Sí, va con un par de días de retraso pero había que esperar a las reacciones de algunos personajes para verificar ciertas. Además, como saben los lectores de este periódico, los fines de semana están completamente dedicados a la cultura del libro, a ver si se logra que algunos se animen más a leer que a estar enganchados a las redes sociales o a tener pensamientos propios —no lascivos se entiende— y no dejarse llevar por la propaganda y lo ideológico mermado por la dominación.

El presidente Donald Trump no ha tenido mayor ocurrencia que subir a sus perfiles en redes sociales una imagen suya, generada con inteligencia artificial, como Papa y con el dedo índice indicando que es el mejor, el number one. Si esto lo hubiese hecho en cualquier otro momento pues igual tenía hasta gracia, pero habiendo fallecido Francisco hace poco y estando los cardenales de Congregaciones Generales para preparar el cónclave que comenzará el 7 de mayo, pues igual no es tan gracioso. Poco se puede esperar de quien eligió el día de la misa funeral/entierro del romano pontífice para sentarse a hablar, en mitad de la basílica de san Pedro con Volodimir Zelenski. No parecía el momento, ni el lugar —en Roma hay hoteles suficientes, embajadas u otros lugares oficiales donde hacer el paripé—.

Al igual que sucede con otros mandatarios actuales parece que les gusta ser el bebé en el bautizo, la novia en la boda y el muerto en el entierro. Ahora también el papa en el Vaticano. Como es normal numerosos católicos, porque esto no afecta a todos los cristianos, le han afeado la conducta y ha tenido que borrar el mensaje. Lo peor es que hasta la cuenta oficial de la Casa Blanca redistribuyó la imagen. Si tonto el uno, tonta la otra, como se suele decir. Siempre se dice que eso no lo harían con otro tipo de confesiones religiosas y no lo hacen ¿por qué hacer burla del catolicismo, otra vez? Por la soberbia. Se cree impune ante todo y no le importa cachondearse de las creencias de otras personas. Eso sí, del evangelismo o de los baptistas del sur no hace chanzas. Ni se disfraza, aunque sea con IA, de Martin Lutero o de rey de Inglaterra como cabeza de la iglesia anglicana.

El cardenal Dolan, estadounidense para más señas, ya ha advertido que no ha sido afortunada la imagen. Conoce bien la soberbia y chulería presidencial y ha puesto cara de «otra más de este tipo». El problema viene con las respuestas de «otros», de esos trumpistas que pululan por España, que es lo que interesa, y que van dándose golpes de pecho como los más católicos del mundo —sin percatarse en muchas ocasiones que defienden posturas cercanas al protestantismo si no fuera por la misa en latín—. ¿Dónde están todos esos que van denunciando a cualquiera que dice algo que entienden como odio hacia el catolicismo? Escondidos bajo el yunque sin duda. En México, al menos, los yunquistas han salido a defender a Trump, pero ¿aquí? Alguno que otro ha sacado la patita a pasear defendiendo la «broma». Si hubiese sido Pedro Sánchez hasta los medios conservadores habrían salido en tromba, pero como es el amo del calabozo…

Ante todo esto cabe preguntar ¿son más trumpistas, con todo lo que eso significa, que católicos? Parece que sí. Parece que entienden el catolicismo como una ramificación de sus postulados ideológicos, no como lo que es, algo completamente separado de la mundanidad de lo político. Más en los tiempo actuales donde todo es farsa, polarización —que nada tiene que ver con lo agonístico o polaridad que dice Armando Zerolo—, tontadas en redes sociales y poca seriedad en el gasto de los impuestos de aquellos que emprenden y/o trabajan fuera de los presupuestos generales del Estado.

¿Dan al césar lo que es del césar y lo de Dios también? Dan a entender que sí, que su catolicismo tiene más de postureo, de ideología que de Verdad encontrada mediante la revelación. Si todo es en Cristo y con Cristo ¿por qué se venden por treinta monedas al trumpismo? Si existe una afrenta a lo que significa la Iglesia católico ¿por qué no defenderla? Luego van por ahí llamando tibios a los que no piensan como ellos. Pues justo, los tibios, han salido a señalar a Trump por el mal gusto, la chabacanería y la falta de respeto, como hicieron con el alcalde de Soria cuando se visitó de obispo e hizo el idiota. Al final va a ser cierto aquello de «Bienaventurados los mansos…».

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