Si España fuese una democracia deliberativa y reflexiva, siguiendo el ideal habermasiano, sin duda no estarían en el poder los dirigentes actuales. Está muy bien jugar con ideales vistos más allá de la sombra de la caverna, pero la realidad es que las personas del común viven observando las sombras que proyecta el fuego. Un fuego alimentado por la casta política y la coalición dominante porque les interesa. Hoy en día priman las emociones, las máscaras, la triquiñuela, el despiste y el espectáculo antes que la información, la reflexión, el debate racional y la verdad, por ello cualquier análisis que se quiera hacer debe partir se ese substrato social alimentado por las elites.
Dice Arantxa Tirado, doctora en cosas internacionales: «Cada vez estoy más convencida que gran parte del problema con el auge de la ultraderecha y en la política, sobre todo en redes, es el analfabetismo funcional, mucha gente no entiende lo que lee, no tiene formación política, ignora conceptos y se pierde en los debates de ideas». Diego S. Garrocho, filósofo y director de Opinión de ABC, seguía una senda algo similar sin llegar a la minusvaloración directa de las personas: «Me pregunto cuántas páginas de Locke, Constant o Mill han leído los que jalean a Milei gritando “libertad”».
Ambos hablan desde el sufrimiento intelectual de observar de qué manera tan simple se lleva a las personas al huerto de cada político, pero la primera señala a las personas por su disfuncionalidad cognitiva, mientras que el segundo entiende que el populista y demagogo argentino recurre a lo artificioso lleno de algún cultismo para aparentar.
En ambos casos se señala que existe algún tipo de déficit entre la población que sirve a los engatusadores profesionales para conseguir sus fines. Cierto pero hay que volver al primer párrafo para entender desde el fondo en el que se parte, el cual en España está agudizado por la división social planteada por la casta política con el consentimiento de la coalición dominante —porque si la coalición dominante no quisiese o no le saliese rentable, este tipo de política, de división y de políticos no existiría—. Sin emociones y sin espectáculo seguramente no habría extremos, no habría estupideces, existiría mucho más aburrimiento y otro tipo de clase política, porque quien señala al votante sin señalar a una casta política completamente incompetente, inculta, soberbia y mezquina está engañando. Según es la casta es la gente que sigue a la casta. Y bastante más inteligentes serán las personas cuando lo que se observa mayoritariamente en la sociedad es hartazgo.
La mayoría de las personas están fuera de “lo político” por motivos muy diversos pero enlazados al hartazgo. No son personas con analfabetismo funcional sino todo lo contrario y acuden a votar por el que entienden el menos malo desde sus propios intereses personales. El problema se encuentra en el “ser-masa” que es quien llena las redes de odio, de seguidismo irracional y que es alimentado y alimenta a su vez a los medios de comunicación. Si se fijan por un momento, la mayoría de medios de comunicación alimentan la división y el bandismo apoyados en esos seres-masa que se abren y cierran según los momentos para captar más personas en sus estercoleros. Pasa en política como pasa en fútbol. Se busca aquel que ya ha sido subsumido por el ser-masa y tiene poca tendencia a pensar, no por analfabetismo sino por arrastre. ¿Eran incultos los alemanes que permitieron Auschwitz?
Por tanto, existen grupos medianamente organizados, con medios rendidos a lo irreflexivo —se recomiendan leer los artículos de opinión de medios como El diario, El plural, Público, El debate, Ok diario, El mundo, El país… para que verifiquen el nivel de vómito que contienen— y políticos cuyo único reclamo político es el “conmigo o contra mi”. Da igual que sea Pedro Sánchez o sea Isabel Díaz Ayuso. Paradigmático el caso de estos dos ignorantes que viven retroalimentándose y ninguno puede poner por delante gestión medio decente. La presidenta madrileña carece de cualquier tipo de gestión salvo una cuestión que comparte con Sánchez, la extracción de recursos de las clases medias para entregar a la coalición dominante. Si lo piensan seriamente, ambos políticos, que parecen completamente divergentes, hacen lo mismo quitar el dinero de la clase media para entregarlo a los ricos por muy diversos caminos.
¿Son idiotas los votantes de Sánchez como que se quejan desde la derecha? Tanto como los votantes de Díaz Ayuso. Porque si al primero le aguantan todo, también lo hacen a la segunda. Sánchez puede mentir todo lo que quiera que sus grupos (civiles y mediáticos) de seres-masa saldrán a batallar en favor de sus actos. Lo mismo sucede con los seres-masa de la presidenta madrileña con todos esos votantes católicos aguantando que les digan que los fundamentos de su religión son un artificio de envidiosos y garrapatas. Los han llevado a tal punto que los propios principios son inexistentes. Carecen de ética y de capacidad reflexiva, no por ello son ignorantes, ni entienden lo que leen, sino que lo que leen y lo que les alimenta está convenientemente manufacturado.
Esto no es nuevo. Los mecanismos de reproducción social han sido analizados desde la derecha y la izquierda (cada cual señalando al otro) para llegar a una misma conclusión sobre la manipulación en tiempos de la sociedad espectacular. Se vive casi en un continuo estado de excepción para anular todo lo posible las mentes. Si esto no lo ven quienes van fardando de títulos es que están igualmente alienados, o doblemente alienados.
Luego están las personas que, sin dejarse engatusar, votan según les va y lo que observan a su alrededor. Ante el estrépito de la situación, deciden votar por costumbre, otros si la situación material le es buena, otras con la esperanza de que cambie su situación material…, por tanto existe cierta reflexión del voto. Eso sí, existe una gran masa de españoles de derechas que votan por odio contra la izquierda y al revés, sin más motivo que ese odio alimentado por los políticos que poca o ninguna gestión tienen. Fíjense, da igual el color del dirigente, que quienes tienen gestión que ofrecer pasan de las divisiones, mientras que los que carecen de ella o tiene problemas se lanzan a utilizarla. Lo votantes no son idiotas, algunos están idiotizados por un enorme entramado de relaciones beneficiosas para las partes. No hace falta tener doctorados para percatarse de ello… o sí. Pero igual en otras materias.