Ayer la futbolista y campeona del mundo Jenni Hermoso emitió un durísimo comunicado en el que dejaba claro que no le había gustado nada que el presidente federativo se propasase y le besase en la boca. Luis Rubiales, mostrando esa chulería que le ha caracterizado en sus años de mandato y en sus acciones, se creía fuerte porque la víctima (o una de las víctimas, ahora verán por qué) había callado.

Como les mostramos aquí, y luego pudo confirma El relevo con muchos más detalles, desde la Federación de Fútbol se había logrado medio parar el golpe, que no el escándalo, con una filtración a EFE (falsa), recurriendo a los familiares de Jenni para que quitasen importancia a lo sucedido y rezando para que la jugadora no hablase. Intentaron que apareciese en las desquiciantes disculpas del presidente, pero la chica se negó. Intentaron que hiciese algo contra su voluntad para tapar la última de las fechorías de Rubiales pero ella, sabiamente, calló, disfrutó del triunfo con sus compañeras y en cuanto se repuso del desgaste de partido, viaje y celebración asestó el golpe. Queda ver en qué concluye todo esto que podría tener un camino judicial claro, más allá de que el gañán presidente deba dimitir.

Ahora bien, quienes han quedado retratados (y alguna retratada) son todos esos periodistas de cámara que encarnan lo más casposo de la profesión. Como en cualquier otra situación vital hay casposos y gañanes y personas con un comportamiento correcto. En las redacciones de deportes el gañanismo casposo inilustrado abunda. Como decía David G. Medina, periodista de Marca, cada persona ya puede ver quienes se comportan bien y quienes mal. No hay necesidad de bucear mucho, ni tener una carrera de psicología para descubrir al casposo patrio, ellos solos se han retratado con el comunicado de Jenni.

Vomitivo, porque ni cuestionaron el asunto desde la más mínima falta de respeto y de dignidad, por aquello de la integridad, personal de la jugadora. Les pareció correcto que un tipejo besase, sin consentimiento, a una mujer y todo porque estaba de fiesta. Permitieron que ese tipejo calificase a quienes le criticaban de tontos, idiotas y gilipollas, mientras reían las gracias y hasta se permitían decir a boca llena “esas que se quejan será porque nunca las han besado”. Cuando vieron que les estaba cayendo la mundial por gañanes casposos, alguno se permitió señalar que si había ofendido a alguien pedía perdón pero que no se podía permitir ese sesgo inquisitorial.

Cabe recomendar a uno de los jefes de radiocaspa la lectura de John Stuar Mill, salvo que sea demasiado para sus neuronas casposas, para comprobar que la libertad tiene límites, especialmente cuando se daña y perjudica a otras personas. No es inquisición cuando alguien se mea en los principios éticos de la comunidad -igual en una comunidad de uga-ugas, como les gustaría se permitiría eso, aunque probablemente no tendrían mujeres con ellos-, cuando alguien se burla de la dignidad mancillada de una persona, cuando ni los mendigos le parecen personas con dignidad, es educación. La que parece que les falta a la gran mayoría de casposos que montaron un debate con recochineo en base a que no pasaba nada… y sí que pasaba.

En varios programas deportivos, curiosamente donde han aparecido gentes de radiocaspa, han defendido al gañán presidente. No han entendido que la sociedad ha evolucionado desde las cavernas o desde la prima nocte aristocrática. Que más allá del debate feminista, que lo hay y existe, está la dignidad de la persona, el comportamiento honroso, el honor de hombre o mujer (aunque escuchándoles parece que el honor solo es para los hombres), las buenas formas, la educación y la integridad personal en todas sus posibilidades. En los Teleñecos de la noche también aparecieron los caspas, capaces, por defender a un “amigo” o un comportamiento que ellos hagan, de justificar lo injustificable. Cierto que hay que comer pero, en ciertos momentos, lo primero es la decencia.

Como sucedió con el movimiento #MeToo, el paso dado por Jenni y Tamara Ramos puede ser la anilla que se quita a la granada de nuevas revelaciones, tanto de Rubiales como de otros posibles contratados federativos. Ya las 12 que renunciaron a jugar con la selección apuntaban ciertos comportamientos nada normales, puede que una vez que Hermoso ha decidido ir para delante, ahora que cuenta con el apoyo de la sociedad (y sin miedo a que la excluyan de la selección por ello), no se sorprendan si hay más cosas detrás. ¿Reirán y lo defenderán las gentes de radiocaspa y algunos teleñecos? ¿Seguirá siendo gracioso el mostrarse, como son evidentemente, casposos?

Rubiales debía haber sido cesado o dimitido cuando se supo que cobraba un porcentaje de los diez millones de euros que se pagaba de más si la Supercopa en Arabia llevaba a Real Madrid y FC Barcelona. Todos los uga-uga de la caspa se mostraron sorprendidos pero ahí quedó la cosa. Total dinero hay para repartir en la federación. A nadie le importó que la competición, como se ha visto, se adulterase para que sí o sí jugasen esos equipos la Supercopa. Hoy tampoco ven para tanto lo sucedido. Tal es así que se puede preguntar cualquiera ¿tienen conciencia éticas estas gentes? En muchos momentos recuerdan a lo que expuso Hanna Arendt sobre el pensamiento de Adolf Eichmann. Son capaces de ver el mal sin inmutarse y llegando a justificarlo. La banalidad del mal, en el mundo del periodismo deportivo.

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here