A día de hoy ningún posible candidato a presidente del Gobierno tiene los apoyos suficientes. Aunque la prensa diga que hay acuerdos secretos, invente conspiraciones o diga cualquier cosa que se le ocurra al redactor o columnista de turno, la realidad es que ni uno, ni otro concita el apoyo necesario para vencer en una sesión de investidura. Les guste o no, la aritmética parlamentaria es esa. Ni más, ni menos.
Dado que ni Pedro Sánchez, como presidente en funciones, ni Alberto Núñez Feijoo, como candidato más votado en las elecciones, pueden decir al rey Felipe de Borbón que tienen todo atado se abren muchas posibilidades estratégicas y narcisistas. Feijoo, desde luego, puede llegar a decir al rey que tiene unos 172 diputados que le apoyarían para condicionarle a que tome la decisión de encargarle la misión de resultar investido. Salvo que el propio dirigente del PP afirme que, no viendo otra posibilidad de aumentar los votos, mejor que pase el siguiente. Esto es, escaquearse de perder.
Sánchez no puede decir al rey que tiene más de los diputados que alcanzó en las elecciones generales. Pese a lo afirmado por Sumar, Bildu, PNV o ERC, con ninguno tiene acuerdo. Los cinco diputados díscolos de Podemos todavía no están ganados para la causa porque exigen ministerios. ERC, PNV y Bildu saben que Sánchez vendería a sus hijas con tal de seguir en el poder y le van a apretar hasta el extremo de saltarse la Constitución. Pero a día de hoy, no puede decir al rey que tiene esos apoyos porque no los tiene.
Queda, entonces, lo estratégico para ganar tiempo o venderse ante unas más que probables elecciones en invierno. Porque a ninguno de los dos candidatos les importaría repetir elecciones. En su fuero interno saben que la apelación al voto útil sería más eficaz que las campañas de llegada de las hordas marxistas o del fascismo que han tenido en las últimas elecciones. Igual no les bastaría para obtener mayoría simple y pactar con algún regionalista como han hecho toda la vida, pero pueden pensar que estarían cerca. Quitarse de encima a Sumar y Vox podría ser posible si jugasen bien sus cartas. Otra cosa es que sepan jugar a las cartas.
En lo estratégico Feijoo puede optar por una investidura fallida, en la que tendrá todo el tiempo del mundo para exponer su programa de gobierno, con la finalidad de obtener más apoyos en unas futuras elecciones. Incluso para quitarse moscones de los que tiene en su partido y en los medios de comunicación. Es el vencedor de las elecciones y podría vender eso mucho mejor de lo que lo ha hecho hasta el momento. Sánchez, si no contase con los apoyos, no iría seguramente a un investidura fallida porque en su caso sería la tercera y eso duele en el orgullo. Haría el paripé durante algún tiempo y a terminar la presidencia europea.
Sí quiere, sin embargo, Sánchez hacer “de sufrir” a Feijoo. Quiere que pase por el trago de verse sin apoyos suficientes y que las cámaras le graben y fotografíen como un perdedor. Poder vender que el PP es incapaz de concitar apoyos porque desprecia la realidad de España. Hacerle sentir que él es quien realmente representa a la España plural, progresista y moderna. Que sufra una derrota que haga que la amarga victoria de Julio le pese en el ánimo y mueva los bajos instintos de quienes ya quieren quitarle de la presidencia del PP. Que no son pocos. Como Sánchez ha pasado por ello, quiere que los demás sufran ese mismo calvario en la esperanza de que a futuro pueda vencer a Feijoo en las elecciones. En su fuero interno ser presidente habiendo perdido le duele, pese a que el sistema lo permita.
¿Intentará alguno de los dos la investidura? No está tan claro que vaya a suceder pese a lo que digan los medios de comunicación. Es más que probable que el rey Borbón tenga que hacer una segunda e, incluso, una tercera ronda de consultas hasta que alguien de el paso o consiga los apoyos. Porque los sugus sanchistas están muy contentos, tanto como para catalogar a nazis (decían lazis ¿no?) de progres, pero las exigencias de los grupos regionalistas y secesionistas no van a quedar en tres leyes, cuatro competencias y un chupachups. Han olido la debilidad y van a por ello, a sacar lo máximo aunque sea violentando la Constitución. Sánchez, desde luego, quiere que Feijoo pase por el calvario, algo que le daría tiempo. Ahora está por ver si Feijoo asume esa cruz y si tiene estrategia para llevarla sin un Simón de Cirene.