Con verdaderos comunista a la izquierda del PSOE seguramente Pedro Sánchez habría dejado de gobernar en funciones y estaría comenzando el primero de sus cuatro años de legislatura. O habrían acabado a golpes y sin quererse volver a ver pero todo el país sabría que hay elecciones el 10 de Noviembre. No habría ni más reuniones, ni más postureo, ni más tonterías como las que la clase política nos está ofreciendo en los últimos tiempos. Los y las comunistas de antes eran personas serias, comprometidas y con una visión mucho más amplia que la que hoy nos muestran quienes se llaman herederos de aquellos (“Porque fueron somos” dicen). En primer lugar, aquellos comunistas (no hace falta remontarse al siglo pasado, por cierto) se habrían reunido durante dos días, como poco, a debatir qué hacer y cómo hacerlo escuchando todas las opiniones y propuestas. En el PSOE también lo hubiesen hecho pero ya se encargó José Luis Rodríguez Zapatero de acabar con el sentido del Comité Federal. Y una hablado y discutido de forma grupal y, más o menos pública, (en Mundo Obrero hubiesen dado cuenta breve de los debates y en periódicos afines habría habido columnas con distintas posturas) se habrían planteado las distintas opciones para llevar a las negociaciones.
En esta ocasión no ha ocurrido nada por el estilo. Un señor decidió por todo el mundo, con casi más de la mitad del Consejo Ciudadano dimitido por fracasos electorales, y su voluntad es la que ha prevalecido durante todo el periodo de negociaciones. Los comunistas, empero, hubiesen comenzado planteando la negociación desde lo programático, con dureza, con salidas de tono, con acusaciones de revisionismo o entreguismo, pero sabiendo que el contexto manda. La coyuntura, la correlación de fuerzas y todas esas cuestiones que provienen del análisis marxista son fundamentales para definir lo que se puede o no hacer. Los comunistas habrían forzado, seguramente, tras un primer acuerdo programático base reuniones conjuntas con PNV, ERC, PRC y Compromís para quitar o añadir alguna que otra cuestión. No negociaciones individuales primero con unos, luego con otros y seis programas de gobierno. Al contrario un programa de mínimos (o máximos que nunca se pueda dar nada por sentado) y paso al siguiente aspecto negociador: la entrada o no en el Gobierno.
Los comunistas de verdad hubiesen valorado estratégica y subjetivamente la viabilidad de entrar en el Gobierno, siempre entendiendo que dada la correlación sería de forma subalterna. Y desde ese análisis tomarían la decisión. En Francia pasó esto cuando François Mitterrand alcanzó el Gobierno. George Marchais se apartó de cualquier cargo al ser secretario general del PCF, ya que entendía que éticamente un dirigente de un partido no podía estar bajo el mando del mismo cargo pero de otro partido. La salvedad es que era una alianza pre-electoral, pero en Portugal han funcionado así en la última legislatura. Como ha contado hace unos días en la X Universidad Anticapitalista Francisco Louçã, del Bloco de Esquerda, sabían que ni unos querían tenerlos en el gobierno, ni los otros verse en el gobierno con los socialdemócratas así que negociaron sobre la base que tenían en común: un programa. En otros lugares se han pactado otras cosas sí, pero ¿cuál es la coyuntura? Por de pronto en Dinamarca son cuatro los partidos que están en el gobierno, de su padre y de su madre (desde liberales hasta roji-verdes). Y ¿en España?
En España ninguno de los dos contendientes de las negociaciones ha hablado de incorporar a los demás partidos desde la derecha nacionalista del PNV hasta los soberanistas de ERC. Si lo hubiesen propuesto el contexto negociador hubiese cambiado radicalmente (como aspira José Antonio Pérez Tapias), pero al no querer a esas partidos en el gobierno, ni esos partidos participar del gobierno estatal, la coyuntura es radicalmente distinta. O así habría pensado un verdadero comunista y no los postmodernos populistas del adanismo político que existe en España. Sólo hay que leer a Juanma del Olmo que el gobierno de coalición daría más empaque a la democracia española porque nunca se ha hecho. Tampoco se ha intentado la revolución y la democracia radical dentro de los partidos, pero los populistas recurren a cualquier aspecto innecesario o anecdótico para tratar de legitimar su posición. Una posición que difiere de la que hubiesen tomado los comunistas.
En Podemos no han presentado ningún papel con contenido programático hasta agosto cuando el PSOE les presentó a primeros de julio el suyo. Lo más que se recuerda sobre algo parecido a un programa es a Ione Belarra charlando con Ferreras sobre cinco puntos programáticos. Sí, eran cinco y sólo cinco los que manejaban en aquel momento porque, a diferencia de los comunistas (hay que recordar que Alberto Garzón se cansó de hablar de sentarse a firmar un programa primero, luego lo fusilaron), el programa les da igual sólo quieren cargos. Ahora se ponen dignos sobre el programa que les ha presentado el PSOE, como ha hecho Yolanda Díaz, cuando no les ha interesado en todo este tiempo. Si presentaron una copia de los papeles que les envió el PSOE (porque era eso y poco más) debió ser por vergüenza o por la estúpida pelea por el relato.
