Ayer fue día de recomendaciones, por parte de la ultraderecha, de acudir a consultas psiquiátricas a los periodistas. Más bien quienes debería acudir son otras personas, que están en al parlamento para más señas, y que asombran con sus discursos diarios. Desde luego en Vox deberían acudir todos, especialmente aquellos que muestran mucho resentimiento como Macarena Olona, pero en el PP tampoco deberían dejar de visitar algún diván de psicoanalista, ya que las consultas psiquiátricas en Madrid tienen mucha lista de espera y no hay médicos de primaria para tramitarlas. Pablo Casado es soberbio, siempre quiere ser el principal protagonista, desea ante todo que le amen las masas infantilizadas (así piensa que es el pueblo español siguiendo la estela del viejo liberalismo), pero la realidad es que por mucho que diga y hable aquello difícilmente va a pasar ya que no deja de ser un mentiroso compulsivo carente de cualquier ideología. Dice ser liberal pero sus palabras contradicen constantemente los postulados de esa ideología. Afirma que el progreso español lo han construido las víctimas sin percatarse de que por ser víctimas y haber fallecido poco han construido. Pide al gobierno algo que ya han firmado en los acuerdos post-confinamiento y a los que no ha presentado una sola propuesta legislativa para que las Comunidades Autónomas tengan la capacidad de retirar algunos derechos fundamentales. Dicho de otra forma, para que se pueda confinar sin estado de alarma. Lo curioso es que reconoce implícitamente que sin ese estado de alarma no es posible el confinamiento (como dice la judicatura catalana), aunque ideólogos del libertarismo de derechas siguen insistiendo en que es posible sin vulnerar los preceptos constitucionales.

Todo ese marasmo de ideas, propuestas inanes y mucha mercadotecnia (que le ha costado una derrota épica en Euskadi) hace que su cabeza al final sea como una caja de sastre donde hay de todo pero de forma inconexa. Por ejemplo, acusó a la sociedad española de no saber votar porque los “herederos de ETA” sean segunda fuerza en el parlamento vasco (llevan siéndolo varias elecciones, pero no le quiten el gusto de pensar que es por primera vez). Faltó decir que la sociedad española es idiota y está enferma. Seguro que lo pensó porque tiene la enfermedad del nacionalismo, en este casi españolista, y muestra siempre las mismas patologías, sea en Cataluña, sea en Madrid. Lo tremendo de la sentencia no es acusar a la sociedad española de votar lo que a él no le gusta, es feo y horrible echar las culpas al empedrado siempre, lo tremendo en sí es que reconozca que existe una sociedad, algo completamente contrario a sus postulados neoliberales (a los que dice defender, aunque no es más que un monigote de la clase dominante). Desde aquel grito de euforia de Margaret Thatcher “¡La sociedad no existe, existen los individuos!”, toda la derecha occidental ha sido individualista. Cuando José María Aznar decía que el gobierno no era nadie para decirle si se tomaba una copa o dos y cogía el coche, estaba expresando individualismo. Cuando la borjamari borroka salía a golpear las cacerolas (usándolas por primera vez en su vida por el aspecto de las mismas, bien nuevas, bien estilo de las mismas) no defendían derechos colectivos sino individuales, los de cada uno para hacer lo que les dé la gana cuando les apetece. Cuando en el PP defienden a muerte a los empresarios (además de por ser el partido de la clase dominante) y el emprendimiento lo hacen en defensa de la individualidad de cada uno, no como colectivo uniforme, para controlar los medios de producción y la reproducción social. El mal empresario no cabe en sus peroratas, aunque sí el que es parásito del Estado. Cuando defienden la educación concertada siguen una línea de derechos individuales aunque hablen de familias y oculten una clara discriminación de clase. Toda la política del PP es individualista salvo para proteger a la clase dominante y al “preparao”.

