Como todos los partidos de extrema derecha, Ciudadanos centra su discurso en un populismo basado en el odio hacia el otro. No es más que una táctica propagandística basada en los principios que fundamentaron el crecimiento de otros partidos ultras en los años 30 del siglo XX. El proceso es el mismo: aprovechar una crisis del tipo que sea para transmitir a la población el rechazo hacia todo aquel que no piensa como ellos y crecer en apoyos del pueblo a través de un lenguaje basado en el odio, el supremacismo o en la idea de la destrucción absoluta del adversario político que, presuntamente, amenaza los valores que ellos afirman defender.

Albert Rivera se ha dado cuenta de que con un proyecto político democrático no puede crecer lo suficiente como para tener alguna posibilidad de acceder al poder. La razón de esto es muy simple: Ciudadanos no tiene ningún proyecto político que presentar al pueblo más allá de recetas populistas en las que sólo se lanzan titulares que calan pero que esconden un escenario de destrucción definitiva del Estado del Bienestar y de la propia democracia.  Cuando Albert Rivera afirma que quieren rebajar los impuestos de manera drástica porque «el dinero tiene que estar en el bolsillo de los ciudadanos» lo que esconden estas palabras es la necesidad de privatizar los servicios públicos porque, si no hay impuestos, no hay dinero para que el Estado pueda mantener la sanidad o la educación, por citar algunos. Esa es la mentira de Ciudadanos, intentar embaucar al pueblo con propaganda venenosa que no esconde otra cosa que favorecer los intereses de quienes, de un modo u otro, les están ayudando a ganarse un espacio dentro del mapa político español.

Como con esos proyectos apenas logran superar los 35 escaños en el Congreso de los Diputados, Albert Rivera necesita de otro elemento: el odio hacia los que piensan de un modo diferente o a los que tienen otro planteamiento político, hecho que demuestra el inmovilismo y la no aceptación de la sana discrepancia política que tienen en el partido naranja.

El odio que está generando Ciudadanos lo estamos viendo en la campaña de retirada de lazos amarillos en Catalunya. Que el propio Rivera e Inés Arrimadas se unieran a un atentado contra la libertad de expresión es la demostración de que Ciudadanos necesita que se encone la violencia en Catalunya para poder volver a recoger frutos en las encuestas e intentar superar al Partido Popular. Sin odio y enfrentamiento entre los ciudadanos el partido de Albert Rivera jamás podría alcanzar notoriedad en el mapa político español, por más que tenga el favoritismo del IBEX35 o de la prensa que cree que el proyecto del PP está agotado.

Los partidos que necesitan de la violencia, la tensión y el odio para crecer no son democráticos, sino que esconden actitudes dictatoriales que, de alcanzar el poder, no dudarán en aplicar contra el pueblo. Las formaciones como la de Albert Rivera necesitan de una polarización extrema de la sociedad para aumentar su presencia en el pueblo. En Cataluña le fue bien el clima de enfrentamiento. No se hablaba de gestión pública, aspecto en el que Ciudadanos ha demostrado en los pocos lugares donde gobierna que es un desastre porque pasar del cuñadismo a los hechos es un paso que muy pocos pueden conseguir llevar a efecto. Durante la campaña electoral del 21D, Arrimadas, Rivera, Girauta o Villegas, por citar a algunos, no hicieron ni una mención a su programa electoral más allá de la prohibición de todo lo que tuviese que ver con el nacionalismo, el uso del catalán en los colegios incluido.

En cuanto la tensión en Catalunya se rebajó tras la elección de Quim Torra como President de la Generalitat, Ciudadanos comenzó a bajar en las encuestas mientras que tanto el PP como el PSOE se recuperaban y los adelantaban. Por eso era necesario encrespar al pueblo y el mejor lugar para ello era nuevamente Catalunya porque el pueblo catalán está totalmente dividido, incluso fanatizado, por la irresponsabilidad tanto de algunos líderes independentistas como de Arrimadas, Rivera o Albiol. Necesitaban de un símbolo que volviera a enervar a los dos bandos y lo encontraron en los lazos amarillos. Los líderes de Ciudadanos no han dudado en, incluso, inventarse agresiones que nada tenían que ver con el conflicto de los lazos. Además, en vez de condenar o censurar el comportamiento de personajes de extrema derecha que intentaron linchar a un cámara de Telemadrid, el partido de Rivera culpó de esos incidentes a infiltrados del independentismo.

Odio al nacionalismo, odio a las transferencias de las comunidades autónomas, odio a la izquierda, odio a quienes apoyan al pueblo palestino, odio a los derechos de la mujer, odio, odio… ¿Cómo puede llamarse Albert Rivera demócrata cuando está proponiendo una reforma de la ley electoral que impida a los partidos nacionalistas llegar al Parlamento? Los del partido naranja se han autodenominan como los regeneradores de la democracia española. Sin embargo, sus hechos les delatan que su verdadera intención no es otra que dividir al pueblo para, en ese clima de enfrentamiento, imponer medidas que son un paso atrás o que son lesivas para el pueblo o para las clases trabajadoras de este país. ¿Cuántas medidas de regeneración democrática ha planteado Albert Rivera desde que llegó al Parlamento? Ninguna que fuera un adelanto o una evolución respecto a la situación nacida del consenso del 78 y que ya se ha quedado obsoleta.

La realidad es que Ciudadanos representa un modelo de derecha más cercana a la de Matteo Salvini, Viktor Orbán, Recep Erdogan, Donald Trump o Andrzej Duda que a la que representan Emmanuel Makron o Angela Merkel… por más que Rivera se quiera presentar como un demócrata cuando, en realidad, no lo es porque basar el éxito de un proyecto político en el odio y en el incremento de la tensión entre los ciudadanos es todo lo contrario a lo que representa una democracia.

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