La nesciencia de los dirigentes de derechas no solo se manifiesta en su pobreza intelectual, extensible a otros lares, sino en la completa incapacidad para hacer las cosas bien cuando no están mandatados por la coalición dominante. Manifestarse es un derecho constitucional, el cual se debería ejercer mucho más a menudo, y hasta ahí no cabe reproche alguno a la dirigencia de derechas que alienta (¿o alentaba?) las concentraciones ante la sede del PSOE en la calle Ferraz.
Creen que con la Amnistía que anda negociando Pedro Sánchez se traspasan líneas éticas, políticas y sociales inadmisibles y desean protestar. Perfecto. Correcto. Pero háganlo bien porque de modo contrario van a quedar como idiotas. Hay dos aspectos que deben ser destacados y que hacen mal: uno, la acción propia de protesta; y dos, el contexto en el que se realiza y las consecuencias de ello.
Respecto al primer punto, cualquiera sabe que en una manifestación se te pueden colar elementos extraños, incluidos de la propia policía o demás fuerzas represivas del Estado, que tienen la única intención de deslegitimar la protesta haciendo recurso de la violencia o la provocación. Desde tiempos inmemoriales los sindicatos de clase (los de ahora son sindicatos multicolor y desclasados) utilizaban sus propias fuerzas de seguridad. Se veía a sindicalistas con su brazalete de “organización” inspeccionando la marcha o la concentración para evitar esos elementos extraños o al primer imbécil que se creía revolucionario. Se le invitaba a salir de la marcha, incluso entregándole a la policía, y a otra cosa.
Quienes han comunicado las concentraciones frente a la sede del PSOE y aquellos que las han alentado (léase PP y Vox) han descuidado la propia organización. Habrán pensado que “los suyos” son prístinos y puros en la comisión de actos violentos, pero no han pensado en el gilipollas de turno que la va a armar, ni en los elementos extraños que se les pueden colar. Normal que haya pasado lo que ha pasado. Tampoco han pensado que la Ley mordaza que ellos mismos aprobaron se les podría volver contra ellos. Así han recibido palos y gases por idiotas, el segundo día, y han dejado imágenes patéticas el tercero. Rápido han salido a decir que la violencia no conduce a nada pero cuando desatas al perro furioso ya no lo puedes controlar, mucho menos sin organización. Cierto que muchos concentrados han abucheado a las Isabel Peralta y demás, pero bien que han jaleado a los más tontos del lugar como Alvise, Vito Quiles y demás estúpidos profesionales. Y pasa lo que pasa, que algo legítimo acaba siendo arrastrado a donde no se quería.
(Intermezzo: es muy gracioso ver al filósofo “buenista” Miguel Ángel Quintana Paz alentado a la violencia con el uso de la Biblia y algún doctor de la Iglesia como santo Tomás de Aquino. Cualquiera que sepa algo de teología es consciente del salto entre lo meramente judaico y lo cristiano respecto al tema, al igual que aquel que haya leído la Summa Theologiae u otros escritos del aquinate. Y sí, sí estamos preparados para esta discusión)
El segundo punto, el contexto, tiene su importancia en todo lo que viene sucediendo. La concentración del domingo bien estuvo, incluso la del lunes tenía su sentido contextual, pero la siguiente ya era estúpida a tenor de lo que venía aconteciendo en Waterloo. Tener al “muy inteligente” Santos Cerdán tres días esperando para reunirse con Carles Puigdemont en un hotel debería ser suficiente para analizar que igual las cosas no van tan bien. Por mucho que digan desde el PSOE que el tema está cerrado y solo esperan que el fugado de su visto bueno, las informaciones que llegan son distintas. Las cosas están torcidas porque Puigdemont, más tras la imputación por terrorismo (los que duden que observen la legislación PP-PSOE y vean qué se considera como tal), en realidad no tiene nada que perder tanto si hay pacto como si no lo hay. Sin embargo, Sánchez está jodido.
Y lo está porque ya no tiene vuelta atrás. Ya no puede decir que él no ha querido tragar con todo lo que le han pedido los secesionistas porque se ha comido la más gorda. Sánchez era un cadáver político respecto a unas futuras elecciones, con su electorado más que mosqueado, pero los idiotas de PP-Vox le vienen a salvar. Permitiendo que en las concentraciones se cuelen elementos extraños, que aparezcan los más tontos de cada partido gritando consignas retrógradas o que haya violencia provocada un supuesto fascismo inexistente (son cuatro y el de la bandera) logran que el relato o la dicotomía falsa Aministía-PPVox tenga consistencia. Son torpes hasta decir basta. Nescientes totales.
Cuando tenían a Sánchez en el punto exacto de tener que tragar con lo que fuese, por asqueroso y ruin que sea, van y le conceden una salida, una vía de escape. Ahora ya no vale decir que atacar las sedes del PSOE es malo, cuando el fin de semana pasado lo justificaban. O que la violencia no conduce a ningún lado y que hay que ir a las concentraciones del 12 a las 12. Ahora todo eso ya da igual porque Sánchez y sus conmilitones ya tienen lo que necesitaban. Incluso, tras decir el PNV que todavía no hay acuerdo y que van a pedir el oro (dejando al moro más abajo, por seguir con el dicho español), le van dar argumentos para rebajar las peticiones del resto de fuerzas. Si Podemos tenía alguna estrategia de última hora, se debilita.
Teniendo el argumento más legítimo de los últimos años para hacer las cosas bien, van y la cagan. Y no se olviden de Isabel Díaz Ayuso, la libertaria del capitalismo de amiguetes, que bien que azuzó y ahora está escondida con MAR (no se sabe si bajo el efecto de algún efluvio) porque son conscientes, al menos el segundo, de haberla cagado pero bien. El argumento de cualquier persona de la postizquierda española se lo ponen en bandeja: «¿Quieren gobernar España y no saben ni organizar una manifa?» o «¡Veis como hay que seguir en la lucha antifascista!». Esta es la clase política que hay. Todo lo que se les insulte es poco. Alberto Núñez Feijoo, Santiago Abascal sois nescientes.