Toda la doctrina de la teoría de la acción racional, que está muy extendida en las ciencias sociales, también en el ámbito electoral, considera que el individuo (ese ser humano que se crea en los albores de la modernidad y que antes no existía política y teóricamente) hace una elección pensada, distinguiendo entre las alternativas que se le plantean y de ahí decide su voto. Salvo los ancianos y ancianas de las residencias que son llevados a votar y que no deciden, en el resto de casos se supone que así funciona el individualismo electoral. Así lo dicen desde el neoliberalismo y por ello se quejan de los populismos que activan la parte irracional del ser humano para conseguir el poder. Según la misma ideología neoliberal la culpa de la derrota electoral del PP en Euskadi es culpa del PP que no ha sabido ofrecer (como era evidente al presentar a Iturgaiz) lo que el gran público demandaba. No ha sabido adecuar su oferta a la demanda, ni crear una demanda con una oferta distinta. Pues todo esto que se viene utilizando para esconder a las clases sociales y sus conflictos, los posicionamientos ideológicos, el camino de todos los partidos hacia el centro y demás cuestiones que empobrecen la política en favor del dominio de clase, todo esto lo hunde Casado al proclamar que sí que la sociedad existe y es idiota por no votarle a él. Si hay algún votante racional seguro que deja de votarle si alguna vez lo ha hecho. Pero demuestra al final que sus postulados no dejan de ser una gran mentira en favor de los empresarios, mientras distraen a las masas con derechos individuales (por cierto, como hacen desde la izquierda postmoderna en favor del sistema).

La sociedad acaba existiendo cuando se trata de culpabilizarla mientras todo el sistema lo quieren afianzar subjetivamente en el individuo como ser todopoderoso, algo que es muy discutible si no existe una sociedad que actúe como mecanismo reproductor de las relaciones sociales del sistema en sí. Debe acudir al psicoanalista Casado por tanto porque parece afectado de dopplegänger con una versión neoliberal para la construcción ideológica y un sosias para lamentaciones. No es el único que debería pasar por el diván porque lo de Isabel Díaz Ayuso es casi peor y a cada día incluso lo corporal, especialmente lo facial, comienza a ser inquietante. Es cierto que la victoria de Alberto Núñez Feijóo ha sido devastadora para su imagen de único ser capaz de vencer a los socialistas y a los comunistas (que siguen siendo buscados porque en el gobierno no aparecen), incluso con muchas miradas puestas en su sillón de la calle Génova al que quieren poner otro nombre, pero en vez de reforzar su supuesto compromiso ideológico neoliberal e individualista, acaba devorado por el reaccionario que viene a ser su verdadero rostro.

El PP ha aceptado la violencia de género como concepto a regañadientes, para distinguirse de la ultraderecha, pero en su fuero interno e individualista siguen creyendo que no existe una estructura patriarcal que actúa como incitadora de la violencia contra las mujeres, sino que son hechos puntuales de violencia doméstica. Eso que tiene reprimido Casado dentro acaba saliendo cuando comprueba con alegría que en Andalucía niegan la existencia de la violencia de género desde el gobierno pepero. La pulsión de aparentar ser neoliberal y ser realmente reaccionario, algo que no le pasa a Feijóo que es conservador y lo acepta, acaba por llevarle a posiciones similares a las de los liberales italianos, antes de la contienda de la Primera Guerra mundial, que acusaban a la izquierda de estar al servicio de intereses inexistentes como la lucha de clases, pero afirmaban trasladaban la lucha de clases al ámbito de la naciones, la lucha entre naciones por construir hegemonía imperial. Eso sí es lo que le gusta a Casado, ser parte de un Imperio pero como no lo puede decir abiertamente, sufre por dentro y acaba diciendo incongruencias como apoyar con la boca pequeña a Nadia Calviño y alegrarse de la elección del candidato irlandés, propuesto por el PPE, que no deja de ser el tonto útil del imperialismo económico de occidente.

Así, mientras pasan los días y la realidad acaba mostrando algo alejado del idealismo neoliberal, la cabeza de Casado comienza a fallar, le provocar declaraciones raras, le obligar a ejecutar acciones extrañas, tanto como para comprarse diez kilos de vaselina líquida para intentar defender al “preparao” y no criticar al emérito de las comisiones y la máquina de billetes. La realidad está pudiendo con un Casado al que prepararon para la política espectáculo propia del sistema de dominación capitalista, pero por cuyos intersticios acaba surgiendo lo real de vez en cuando y desmontando estrategias y cabezas. Un paso por el diván le vendría bien, aunque para lo que le queda en el convento…

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