La Ley Trans (transgenerista, cabe recordar) está ahora en todas las “portadas” de los medios de derechas (la mayoría). En los progres, salvo contadas excepciones como El Común o Diario 16, ni aparece crítica alguna (salvo algún amago en forma de artículo de opinión en el liberal El país). Ese “ahora” es clave porque hasta que no se han percatado de que había una ley que podría ser utilizada para atizar al Gobierno, ni le habían prestado atención. Y no le había prestado atención porque, en realidad, a la mayoría les da igual lo que se legisle. Les interesa en tanto en cuanto pueda utilizarse como arma de una guerra de buenos y malos.
El posicionamiento contra la autodeterminación de género no es de ayer, ni de cuando ha llegado la ley transgenerista al Congreso, es de hace bastante tiempo atrás. Con virulencia, por parte de Podemos contra las feministas, desde hace cuatro o cinco años. Justo desde el momento en que el movimiento feminista español no tragó con dejarse subsumir en el podemismo o en el entorno de los lobbies gays. Desde ese día les pusieron la cruz a las feministas y se lanzaron a acabar con ellas mediante la ideología queer. En la derecha mediática disfrutaban, especialmente los machirulos, porque suponían era una pelea entre feministas. Error porque entre las feministas hay mujeres que votan a unos partidos u otros. Las hay más liberales y más comunistas (de las de verdad no de las inventadas por los medios).
El desconocimiento del feminismo (si hubiesen leído a Alain de Benoist o a Chantal Delsol, por ejemplo) sabrían perfectamente qué es el feminismo, les gusten unas cosas más o menos, pero al menos saber qué es. Da vergüenza leer a algunos que se autocatalogan de “intelectuales” hablar del feminismo con tanta vaguedad y desconocimiento. Normal que esto de la ley transgenerista lo metiesen en el bolso del feminismo y le diesen tan poca bola. En algún medio sí han dicho algo de los vetos al libro de José Errasti y Marino Pérez Álvarez (Nadie nace en un cuerpo equivocado, Deusto) y alguna bronca como la expulsión de IU de Lidia Falcón. Lo primero tratado como un veto a la libertad de expresión por parte del feminismo y lo segundo como una purga de Alberto Garzón. Es decir, fuera del verdadero contexto en que se venía produciendo.
Cuando el PP ha sacado adelante leyes generistas (¡Ay madre que los nuestros también son woke!) han callado o no le han dado importancia. Al fin y al cabo, multar a cualquiera por decir que una persona con barba y pene no es mujer (80.000 eurazos) no les parece un atentado a la libertad de expresión si lo dicen “los suyos”. ¡Ah, pero cuando lo dicen los otros! Ahí sí que salen a atacar pero tarde, mal y desinformados. Parece extraño que habiendo mujeres que desde hace más de cuatro años vienen contando lo que iba a pasar, que una vez se filtró el borrador de la ley se pusieron la voz en grito, que vienen sufriendo el acoso y los ataques en redes sociales, se comience a hablar cuando la ley ya ha pasado al Senado.
Ni cuando se tramitó por la vía de urgencia, ni cuando se conoció todo el contenido de la ley, esos medios de derechas muy derechas dijeron esta boca es mía. Ni una protesta, ni una lamentación, ni un estudio, ni buscar a profesionales de la medicina, ni de la psicología, ni de las mujeres feministas para que hubiesen contado lo que hay de malo. Silencio con algún amago de sorpresa. Paradójico es que la Iglesia católica desde hace cuatro años sí venga quejándose de la situación (con argumentos similares a las feministas unas veces y los suyos propios otras) y medios afines hayan estado callados hasta que no es posible hacer mucho más.
Cuando en el 40° Congreso del PSOE las feministas se lanzaron al ataque, siendo conscientes de que podía ser purgadas, se habló, quienes lo hicieron, de pelea por cuotas o por cuestiones relativamente importantes. Esos mismos medios hoy braman contra la ley. Así han llegado a una alianza con Irene Montero sin haberlo premeditado (o sí, que nunca se sabe) para que la ley salga adelante. El lobby gay español tiene mucha mano en la publicidad que reciben los medios y es un grupo consumidor protegido. Desde ahí se calló lo que suponía la ley transgenerista y se hablaba de cuestiones relativas a banderías de partido cuando, de haber hecho su trabajo periodístico (acorde a cada línea editorial), toda la sociedad habría tenido consciencia de lo que supone esta ley antes de tramitarla.
Ahora con todo tramitándose, sin debate, y vendiéndose en los medios como batalla cultural (que en parte lo es, pero no en lo profundo), como arma arrojadiza o como algo feminista ya no hay vuelta atrás, ni posible presión sobre el PSOE (que es el partido que menos claro lo tiene) o el PP (que no derogará la ley). No hacía falta esperar a que el Consejo de Estado o a la Abogacía estén advirtiendo que es muy posible que sea inconstitucional, si los medios hubiesen hecho su trabajo podría saberse… Bueno con haber leído a las abogadas feministas que venían diciéndolo habría bastado pero no, al desconocer el feminismo piensan que es lo mismo que Montero y cuchipandi.
Los medios de derechas que ahora tan amargamente se quejan son aliados de Montero en sus delirios generistas. Los columnistas que ahora claman al cielo, con bastantes errores por cierto, son aliados de Montero. Todos pudieron haberlo dicho pero callaron incluso cuando desde la Iglesia se estaba advirtiendo del peligro. No vaya a ser que les confundan con los del clériman o las feministas. Fíjense lo poco que se quejan Alberto Núñez Feijóo o Isabel Díaz Ayuso… esperarán a ver si alguien lo denuncia y lo hacen inconstitucional y si no pues a otra cosa. ¡Que se jodan las feministas! Hasta que les toque y se asombren. Así han actuado en los medios. Con hipocresía antes (el negocio es el negocio) y con hipocresía ahora (realmente les da igual el tema salvo para atizar al Gobierno). Ni el bien común, ni nada. Partidismo y oligarquía. De los oligarcas y de los que los sostienen desde los medios.