La charla que ayer ofreció Pablo Casado a sus dirigentes regionales fue sumamente interesante desde el punto de vista del análisis político. Tertulianos, todólogos y doxósofos de una y otra parte del espectro se habrán quedado con dos o tres titulares y la actitud que parece haber mostrado el presidente pepero, pero no han penado realmente en el discurso ofrecido. En una época de titular fácil y espectacular, sentarse, escuchar y pensar, aunque sea mínimamente, antes de escribir no es habitual. Contextualizar el discurso, entresacar de lo dicho algún hilo de continuidad o base medio ideológica y después ofrecer un sencillo análisis (que tampoco es que los discursos de Casado den para tesinas de grado) es algo que brilla por su ausencia pues se busca epatar al lector, llevarle a un lugar cómodo en vez de intentar que, tras leer el análisis, pueda hacer una reflexión propia e incitar a buscar incluso opiniones contrarias. Hace años, hacia los años 1990s, los periodistas sólo leían a los periodistas, se estaba creando un círculo vicioso endogámico, muy propio de los todólogos. Hoy en día siguen leyéndose entre ellos y ellas, con el añadido de que ni las columnas de opinión son revisadas y se busca, en la mayoría de ocasiones, lo chusco, lo banal, la tontería del twitter o una opinión exterior de un señor que piensa que en España se va vestido de torero y flamenca.
El discurso de ayer de Casado ha sido loado, como siempre, por la caverna mediática por presentar un alegato sobre la moderación y el sentido de gobierno. Visto sin más episteme que el interés de parte y la carencia de análisis, puede colar, pero la realidad es bien distinta. Hasta ayer el presidente del PP estaba gritando, vociferando y haciendo necrofilia (con muertos hasta de la batalla de las Termópilas) y no se cambia de un día para otro de registro y estrategia. ¿Qué ha pasado? Que se ha acongojado, por no decir que le ha venido un acojone enorme. La victoria inapelable de Alberto Núñez Feijóo y el batacazo de su candidato doberman en Euskadi ha sido un golpe en la línea de flotación del proyecto casadiano. Sólo hay que escuchar a IDA, a Francisco Núñez, al aceituno, a la marquesa y demás troupe que le arropa para saber que la mentira y el salvajismo político es la seña de identidad de su proyecto. Si ayer era un ser crispante, como se explicó aquí, ¿cómo es posible que hoy quiera aparecer como un ser de luz amoroso, con proyecto a medio plazo y moderado? Porque se está jugando el pescuezo. Cierto que Feijóo en su acción política es tan salvaje como IDA, pero las formas siempre ayudan al engaño y ahora Casado quiere intentar engañar a España.
Hecha esa contextualización para explicar el cambio que dicen los medios y el propio interfecto que se produce en favor de la moderación, hay que destacar que moderación es un concepto vacío en su boca. No ha sido nunca moderado y eso no se cambia de un día para otro. Cuando era vicesecretario de Mariano Rajoy era el lebrel que soltaban para dar bocados a la oposición desde el partido, como hacía Rafael Hernando desde el Congreso. Así se hizo un hueco en el PP de Esperanza Aguirre, otra víbora dialéctica, y allí mamó que es mejor lanzar mordiscos en todo momento. Su crianza fue en un corral de perros de pelea, en el que destacó lo suficiente para llegar a la presidencia, por lo que en sí su naturaleza no es moderada sino todo lo contrario. Si en las formas no lo es ¿cabe esperar que lo sea en lo ideológico? Ya se contó ayer que por mucho que hable de proyecto común, realmente su ideología es el individualismo más spenceriano que puedan encontrar. Curiosamente manifestó que prefiere perder elecciones a perder el alma y tiene razón porque su alma, si es que existe algo así y no es más que un eufemismo de ideología y entrega a la clase dominante, no es moderada y ello le ha llevado a perder elección tras elección.
