Evidentemente, de formas sentimental, esto es, subjetivamente en el PSOE debe haber miles de afiliados de izquierdas. De una forma postmoderna son de izquierdas por sentimiento o de corazón, no por racionalidad. También hay miles de personas cultas y versados en distintas artes, pero de lo que se habla aquí es de cultura política de izquierdas. No progresismo, porque los liberales o los libertarios son tan progresistas como pueden serlo los indeterminados postmodernos o los postsocialdemócratas. Todos liberales, en realidad, pero ocupando las dos caras de la misma moneda del sistema.

La pregunta versa sobre personas, afiliados, de izquierdas o cultura política. Esto es, que sepan qué es el sistema y se opongan, de forma reformista (no hay que pedir revoluciones a un socialdemócrata) o de forma evolucionista, al mismo. Personas que sepan distinguir un halago interesado del capital o de los aparatos ideológicos. De hecho, con que supieran qué son los aparatos ideológicos, sus funciones y su praxis sería suficiente.

No hace mucho, en tiempos de Felipe González que parecen lejanos pero históricamente son ayer mismo, cualquier halago de un medio de comunicación del capital era utilizado por las gentes de izquierdas para decirle a su secretario general que estaba desviándose. Incluso en los Comités Federales había quien osaba, léase Antonio García Santesmases, utilizar las encíclicas de Juan Pablo II para señalar a Felipe que el pontífice estaba más a su izquierda. Luego llegó el rey nubes, José Luis Rodríguez Zapatero, quien se autoproclamó como la única izquierda posible. «La izquierda soy yo» pensó y se acabó el debate. No llegó al extremo de Alfonso Guerra de decir «a mi izquierda el caos, no hay nada», pero actuó como si así fuese llenado el PSOE de toda postmodernez que pasase por allí.

Se acabó el debate, incluso en las Agrupaciones, y se acabó la militancia pasando a ser afiliados o fanáticos del secretario general (quien fuese), o ambas a la vez. La movilización para llevar a Pedro Sánchez por segunda vez a la secretaría general fue el único momento en que tuvieron cierta actividad política. Poco debate. Nulo más bien. Allí llegaron guerracivilistas amargados, republicanos que no saben qué república desean, secesionistas ocultos, noesnoístas que dicen que la izquierda es lo que diga el secretario general, gentes que se afiliaron por un euro y no se supo más de ellos y mucha incultura política. Algunos advirtieron que podían poner en papel hasta la decapitación del rey pero que en realidad Sánchez jamás les haría caso, ni les daría más instrumentos democráticos. Y así sucedió. Persecución al disidente, muchos memes en redes sociales y los dirigentes más tontos (en términos intelectuales) de la historia en el Congreso de los Diputados.

Ayer la última muestra de esta carencia de izquierdismo y de cultura política. Resulta que el Financial Times afirma (realmente casi nadie lo puede haber leído porque el artículo es de pago y en inglés) “no es mala idea la amnistía para acabar con los problemas en Cataluña”. ¿Qué problemas? No lo dice el artículo, pero se entiende que hay problemas porque lo dijo Sánchez y ya saben, es palabra de dios. Que uno de los mayores aparatos ideológicos del Capital, especialmente de su rama financiera, diga algo bueno de un gobierno español puede deberse a:

1.- El Gobierno español ha pagado mucho dinero en publicidad y/o eventos y le devuelven el favor apoyando lo que haga.

2.- El Financial Times está expresando los intereses del Capital para poder sacar tajada.

3.- Cosas de británicos enloquecidos.

Cualquier socialista con culturilla política lo primero que haría es sospechar de lo que diga un aparato ideológico capitalista. Es como si Eduardo Inda mañana dijese que la acción política del PSOE es buena para España. Sería sospechoso. Mucho. Pues lo mismo sucede con el FT. ¿Qué intereses hay detrás de la amnistía y posteriores acuerdos? Desde luego financieros, pero puede haberlos políticos.

Gran Bretaña ha sido enemigo histórico de España. Sólo hay que ver lo que hacen en Gibraltar para observar que consideran al país como inferior. De hecho, desde la entrada en la Unión Europea (antes CEE), salvo con González que roneaba bien a Margaret Thatcher, solo se han mostrado simpáticos si se hacía de putitas suyas. Como en los tiempos de José María Aznar y su megalomanía intelectual del nuevo centro-tercera vía. Cualquier buena palabra de un aparato ideológico de allí ya debería hacer sospechar algo. Realmente que a España le vaya mal les agrada. Y si hay divisiones más. De hecho, no se puede descartar que quieran que haya otros idiotas que se pongan a hacer referendos de independencia (con el escocés estuvieron a punto de perder el petróleo que les permite cierto autoabastecimiento) o de salida de la UE (el Brexit ha sido un fracaso).

Como izquierdistas en el PSOE deberían rechazar cualquier tipo de halago que provenga de Gran Bretaña o sus colonias e hijos bastardos. Da pena ver a Sánchez intentando ser la “sobrina” barata de Joe Biden. Son el brazo armado del Capital. Como personas de cultura política deberían sospechar de las segundas intenciones de los británicos, salvo que todo sea la opción 1 y se haya pagado (aunque para sospechar sobre esto también hay que tener cultura política). De hecho, teniendo esa cultura se sabe que los halagos de hoy de muchos medios (esos que no son fachas o fascistas para la mente corta del fanático sanchista) se cobran mensualmente (como hacen en la derecha).

Es que no hace falta tener un conocimiento mínimo de lo aprovechable del marxismo (ojo no confundir con el invento postmarxista que es una engañifa al servicio del capital), con haber leído a Norberto Bobbio, un socialdemócrata moderado, bastaría para saber que todo lo que se está haciendo no genera más igualdad; que el nacionalismo (si se entiende que puede haber un patriotismo constitucional, que diría Jürgen Habermas) es un cáncer para cualquier sociedad; que lo importante sigue estando en el control del sistema por parte del Capital (en todas sus formas) y la lucha debe ser para abrir espacios de libertad para la clase trabajadora in extenso.

Que esto no es derecha contra izquierda sino élites (de todo tipo, incluye las élites partidistas) contra los de abajo (desde un pequeño empresario hasta un proletario). Que el progreso es un significante vacío. Que la amnistía no beneficia a la clase trabajadora catalana, ni a España, pero igual sí a los capitales financieros que quieren hacerse con el control de empresas y bancos. Que todo lo que diga o haga Sánchez no es bueno, correcto y maravilloso. Que la dicotomía Amnistía-PPVox es falsa, hay muchos recovecos que analizar. Tendrían, en general, pensamiento crítico.

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