Vendieron (la moto) de que renunciaba al oropel del poder ejecutivo de España para salvar a Podemos y, por ende, a la izquierda madrileña. Vendieron que sólo ÉL podría derrotar a las malvadas huestes del franquismo español. Vendieron que ÉL era el único capaz de enfrentar al fascismo –aunque no esté demostrado que exista algo así como el fascismo-. Vendieron todo lo que se les ocurría y se alegraron de establecer la contienda electoral en un Mesías vs. Loca. Pues resulta que al tercer día no ha habido resurrección, ni ha insuflado el espíritu santo en los demás, ni nada. Lo que vendían, desde medios de comunicación que todos conocen también, como la gran posibilidad, se ha quedado en aumentar ¡¡¡tres escaños!!!
Pablo Iglesias tiene tal ego que podría subirse a él y si se lanzase desde el mismo sería como lanzarse desde un 747 a diez mil metros de altura y sin paracaídas. Bien visto, cualquier persona puede tener el tamaño del ego que crea conveniente, el problema es que no acaban por percatarse de que a los demás les parece horrible. Más cuando no se tienen las capacidades que vende que se tienen. Decir que ni Enrico Berlinguer consiguió lo que ÉL mismo es una boutade de las que hacen época. Entre otras cosas porque ÉL no ha tenido a una red Gladio machacándole constantemente. Todos esas paranoias sobre persecución en los medios, como si a los demás no les diesen leña, no sólo ni se pueden comparar a lo que sufrió el comunismo italiano sino que demuestra no saber encajar las críticas. Si a ÉL le han adjudicado casos sospechosos de financiación, por ejemplo, a Felipe González le adjudicaron hasta 30 casos de supuesta corrupción que fueron rechazados en los tribunales –hasta su cuñado estuvo a punto de morir en un accidente de tráfico por la persecución de unos reporteros-. Además, no se sabe si por ignorancia o por mala fe en las comparaciones históricas, George Marchais o Robert Hue, comunistas franceses, consiguieron lo mismo que ÉL, entrar en un gobierno con mayoría socialista.
Normal que presentándose como lo más grande, como el mesías que venía a salvar a Madrid de no se sabe qué males, haya acabado estampado contra el muro de la realidad. Las personas del común le ven tan peligroso o tan extremista como a Rocío Monasterio, entre otras cuestiones, porque en su acción política se ha mostrado como un dictadorzuelo bananero. ÉL ha elegido todo desde que se aupó a la secretaría general de Podemos. De hecho ha elegido hasta lo que debían hacer los sacamantecas del garzonismo. Tomás de Aquino pensó y pensó sobre el misterio de la Trinidad, si hubiese conocido a Iglesias no le habría hecho falta tanta reflexión. En ÉL se encuentran el padre, el hijo y el espíritu santo. O dicho en lenguaje podemita, el progenitor no gestante, el hije y la identidad. Consiguió, para orgasmo de sus cada vez menos seguidores, que Isabel Díaz aceptase ese relato de lucha fascismo-comunismo y se creció pensando que todos los votantes madrileños que se sienten cercanos a la izquierda le acabarían votando a ÉL como nuevo libertador. Y no, no le han votado a ÉL sino a las personas que llevan pisando calle de antes. Porque desde la casa de Galapagar –el gran error de su vida política- no cuela acercarse a Vallecas a decir que se es como ellos y ellas. Ni cuela ponerle caritas a cuatro estúpidos.
En realidad, el mesías no conoce la realidad de la Comunidad de Madrid, ni de la izquierda madrileña. Por eso aceptaron gustosamente en el PP el tipo de combate que les proponía ÉL. Sin necesidad de debatir sobre cuestiones materiales sino sobre identificaciones ficticias, todo el monte es orégano. Con el añadido de que si criticaba a Díaz por las muertes en las residencias, todo el mundo le podría señalar a ÉL no porque la gestión fuese suya sino porque tenía la obligación de velar por el cumplimiento de lo correcto. Como no están las personas a su altura, según seguidores y ÉL mismo, no pudieron entender que todas las series que veía y los libros que leía eran para alcanzar algún tipo de nirvana espiritual que ayudase a España. Ha resultado que los madrileños son materialistas. Lo peor, si es que cabe algo peor, es que tal vez su presencia haya ayudado a la centralización del voto en el PP y en Vox, lastrando las posibilidades de la izquierda en el reparto de escaños –aunque el PSOE haya tenido su parte de culpa-.
Si es verdad que se marcha a su casa –o a la televisión de su amigo el independentista Jaume Roures-, todos saldrán ganando. Por suerte no habrá ni un Pablo Tarso que redefina el mesianismo morado, ni un Pedro sobre el que construir una iglesia. Entre otras cuestiones porque lo ha impedido ÉL mismo. En dos años de Podemos quedará el recuerdo, cuando menos en Madrid, y seguramente quienes asuman la imagen pública del artefacto virarán hacia otro tipo de aptitudes y de acción política. Madrid no ha sido la tumba del sanchismo, pero sí es la tumba –con una losa de mil kilos- del mesianismo podemita. Aguantar dos años, como estaba previsto anteriormente, al PP es poco comparado con tener que aguantar al mesías de la izquierda. Que en realidad ha sido el destructor de la izquierda porque todo lo que ha tocado o lo ha gafado o lo ha destruido. Ahí tienen Más Madrid que cuanto más se ha separado del podemismo, más sube en los votos. Sí no sirve para nada esos votos, pero las personas del común han demostrado que prefieren otras formas y otro discurso. “Igual no sirvo para unir” han sido sus ¿últimas? palabras… Nunca sirvió para ello y para desgracia de la izquierda se ha dado cuenta tarde.