“Adelante se escribe con A de Andalucía. Adelante porque somos millones las personas que cada mañana cuando nos ponemos a trabajar o a buscar trabajo, a estudiar o a cuidar de los demás, por más obstáculos o dificultades que tengamos, nosotros y nosotras tiramos p’alante. Y es que esa es una forma muy nuestra de entender la vida”. Así comienza el primer manifiesto de Adelante Andalucía, la confluencia electoral (y algo más) que comenzó con la unión de Podemos e Izquierda Unida de Andalucía y que, poco a poco, ha ido creciendo y sumando más organizaciones de izquierda. En Jerez se llenó el recinto donde se celebró el acto de apertura del movimiento. Y esto empieza a preocupar a Susana Díaz.
Teresa Rodríguez y Antonio Maíllo, que ya han afirmado que no se van a pelear por encabezar la confluencia, conocen bien el patio andaluz. Como lo hace Alberto Garzón, quien no se ha metido, ni ha puesto en duda el movimiento Andalucía Adelante. Algo que no ha pasado en la formación morada hasta fechas recientes. El deseo de control por parte de Pablo Echenique se ha dado de bruces con un muro, el muro andaluz. No es porque Rodríguez sea anticapitalista y quiera hacer de Andalucía un fortín contra Madrid, pensar eso es no conocer lo que se está moviendo dentro. Así Echenique tiene que aceptar los mecanismos andaluces de confluencia porque están adaptados al propio terreno que se pisa.
La Andalucía política y social se mueve en unos mecanismos determinados y propios. Ciudadanos, por ejemplo, no crecerá en base a la dialéctica nacional-populista de Rivera. Eso vende lo justo en Andalucía. Rodríguez y Maíllo saben en qué parámetros moverse y por eso la confluencia como movimiento de desborde genera ilusión. Andalucismo de izquierdas frente al andalucismo demagógico de Susana Díaz. Por eso en el manifiesto se afirma que “vivimos un momento histórico a la altura de aquel 4 de diciembre de 1977, cuando el Pueblo andaluz inundó las calles exigiendo su Autonomía. Entonces salimos a coger las riendas del futuro de nuestra tierra, con la esperanza de que el autogobierno nos permitiría acabar con los graves problemas de Andalucía. Hoy, más de 40 años después, luchamos por un proyecto que nos permita, como dijera Carlos Cano, quitar las penas y quitar el hambre; un proyecto que fue enterrado y aparentemente olvidado después de casi 4 décadas de gobiernos del PSOE”.
En esa clave andalucista hay que jugar porque, como se ha explicado reiteradamente en estas mismas páginas, desde que Díaz quedase descabalgada de cualquier opción estatal en el PSOE (aunque no se ha enterado del todo todavía), se ha aferrado a la verdiblanca para defenderse del peligro que hay a su derecha (Cs) y a su izquierda (Adelante Andalucía). Y el peligro real, sabe, viene de la confluencia de las distintas fuerzas de izquierdas que están movilizando a un electorado abstencionista en muchos lugares. Quiere que el electorado, porque ella no lo ve como ciudadanía, la vea a ella como la sultana andaluza y la defensora de Andalucía, en España y en el mundo (peleándose con Trump si hiciese falta). En esos registros es en los que la batalla se presenta en Andalucía. Y esos parámetros los dominan Rodríguez y Maíllo. Por eso se está poniendo muy nerviosa Díaz y está comenzando a utilizar toda la demagogia de la que es capaz, pero el movimiento de desborde la puede porque ya no se creen las mentiras de la presidenta de la Junta.
Adelante Andalucía, al decir de muchos y muchas, se ha convertido en la verdadera alternativa de izquierdas al sistema que el establishment tiene montado en la región del sur de España. Y preocupa y mucho en San Telmo. Igual luego los votos dicen otra cosa, pero lo más probable es que Díaz tenga que pactar con Rodríguez y Maíllo para seguir gobernando. Sólo hace falta saber en qué condiciones y con qué cantidad de apoyos. Y eso le reconcome a la presidenta andaluza. No tener las cosas seguras y caer otra vez en los votos supondría su salida de la política y de los oropeles. Y ¿qué iba a hacer ella con su “tieso”, sin oficio ni beneficio?