Existe en redes sociales un fenómeno que va más allá de los vínculos de posible amistad, son los grupillos de influencia político-culturales. No son grupos de presión, pues su capacidad de influencia a nivel poder es poca; ni son grupos en el sentido de estar compuestos por una grey masiva, esto es, son grupos pequeños. Grupillos. Eso sí, no pudiendo hacer presión contra los distintos centros de poder sí tienen cierta influencia gracias a las redes sociales.
La característica principal es que el peloteo, el colegueo, la adulación —a veces excesiva— entre los miembros hace parecer que saben más de lo muestran; que escriben mejor que la calidad de sus libros o columnas; que tienen informaciones secretísimas cuando son tres chismes; o son importantes para los detentadores del poder (esto último no se cumple para algunos grupillos culturales). Los unos tuitean o nombran a los otros gracias a informaciones, columnas de opinión o intervenciones televisivas o radiofónicas y viceversa.
Si usted no se percata de estar cayendo en las garras de la influencia de esos grupillos, acaba pensando que este o aquel escritor acaba de publicar la última maravilla de la literatura o del pensamiento. Pica y compra el libro. El cual no le gusta pero como ha visto que todos lo ponen por las nubes pues sigue en la rueda como un hámster. Luego realmente lee el libro y descubre que lo que decían “los del grupillo” no tiene nada que ver con lo allí recogido. No siempre sucede que uno pueda quedar decepcionado, pero no es inhabitual. A quien esto escribe le ha pasado, bien por estar escrito como si el autor tuviese seis años, bien por no tener la profundidad que vendían.
Los grupillos se pueden delimitar por zonas de trabajo y por posicionamientos ideológicos. En algún caso hay personajes que participan de varios de grupos, pero aunque pueda parecer paradójico, no suelen haber tanta diversificación. Suelen ser grupos más o menos cerrados. Es de suponer que pueden hacer como las masas que analizase Elias Canetti, que de vez en cuando se abren y captan nuevos miembros. Sí actúan algunos grupos como sectas y otros son más relajados. Incluso sucede entre escritores de libros, buenos y/o autopublicados.
Los grupillos de trabajo suelen ser de dos tipos: los del propio grupo editorial —existen medios que imponen a sus trabajadores que no pueden compartir textos de otros medios—, donde caben periódicos, editoriales vinculadas, universidades o asociaciones; los ideológicos, que se dan más en los márgenes de continuum político —como dijo Ives Congar los profetas suelen situarse en las periferias— y que también tienen sus editoriales y asociaciones culturales.
Los laborales, que es donde más hibridación se produce, son más evidentes. Se pelotean los que acuden a ciertas tertulias televisivas o radiofónicas, hacen grupete —aquí sí que no se abren mucho porque se pierde dinero— y se alaban los libros que puedan publicar o las noticias insustanciales que suelen producir. Luego se cabrean cuando se les dice que les faltan lecturas, conocimientos o, simplemente, raciocinio y ecuanimidad. Son, sin duda, los más conocidos, llegando incluso a otorgárseles premios literarios o ensayísticos. Como es evidente también hay diferencias ideológicas claras… bueno, no. Son de equipos políticos distintos, pero ideológicamente defienden al sistema tal y como está.
Los grupillos ideológicos también tienden a hacerse la pelota, a citarse unos a otros (como se hace en la Universidad con los amigos y los jefes) y a ponderar por encima de la realidad a los conformadores del grupillo. En alguno incluso hay cierta amistad entre los componentes, algo que no sucede en otros grupos como los de trabajo —como alguno salga de la rueda, no le vuelven a hablar—, lo que no es malo en sí.
Especialmente curioso, a ojos de quien escribe, es el grupillo de ciertos conservadores (azules y rojos). No hay libro que no alaben, artículo que no ponderen de los demás o conferencia que no publiciten. Se mueven bastante —de hecho deben ser de los que más trabajan—, tienen a Dios por testigo, pero su capacidad de influencia es relativamente pequeña. No son estólidos, de todos los grupillos posiblemente sean de los más leídos y cultos, pero son a los que más se les nota ese hacer grupo. Muy simpáticos.
El problema de estos grupillos, excepción hecha de los que están en las periferias, es que acaban encumbrando a verdaderos ignorantes; a personajes que, si bien pueden tener cierto conocimiento de algo, son ignaros de todo lo demás sobre lo que opinan; impiden que verdaderos intelectuales accedan al debate público que copan; derivan a la mayoría de personas, que los cree de buena fe, hacia la alienación (por un lado u otro); son partícipes de la situación de división provocada desde el poder para poder actuar con cierta libertad en cuestiones vitales; en realidad, finalmente, son los mamporreros de ese poder. Es fundamental que cada cual sepa visualizar esos grupillos, no para atacarlos o evitarlos sin más, sino para saber activar el sentido crítico de cada uno.