Un primero de mayo extraño en todo el mundo. Sin manifestaciones de las diversas, en todos los sentidos, centrales sindicales a causa de la reclusión forzosa por la pandemia coronavírica. Habrá vídeos, manifiestos y memes que inundarán las redes sociales celebrando la efeméride y, en el caso español, dando gracias a que está un gobierno de coalición de izquierdas en el ejecutivo. Celebrando cuando no hay mucho que celebrar cuando llega esta fecha. Pero la postmodernidad sindical tiene esas cosas, han convertido una jornada de demandas, más allá de lo meramente laboral, en una especie de happening donde cada día se desvanece más y más la clase trabajadora. ¡Qué decir de ciertos personajes políticos que jamás han dado un palo al agua y que toda su vida ha estado dedicada a medrar en las diferentes plataformas políticas! Abandono completo de las demandas tradicionales de la clase trabajadora (¿escuchan a alguien hablar de explotación?) a lo que se suma la infección pandémica.
Es una gran falacia eso de que el coronavirus no entiende de clases sociales. La gran mentira de los promotores de la ideología dominante (con sus postmoderneces incluidas) para que no se vean las costuras del sistema. ¿Qué son sino las cientos de miles de personas infectadas por tener que trabajar en las actividades esenciales? ¿Qué son sino clase trabajadora los miles de infectados del personal sanitario? ¿Qué son sino todas esas gentes que están cayendo como moscas en las residencias? Según cierta parte de la dirigencia política simplemente clase media-trabajadora. El eufemismo ideológico más eficaz para destruir lo que sería la conciencia de clase. Hacer creer a todas esas personas que no son ese proletariado sucio, sino clase media (aspiracional eso sí). Esa clase que debe (así se lo hacen saber por todos los medios y publicidades posibles) cultivar el fetichismo de todas las tontadas que produce (en lugares lejanos, si se ve desde occidente, como ha demostrado la pandemia) para no ser “trabajadora”. No hay político trapacero que no hable de clase media-trabajadora. Pero son las personas de la clase trabajadora la que ponen los muertos y los infectados. Engañados, eso sí, por la publicidad de las muertes dentro del colorín o de la casta política, lo que provoca una distorsión respecto a la clase de los verdaderos caídos.
No habrá fiesta pero hay mucho por demandar. Claro que sin fiesta igual no es lo mismo, ni se puede aparentar igual. Lo que se llama hacerse la foto. Sin fiesta parece que las demandas ya no lo son igual. Cierto que hay cientos de miles de sindicalistas que trabajan en la defensa de la clase trabajadora, pero algunos están sólo por la fiesta, incluyendo a la gran mayoría de la dirigencia política. Esa misma que sólo saca a pasear la supuesta conciencia de clase cuando hay que aparentar, pero que se olvida de ella cuando aprieta el botón de su escaño para aprobar leyes contrarias a los intereses de clase. Hablando de fiesta es curioso como todo se convierte en festivo para quitarle cualquier atisbo de responsabilidad, de seriedad o de lucha. Las elecciones son la “fiesta de la democracia” cuando no es más que la elección de unos representantes que al minuto de recontar los votos abandonan esa re-presentación. El 1° de mayo es la fiesta de los trabajadores y trabajadoras, pero la lucha de clases se olvida en cuanto bajan del atril por mucho que hayan despachado los intervinientes un discurso muy reivindicativo. Lo mismo ocurre con el 8-M en la actualidad y esos golpes por salir en la pancarta y decidir quién sale y quién no. Por no hablar de todas esas demandas de la diversidad que sin fiesta parecen menos reivindicativas.
La clase trabajadora está poniendo los muertos y los infectados en esta pandemia y nadie se lo está reconociendo. Y no lo hacen porque doblegarse a ese reconocimiento sería reconocer que existe una clase trabajadora que es esencial para el funcionamiento no sólo del sistema sino de los países. En estos días las bolsas han seguido funcionando procurando buenos dividendos a la clase dominante. En estos días los grandes gigantes mercantiles han seguido funcionando mientras sus trabajadores caían uno tras otro. Lo que es fundamental, esencial, para el capitalismo ha seguido funcionando y lo que no ha parado. ¿Piensan que a las empresas con cadenas de producción en Europa les ha venido mal parar? No, incluso les conviene y han ahorrado “costes de producción” que han acabado endosándose a las cuentas públicas. Ahora que ya se hace insoportable económicamente estar parados, se vuelve al tajo sin que la clase trabajadora esté protegida contra el coronavirus. Millones de personas en los transportes públicos no es la forma más higiénica de ir a trabajar, ¿o no? Por mucho que se guarden distancias, tantas personas encerradas en una oficina crean un entorno de acumulación de bacterias importante y con las mascarillas y guantes no es suficiente porque la exposición es alta si hay alguien infectado. Hay que salvar el capitalismo y si caen trabajadores da igual, ahí afuera hay un ejército de reserva para ocupar esos puestos.
Una clase trabajadora infectada y abandonada pues las organizaciones que dicen que defienden sus derechos son transversales, diversas y multiclasistas. Pero como el lenguaje es performativo, esa estupidez demagógica de la izquierda postmoderna, si dicen muchas veces que la clase trabajadora saldrá bien parada de todo esto, como por arte de magia, se convierte en realidad y nada pasará. Mientras, la clase trabajadora infectada, soportando precios abusivos, sin casi ingresos, con el pequeño comercio (aliados objetivos de toda la vida) camino de la ruina, sin suficientes medidas de protección y con el deber de sonreír porque en televisión hay un tipo que se reivindica como bolchevique. Y el IV Reich de Angela Merkel y sus aliados o colonias europeas provocando que esta crisis, como la financiera, la acabe pagando la clase trabajadora. Justo cuando por culpa del austericidio la sanidad carecía de las infraestructuras necesarias para salvar vidas. Justo cuando han hecho de España un país de servicios de divertimento. La realidad es que podría haber sido aún peor porque en la derecha son todos sociópatas, pero hoy, siendo primero de mayo, igual es momento que más allá de lo posible (ese trágala de los últimos años) se pensase en lo necesario por una vez en las últimas décadas. En vez de sostener el sistema capitalista, intentar reivindicar al menos otra posibilidad. Nadie creará conciencia hoy porque la clase dominante ha conseguido desclasar a muchas personas, especialmente a la dirigencia política. Aun así ¡viva la clase trabajadora!