Lo del romano pontífice va a pasar a la historia de lo que no debería ser un ocupante del asiento de san Pedro. Se puede estar más o menos —esto es lo que más abunda seguramente— con las proclamas, charlas y propuestas de Francisco I, al fin y al cabo es tan humano como los demás, pero de lo que no cabe duda es que es mala persona. Si a esa característica se le suma que ejerce su pontificado como un monarca absoluto, como un caudillo sudamericano, como un dictador cualquiera, no es extraño que vean en él al anticristo o algo similar.
Los progresistas aplauden todo lo que hace, algo que ya debería ser suficiente para alarmarse porque lo que desean es que desaparezca la Iglesia católica. La prensa postmoderna, o woke, o entregada a la clase dominante (como prefieran), ve en él al pontífice que deseaban desde que apoyasen aquel enorme error que supuso la Teología de la Liberación. A ese pontífice que hiciese todo lo que le gusta a esas personas de la izquierda caviar que intenta revolucionar el mundo con un Campari en la mano, hijos comprados a mujeres pobres y un yate que utilizan para luchar contra el cambio climático.
Los carcas, más cercanos a Trento que al Vaticano, están enfadados siempre, por lo que no tiene mucho sentido explicar sus posturas. Queda esa gran masa de fieles, presbíteros y obispos que pueden tener un carácter más conservador o más liberal y que observan ojipláticos lo que viene haciendo este hombre. Cual elefante que camina van moviendo la cabeza diciéndose así mismos “Tu est Petrus”. Que pudiese haber mujeres en el diaconado enfada a algunos, a otros les parece bien esa integración, otros recordarán que históricamente ya existían hace siglos. Esto va más con los caracteres personales y teologales, pero lo que hace directamente a ciertas personas asusta y mucho.
Quitar el escudo de Benedicto
Georg Gänswein, al que llamaban el guapo, se peleó con el pontífice y fue enviado a Friburgo sin ningún tipo de trabajo que realizar. A rezar y callarse. No va en el carácter del obispo alemán estar callado cuando se trata de defender a su querido Benedicto XVI. Pero “encarcelarle” en aquella diócesis, sin poder moverse prácticamente y negándole participar en conferencias y homenajes al anterior papa porque no le ríe las gracias no parece muy misericordioso. Eso sí, para intentar tapar otra trapacería, esto los argentinos lo bordan, le deja celebrar la misa en homenaje a Benedicto y le recibe en audiencia… junto a las Memores Domini que cuidaron del emérito en el convento Mater Ecclesiae.
¿Qué maldad estaba intentando ocultar? Que al mismo tiempo que daba difusión a la misa recuerdo y ofrecía la foto con Gänswein a todos los medios, había ordenado al personal que cuida de las casullas y demás ropa eucarística del Vaticano que quitasen el escudo de Benedicto XVI para poner el símbolo papal neutro. O lo que es lo mismo, pues la ropa de Juan Pablo II, Pablo VI y Juan XXIII no se ha tocado, estaba borrando el recuerdo de su antecesor. No debe quedar ningún rastro de él. ¿Por qué? Porque, pese a ser un papado corto, la figura de Joseph Ratzinger va iluminando las fechorías de Francisco.
Reunión con Burke pero le manda a la calle
Lo mismo ha hecho con el cardenal Raymond Burke. Se hace la foto con él. Insinúa que se lleva bien con el prelado, o eso dicen los medios francisquitas. Mientras le ha echado de su apartamento vaticano y le ha quitado la pensión por criticar lo que hace el pontífice. El antiguo prefecto para la Congregación de la Fe se queda en la calle, con una mano delante y otra detrás —es de suponer que habrá almas caritativas que le acojan en Roma—, y sin posibilidad de buscarse la vida al tener ya cierta edad.
Una decisión personal donde la misericordia parece no existir. Porque, por mucho que insista el papa en que los demás sean misericordiosos, él no se aplica ninguna de las palabras con las que exhorta al mundo. Ni misericordia, ni caridad, ni nada de nada. Él está en su trono y hace y deshace lo que le apetece. Que el obispo Strickland se queja en EEUU del Sínodo de la Sinodalidad, pues se le deja sin diócesis y las misas a escondidas las tiene que oficiar. El problema es que con Fiducias Supplicans se le han rebelado tantos obispos, curiosamente muchos africanos, que si los echa a todos se queda sin gente en la Iglesia.
Cura excomulgado en un día
Porque echar gente a la calle le encanta. Su amigo Marko Rupnik, presunto violador y abusador de mujeres, estuvo años pintando, tranquilo en su diócesis, alegre con sus monjas hasta que le castigó. Es lo que tiene la fraternidad jesuítica. El cura de un pueblo italiano ha sido excomulgado de un día para otro por un “quítame allá esos pelos”. Igual se ha pasado dos o tres pueblos el párroco Simone Giusti. El excomulgado dijo que Francisco es un «jesuita masón vinculado a las potencias mundiales», a lo que añadió que es un usurpador como pontífice. Realmente eso mismo se puede leer en unos cuantos blogs católicos.
Lo asombroso es que lo dijo en una homilía el día 31 de diciembre de 2023 y el día 1 de enero de 2024 ya estaba excomulgado. En menos de un día el papa ya había dictaminado la excomunión. Sin necesidad de juicio, de escucha del “cismático” (así le ha calificado). Mientras tanto el romano pontífice afirmaba en el Vaticano que «Él nunca se cansa de perdonar, somos nosotros los que perdemos la capacidad de pedir perdón». En este caso él, el pontífice, no perdona ni una y tampoco deja al cura pedir perdón. Lo dicho anteriormente, que siempre hace lo contrario a lo que dice. Y todo porque, en realidad, es mala persona.