No interesando el programa, algo que es patente, los populistas que se dicen herederos del comunismo mundial (porque el español les debe parecer poco, de hecho hablan poco de los comunistas de 1970 para acá) sólo tienen los cargos en su mente. Poder, redes de poder, control de dinero y posibilidad de subvencionar a ciertas redes. No hay más que eso y controlar al resto del gobierno. Porque la primera propuesta era quintacolumnista y con la única intención de controlar al propio presidente del Gobierno. Y en el PSOE son socialdemócratas no idiotas. Luego llegó la exigencia de una vicepresidencia para Pablo Iglesias o en su defecto la vicepresidencia para Irene Montero, algo que fue exigencia para sentarse a hablar cinco días antes de la segunda sesión de investidura. Curiosamente desde Podemos están intentando ocultar la realidad pues hablan de dos días para negociar cuando no sucedió así. Es increíble que estas personas piensen que las personas son tan mendaces para creerse eso, salvo que sean seres irracionales, prototipos de las gentes en las redes sociales.
Los comunistas sin el primer paso no hubiesen acudido nunca al segundo porque saben de las tendencias a desviarse hacia el centro de los partidos socialdemócratas y la mejor fórmula de control no es compartir el gobierno sino el programa. Porque sin programa cualquier medida que tomase el gobierno debería ser acatada por disciplina al no tener un referente programático. Así que los comunistas saben que sin programa toca tragar con todo en todo momento sin posibilidad de crítica o ruptura sin caer en la contradicción. Esto a Podemos le importa poco o nada, el populista al carecer de discurso solido le vale cualquier programa o política siempre que toque poder. Lo primero no es hegemonizar el contexto discursivo sino tener sillones, mientras que para el comunista el cargo es lo segundo. No son frailes benedictinos los comunistas, quieren cargos a ser posible y si se dan las condiciones propicias, pero nunca a costa de hundir su propia organización.
Y hablando de organización encontramos la última clave de las diferencias entre los comunistas y los populistas postmodernos. Para los primeros la posibilidad de apoyar una investidura y mantenerse en la oposición no sólo es por la utilización del Parlamento como cámara de resonancia de sus propias demandas y de las críticas al gobierno cuando se desvíe de lo acordado, sino por la posibilidad de poder plantear, solos o en compañía de diversas organizaciones, movilizaciones de masas contra la acción gubernamental. La imbricación con el tejido asociativo y sindical es fundamental para un comunista al conocer, por experiencias históricas e internacionales, que cuando llega el acontecimiento o el momento de la protesta sólo desde esa coparticipación con las (personas) sin-parte se consiguen los objetivos. En Podemos se reúnen con algunas asociaciones, para la que trabajaron o fundaron algunos de los que están ahí, desde una posición de superioridad, tratando a las estructuras de movilización de masas como subalternas. El comunista, sin dejar de perder de vista el sentido de vanguardia, camina a su lado. De ahí la victoria en la huelga general de 1988, por ejemplo, o las pequeñas victorias logradas de miles de municipios a lo largo y ancho de España. No les subvencionan (o prometen subvencionar como hacen Podemos y PSOE) para que sean subalternas sino que acogen sus reivindicaciones, las hacen propias, al incorporan a su acervo y no les dejan tiradas a las primeras de cambio. Todo esto dicho en una época en que tampoco es que haya mucha movilización y la que hubo (15-M) no era transformadora sino quejosa de la pérdida de privilegios por parte de la bohemia burguesa o la izquierda caviar (salvo la PAH).
Como los populistas no quieren estructuras orgánicas, ni nada por el estilo, sino sólo ser movimiento la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon, el Movimiento 5 estrellas italiano o Podemos/Más Madrid necesitan el poder gubernamental, el poder de las instituciones para sobrevivir. Su estructura es completamente institucional sin relación de base, de lucha codo a codo, día a día, con los excluidos. Representan al pueblo pero sin pasarse, que siempre ha habido clases. Aquí radica otra diferencia con los comunistas que no es que se junten con el pueblo sino que son parte de él, algo muy distinto. Siempre se ha pedido a los intelectuales y quienes tenían trabajos de ese tipo (profesores, escritores, etc.) que tuviesen la valentía de abandonar los mecanismos pequeños burgueses que había adquirido por su desarrollo vital, en el caso de Podemos potencian ese cariz pequeño burgués y se alzan como los elegidos de la Historia. Una concepción que ya han olvidado hasta los comunistas.
Los comunistas no hubiesen rechazado la vicepresidencia, ni los tres ministerios, seguramente hubiesen negociado mejor, porque no hubiesen puesto nombre alguno por delante (como Iglesias con Montero a fin de asegurarse la sucesión) y eso da margen para hacerse con algún ministerio más incluso. Pero tampoco hubiesen, ni persistirían tras el rechazo, mendigado cargos. Hubiese habido gobierno con programa y sin cargos, con ambas cosas, o con ninguna dada la coyuntura especial que se vive en el país (sentencia catalana, crisis económica en el horizonte, desafección ciudadana, etc.). Pero hoy no estarían insultando a los demás partidos políticos que no piensan como ellos, sea ERC, sea PSOE, sea Compromís, sea el que decida no apoyar lo que “amado líder” ha decidido en comandita. Los comunistas eran y son serios, los demás…
Post Scriptum. Una cuestión graciosa de las no-negociaciones actuales y que define muy bien el porqué de darles igual el programa a la gente de Podemos. Aparece la neo-pablista Yolanda Díaz diciendo en televisión que el PSOE no quiere derogar las reformas laborales y que eso es un algo muy negativo y que les separa. Se olvida que en Podemos no tienen claro ni la abolición de la prostitución, ni los vientres de alquiler afectados como están por lo postmoderno, pero que es fundamental en la lucha feminista. No tratar el cuerpo de la mujer como un mero objeto de alquiler o un mero sujeto de explotación patriarcal. ¿Algo que decir? No al PSOE sino a las gentes que defienden eso en Podemos.