Es mentira cuando dice que quiere un proyecto a medio plazo para España (salvo que medio plazo signifique dos años en su mente). Salvo aniquilar los nacionalismos periféricos, el españolista es propio y no lo quiere liquidar, no tiene proyecto para España como nación. Lo tiene para que los empresarios españoles puedan explotar tranquilamente a la clase trabajadora, para bajar impuestos a las clases pudientes, para que el “preparao” siga viviendo a cuerpo de rey, para que sigan con la acumulación por desposesión de lo público, para seguir al pie de la letra la agenda de la clase dominante en general. Pero ¿proyecto para España en términos globales? Ni hay, ni piensa en ello. Es todo mentira porque es esclavo, al fin y al cabo, del IV Reich en que se ha convertido la UE y del Imperio trasatlántico. Casado, y con él su partido, no piensa en su país en términos patrióticos, sociales, políticos, industriales sino en los términos que interesan a las distintas fracciones de la clase dominante. Casado no piensa en las españolas y los españoles, sino en algunos españoles, aquellos que detentan el poder económico y mediático. La actuación de IDA, de Moreno Bonilla, de Feijóo, que no distan de otra derecha como la de Torra, es el reflejo de carecer de proyecto de país como vende. Tiene un proyecto de venta del país, eso sí.
Le preocupa la situación del sistema de partidos y el sistema político en general porque está lleno de populistas (a derecha e izquierda señala), de personajes sin mirada larga (no como Felipe González y José María Aznar) y en una constante disputa sobre el titular, sobre lo que se ha dicho en las redes sociales… Están bien que le preocupe eso, porque preocupa a la gente de bien independientemente de la ideología que tenga, pero cabe recordar que desde su partido se ha señalado a un diputado por estar durante la pandemia viendo videojuegos (¿qué debía hacer, leer a Kant?); desde su partido se ha insultado al padre del vicepresidente segundo; desde su partido se ha criticado si Pedro Sánchez daba muchas ruedas de prensa; desde su partido se quiere crear una comisión para ver qué ha pasado con una tarjeta de un teléfono móvil, cuando eso es del ámbito privado; desde su partido se está a todas las tonterías mediáticas y tardan poco en sumarse a la alegría de la política espectáculo. Por tanto, si el análisis es acertado (se lo han hecho, no lo duden) ¿por qué su praxis política es contraria a ese análisis? Porque no está en su naturaleza ser moderado, ni estar centrado, sino lanzarse al salvajismo político. Hacer política desde parámetros racionales, sin quitar su punto de emotividad y voluntarismo, exige a las personas tener capacidad racional y por ahí llegan los problemas. Además, no se percata Casado que para ser moderado hay que tener capacidad de diálogo, de consensuar, de ofrecer alternativas sólidas, mientras que él y su partido (como cuando brama don Teodoro) quieren imponer sus ideas y propuestas. Recuerda a Manuel Monereo, el gran conspirador de la izquierda, que siempre tiene razón y si no también.
Además de intentar ser moderado, tener un proyecto de país y presentarse como verdadera alternativa de gobierno, no cumple ninguna de esas condiciones autoimpuesta y la última es por descarte del resto del trifachito, también se presenta como centrado. Pero no personalmente sino por el juego matemático de centro-derecha, centro-izquierda, el centro del centro y todas esas exquisiteces de ideología dominante, apoyadas en empirismo electoral (por tanto idealismo). El centro no existe y Casado no es una persona centrada. Para aspirar al centro hay que ser una persona centrada y quien miente hasta con las fotos de sus vacaciones (confundir Santiago de Compostela con Harvard sucede), no es de confiar. Un mitomaníaco no es una persona centrada sino devorada por ocultar la mentira de la mejor forma posible. Si a eso se le añade una enorme soberbia, típica del mentiroso compulsivo, la centralidad del alma no parece posible. Y en su partido menos. No puede aspirar al centro (que no existe en realidad sino que es una ficción ideológica) cuando son la bancada de la bronca; cuando en cuanto la ultraderecha asoma la patita corren a ver si superan la barbaridad que hayan dicho; cuando ninguna de las personas que son parte de la cúpula dirigente tiene una personalidad dialogante y moderada; cuando entre Alonso (moderado) e Iturgaiz (salvaje) eliges al más asalvajado; cuando acusas al gobierno de comunista (si encuentran un comunista notifíquenlo por favor) y te amedrentas cuando hay que hablar del franquismo (al menos los fascistas no ocultan sus orígenes); cuando ante el saqueo del emérito te lanzas a defenderle y acusas a Sánchez de querer traer la República, cuando ha sido claro en la defensa del actual monarca. ¿Por qué? Porque realmente es todo mentira y ficción porque están acongojados de verse en la calle y sin trabajo. Quedan, como poco, dos años para las próximas elecciones y se van a hacer muy largos para alguno si quiere ser moderado de forma impostada… si no le bajan del sillón antes.