No, en esta ocasión no es como otras que a Susana Díaz le da por comentar la actualidad política estatal por seguir en la pomada mediática. Esta vez el motivo está justificado pues ha clausurado, con aguja, dedal e hilo, el XVI Congreso de la Asociación de Constitucionalistas de España (ACE), que se celebró en la Universidad de Málaga bajo el título 40 años de Constitución: una mirada al futuro. Así pues, las declaraciones de la presidenta de la Junta de Andalucía estaban más que justificadas pues ha acudido allí en representación institucional. Cuestión bien distinta es que lo que haya dicho sea de interés para la población o una futura reforma constitucional. La cual, a juicio de Susana Díaz, debe producirse pero sin pasarse, que esto no es un proceso constituyente, ni hay impulso constituyente. Sólo para dos o tres cositas, no vaya a ser que nos dé por querer quitar la monarquía o apretar los machos al establishment. Y eso, desde luego, no está en su cabeza. Ella es más de coser y zurcir que de crear.
En el discurso de clausura no se ha movido mucho más allá de la Declaración de Granada (no la gente del PSOE que iría mucho más allá). Sí espera que, de llevarse a cabo, la reforma del texto se lleve a cabo con el “mismo consenso” que hace ya casi 40 años. Y que esta vez no se acuerde en el restaurante José Luis también sería de agradecer, pero no vamos a pedirle que recuerde eso. Recupera la figura del sacro consenso transitivo para esconder las miserias de aquel acuerdo que estuvo bajo la atenta mirada de la bota militar y de los intereses económicos internacionales y nacionales. En cierto modo, aquel consenso no será ya posible, por lo que pide “altura de miras y generosidad colectiva”. Lo que se antoja complicado con la calidad de los políticos y políticas que tenemos hoy en día, comenzando por ella misma.
En su visión de la reforma son dos las cuestiones fundamentales. Por un lado, blindar constitucionalmente ciertos derechos sociales, lo que no empece para que, como pasa en Andalucía, si hay que derivar enfermos a hospitales privados en vez de invertir en lo público, pues se haga mientras al paciente le operen. O que haya una educación garantizada siempre aunque sea mediante conciertos en colegios que segregan, o en colegios andaluces donde no hay refrigeración, o cuyos servicios de comidas los llevan amigos, tras quitárselo a la autogestión de los padres y madres.
Por otro lado, se debe reformar la constitución para dar más presencia a la Comunidades Autónomas, para dar cabida “a todos”, no sólo “para encajar una parte de España”. Digamos que vuelve al “¿Qué hay de lo mío?”, al “café para todos” y a la boina de Paco Martínez Soria. Díaz, y otros presidentes de comunidades, quieren, por ejemplo, una reforma del Senado donde tengan presencia y así poder ir a Madrid, a pasearse por los “mentideros capitalinos”. A la beautiful y a la izquierda caviar estas cosas les gustan mucho. Sí, son barones y baronesas en sus correspondientes territorios, pero no es lo mismo que acudir a Madrid. Critican el centralismo, pero bien que les gusta. Una reforma que sirva a quienes ejercen el poder regionalmente, pero sin pasarse con cosas catalanas, vascas, baleares o valencianas, que hay que ser “muy mucho español”.
Y Andalucía, tal y como ha destacado la presidenta de la Junta, estará contribuyendo “desde la generosidad, sabiendo que a esta tierra le va bien cuando a España le va bien”. Aunque olvida que cuando hay un proceso constituyente, lo lógico, lo consensual, es que las identidades pierdas sentido al ser en esos escasos momentos el Parlamento una transposición de la soberanía popular. Pero no, la boina no se les cae a algunos políticos y políticas. Así, Andalucía ha añadido “nunca plantearía una reforma a costa de ningún otro territorio, sino que tiene vocación de defensa de nuestro país, de la Constitución y de nuestro Estado de Derecho”. Pero sí a favor de Andalucía y del entramado (más parecido a “chiringuito”) administrativo y que se come buena parte de los recursos andaluces. Por eso quiere una reforma “ajustadita”, sin pasarse, no vaya a ser que a algunos rojos les dé por racionalizar las cosas y se acaben ciertos “chollos”.