La derecha mexicana tras su fracaso por generar un movimiento social, pretende incitar la intervención norteamericana para evitar lo que parece inevitable: la victoria de Andrés Manuel López Obrador en 2018.
La exigencia injerencista la encabeza Felipe Calderón quién ha ido al extremo de acusar a López Obrador de no condenar la represión en Venezuela, con la intención de ubicarlo como un político chavista, lo que puede pasar inadvertido para la mayoría de los mexicanos, atractivo y repulsivo para un par de minorías, pero lo que llama poderosamente la atención de Donald Trump.
La acusación ha permeado entre los republicanos, quienes han llegado a tocar abiertamente el tema, lo hicieron en la comparecencia del secretario de seguridad John Kelly ante el Senado a pregunta expresa del senador John McCain acerca de la amplia posibilidad del triunfo de la oposición mexicana, el secretario respondió que el triunfo de un izquierdista antiestadounidense no sería bueno para Estados Unidos ni para México.
Más que una simple estrategia carente de escrúpulos, es la traición al pueblo de México, al que trata de someter aún más a los norteamericanos, esta dependencia sólo ha dejado campesinos sin campo, obreros sin trabajo, maestros sin alumnos, alumnos sin escuela, empleos sin salario, mamás sin hijos, en fin, mexicanos sin patria.
La derecha está dispuesta a llevar a México al extremo de la dictadura, inscribirnos en la doctrina de la seguridad nacional promovida por Estados Unidos, con tal de evitar el ascenso de un gobierno democrático, la convocatoria de masas de López Obrador los hace sentirse perdidos, la disputa tú a tú morena contra el PRI y su cinturón de maquinarias electorales –llámense PAN, PRI, PRD, PT, PES, Nueva Alianza-, en su bastión, el Estado de México los aterra.
La propuesta de honestidad que representa López Obrador es revolucionaria para un país que se encuentra en una especie de fase terminal de esa enfermedad crónica degenerativa que es la corrupción, íntimamente relacionada con el colonialismo, esa vocación dependiente que históricamente ha caracterizado a la derecha. Así lo hicieron los conservadores que trajeron a Maximiliano, lo hicieron en la Decena Trágica los porfiristas Félix Díaz junto con Victoriano Huerta con quien Felipe Calderón guarda un asombroso paralelismo por usurpador y entreguista.
La Venezuela de Hugo Chávez es una referencia de dignidad nacional, con el pueblo que mejor aprecia la democracia según el informe Latinobarómetro, de acuerdo con esa medición en 2013, año de la muerte de Hugo Chávez, Venezuela llegó a los máximos niveles de apoyo a la democracia con un 87% siendo que México en ese mismo año tan sólo un 37% de los mexicanos la apoyaban.
En Venezuela hay un ataque imperial contra un Estado democrático que está siendo acorralado, sometido al caos para devolverle los privilegios a la oligarquía agraviada por la Revolución venezolana de 1999. La derecha del mundo se hermana para fustigar a las izquierdas a sumarse a la condena contra Nicolás Maduro que incluso ha llamado a un Constituyente.
Lo que vive Venezuela es la constante en la historia de los pueblos latinoamericanos. Chile es el principal ejemplo, vivió en carne propia la intervención norteamericana que promovió la contrarrevolución, la traición de Pinochet queda inscrita en la historia del sometimiento de los pueblos. Y en la actualidad, el golpe parlamentario que experimentó Brasil, el ilegitimo Michel Temer ahora resulta que hasta quiere ampliar su mandato al 2020.
Los cuestionamientos que la derecha realiza a López Obrador son una trampa para someterlo a la inquisición imperial, pero ni la Venezuela de Chávez es el infierno, ni López Obrador dirá lo que la derecha quiere escuchar. Lo cierto es que la derecha está dispuesta a exponer al pueblo de México a la dominación extranjera a través de la profundización de la dependencia económica y cultural para llegar al extremo de la dependencia política.
Hemos rechazado históricamente la injerencia estadounidense, basta con recordar el repudio a la expedición punitiva contra Francisco Villa. La perversa intención de la derecha convertiría al Movimiento de Regeneración Nacional no sólo en un proyecto de honestidad, lo que advertimos revolucionario en sí mismo, sino en un movimiento por la libre determinación, la no intervención y la dignidad nacional, esto es un auténtico movimiento de liberación.