidos por los anglos con fervor. En realidad por una parte de los anglos, en EEUU los primigenios neocon. Allí se fueron expandiendo las ideas austríacas, gastando ingentes cantidades de dinero, en publicaciones como Reader’s Digest y otras similares, especialmente del mundo evangélico. En Europa, salvo grupúsculos, no había debate sobre ello hasta que fue utilizado, al unísono, por Ronald Reagan y Margareth Thatcher. Así se incorporó como una carga de profundidad a Europa, la Europa del bienestar, lo que se llamaría neoliberalismo o liberalismo individualista. Tras la caída de la URSS los conservadores estadounidenses plantearían el fin de la historia y el último hombre —mucho más importante esto último que lo primero—. Con una Europa camino de la secularización total, sólo había que inyectarle el neoliberalismo del fin del mundo (su escatología), para poner al ser humano como único elemento verdadero. El nuevo dios que se había ido gestando desde el tiempo de las revoluciones. Si se le añade la predestinación, lo que supone que hagas lo que hagas, bien o mal, ya habrá sido decidido por otro. Si eres rico es porque una fuerza superior te ha concedido la gracia. Algo que ponía los pelos de punta a la parte católica de Europa, pero que está inserto en el pensamiento de muchísimos católicos de hoy.

La izquierda se quedó alelada. Por supuesto, aceptó el nuevo sistema económico e insistió en corregirlo un poco. Lo que no calculó es que no se puede corregir lo que no se puede. Una avalancha financiada profusamente por EEUU se lanzó al postestructuralismo, incluyendo muchos de que se suponía eran los popes del pensamiento de izquierdas, y abandonaron el análisis materialista para cobijarse en lo subjetivo, en lo difuso, en lo fluido. Pero eso no triunfaba en las facultades europeas pues se estaba más pendiente del liberalismo político de John Rawls, algunas pamemas éticas de origen kantiano, el debate constante y sin salida de Jürgen Habermas, el multiculturalismo de Will Kymlicka, o el pluralismo y la lucha de civilizaciones —teoría que tendría su importancia a futuro, pero que fue fabricada y financiada como ha hecho siempre EEUU—. La deconstrucción, lo postmoderno (invento canadiense) y la teoría francesa se desarrollaban al otro lado del Atlántico, pero nada podía con la sociología conservadora de Merton.

Cuando los demócratas estadounidenses observaron que se habían quedado sin armas, más cuando Bill Clinton había ganado por lo material, rebuscaron en sus cátedras universitarias para sacar adelante todo lo que nos ha llegado hasta el momento y que se llama generalistamente wokismo. En Europa, por su parte, la respuesta fue la Tercera Vía o el Nuevo Centro de Aznar y Blair. Hasta que los ataques islamistas propiciaron la penetración, con una serie de políticos con carencia intelectuales claras, de esa teoría crítica del buenismo, pero que encerraba un oscuro demonio dentro. Por el camino EEUU había conseguido la desindustrialización de Europa, la pérdida de sus valores propios, la deslocalización, la pérdida de soberanía (económica, política y cultural), la financiarización de su economía (Blackrock como gran agente del orden) y la dependencia militar del agente imperial.

Perdida la batalla material iniciaron los progresistas el ataque a lo social. Lo poco que quedaba en occidente como elemento cultural debía ser destruido. Bien por la utopía libertaria, bien por la utopía wokista. Y como sabe cualquiera que haya estudiado la historia, las utopías que se intentan llevar a cabo, acaban mal para las personas. El progresismo se tomó la revancha y se hizo con la cultura de la cancelación que había utilizado los neocons desde después de la II Guerra Mundial. Esto no supone que haya existido respuesta, ha existido y existe, pero alguno de los nuevos ofendidos conservadores siguen agarrados a lo material destructivo, mientras que algunos izquierdistas no saben ni donde están porque, hoy en día, regular el mercado es cada vez más complicado en el propio favor. Ni EEUU podrá, por muchos aranceles que ponga, parar la deriva. De esto se quejó, y mucho, san Juan Pablo II, al que farisaicamente alaban los ataques a los enemigos de la moral, pero callan con los enemigos del ser humano.

Recuperar Europa

Es deseable que Europa haga el esfuerzo de restaurar sus propios valores, pero esto supondría enfrentarse a EEUU. Dejar de ser la querida del emperador para tomar las riendas de su propio destino. Como hiciesen Alejandro Magno, Augusto, Carlomagno o Felipe II. Supondría acabar con el tratado de no proliferación de armamento nuclear y armarse hasta los dientes; impedir la existencia de bases estadounidenses en suelo europeo, permitiendo el noble arte de paso y cobigo momentáneo a un aliado (si es que es aliado); supondría la regulación de las inversiones de los fondos buitre que quieren acabar con la soberanía económica; supondría, en definitiva, romper todas las cadenas que han tenido atado a la roca a Prometeo; supondría mirar de igual a igual a EEUU.

Cuando se observa cómo algunos en Europa han tenido una experiencia mística con el discurso de Vance, paradójicamente aquellos que están con la palabra «soberanía» en la boca, ¿han pensado lo que supondría llevar a cabo ese discurso? Por cierto, un discurso muy postmoderno donde se tocan muchos temas superficialmente, lo que se dice mezclar churras con merinas, pero que esconde ese «deben seguir siendo como nosotros». Y no. Europa debe ser otra cosa. Igual hay que revisitar el medievo para conseguir un nuevo camino de salvación cultural, política y económica. Volver a lo propio que se ha mostrado no peligroso, totalitario, sangrante o deseoso. Volver a tener una espiritualidad no sólo religiosa, sino basada en el honor (el europeo es más de Junger que de Foucault), basada en la camardería, en a defensa de lo propio y los propios, «fe, razón y tolerancia», lo que no supone hacer el juego a los traficantes de seres humanos o de armas. No es obvio el camino, pero es segur que el que se tome no tiene que ser el que impongan desde Washington.

Post Scriptum. Ha hablado Vance de otros temas que serán tratados en próximos días. Y como pueden suponer, por mor de la incapacidad digital de leer textos largos, este tan sólo ha sido un esquema de lo acontecido.

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