Los líderes de la extrema derecha española ya se quitaron las máscaras El único que se había mostrado su verdadera ideología era Santiago Abascal, presidente de VOX, pero, el acto organizado por Ciudadanos y que se ha celebrado el domingo en la localidad navarra ha demostrado que tanto Albert Rivera como Pablo Casado ya no son los líderes de dos partidos de la derecha democrática sino que sostienen los valores propios de la ultraderecha que está ganando terreno en el mundo, ya no sólo en Europa. Tal vez les haya jaleado la victoria de Jair Bolsonaro en Brasil, el papel de un neofascista como Matteo Salvini o el crecimiento de Alternative für Deutschland en un país como Alemania, que tanto ha aportado en el crecimiento democrático europeo después de la II Guerra Mundial.
¿Por qué ha acudido la extrema derecha a Alsasua? Para apoyar a la Guardia Civil por los altercados provocados en un bar de la localidad navarra en el que fueron agredidos un sargento y un teniente del Instituto Armado y sus parejas. Los agresores fueron acusados por la Fiscalía de un acto terrorista, argumento que la Audiencia Nacional no estimó y los condenó por agresiones, pero no por terrorismo puesto que no estaba probada la existencia de vinculación alguna de los acusados con ETA.
Sin embargo, tanto la derecha como la ultraderecha vieron una ocasión de encontrar un símbolo al que agarrarse para crear un frente contra las nacionalidades históricas, sobre todo con el Procés catalán activo. Era el momento para impregnar de odio al pueblo español a través de una estrategia de propaganda plagada de mensajes de populismo patriótico.
Tanto Rivera como Abascal o Casado se olvidan de una cosa: han podido organizar el acto en Alsasua porque en Euskadi hay paz, porque los pueblos vascos y navarros están hartos de violencia. No obstante, allí se han plantado con toda la parafernalia simbólica y dialéctica de la extrema derecha con el claro ánimo de que se generaran disturbios en las calles y romper la paz social. En muchos casos el evento ha recordado a los tiempos en que ETA asesinaba o secuestraba a importantes cargos del Régimen y se organizaban desfiles militares en el centro de Bilbao para dar una muestra del poder del vencedor sobre el vencido.
En Alsasua se han escuchado y visto cosas que parecían enterradas del discurso político. Las campanas han doblado como cuando Franco entraba en los pueblos de España, hecho del que se ha lamentado la parroquia porque fueron un grupo de jóvenes que penetraron en el templo, sin conocimiento de los sacerdotes, y han comenzado a bandear las campanas.
Albert Rivera ha demostrado su «talante democrático» al despreciar a los nacionalismos y vincular su existencia como incompatible con una democracia cuando, en realidad, la diversidad ideológica es uno de los pilares en los que se sustenta nuestro sistema político. «Hay que respetar todas las ideas, pero no todas las ideas son igual de respetables, todas las ideologías caben en democracia siempre que respeten la democracia», ha afirmado el líder de Ciudadanos en un discurso lleno de contradicciones, como se puede comprobar. Por otro lado, Rivera, al igual que ocurría en tiempos pasados, ha pretendido asimilar a un cuerpo de seguridad fundamental para la democracia como es la Guardia Civil a una ideología, cosa que es, realmente, incompatible con cualquier régimen democrático.
Lo que parecía ser una derecha democrática, tanto del Partido Popular como de Ciudadanos, se está tornando en la avanzadilla de la ultraderecha en España. Ni siquiera Aznar se atrevió a organizar un acto como el de hoy en Alsasua cuando eran asesinados políticos, guardias civiles, policías y periodistas. Organizar un acto así es un paso más de la extrema derecha para romper la paz social para, posteriormente, utilizarla con fines electorales porque contra las medidas sociales que está implementando el gobierno Sánchez no pueden contraponer ningún tipo de argumento o de medida. Necesitan que la calle se llene de actos violentos para generar una inseguridad que les dé pie a presentarse ante los españoles como los únicos que pueden garantizar la paz que ellos mismos están pretendiendo romper. Ciudadanos ya lo hizo en Cataluña con su campaña de retirada de los lazos amarillos en la que participó el mismo Albert Rivera.
Despertar el odio no es democracia. Buscar consensos sí. Ni Rivera, ni Abascal, ni Casado pretenden alcanzar acuerdos ni crear escenarios de diálogo con los nacionalistas. La extrema derecha siempre crece en medio de la violencia que les permita tomar el poder. En una democracia así no se logra el favor del pueblo.