Es curioso que personas que se encuentran entre las más ricas del planeta (al menos según Forbes), muestren conocer mejor el marxismo que toda esa izquierda española que se da golpes de pecho, se pone carteles tipo “Somos la izquierda” o “Aquí está la verdadera izquierda”, pero que en la práctica es más liberal que Karl Popper. Primero fue Warren Buffett que afirmó aquello de que “existe una lucha de clases, de acuerdo, pero es mi clase, la clase rica (en términos marxistas apropiados habría que decir que la la fracción de clase que él representa o el bloque en el poder) que está haciendo la guerra y la está ganando”.
Ahora Jeff Bezos, máximo accionista de Amazon, ha vuelto a demostrar que saben más de Marx que entre quienes se dicen sus representantes. Tras volver del viaje casi espacial, al que se han aficionado los muy millonarios y que no debe contaminar porque nadie se ha quejado, Bezos ha afirmado lo siguiente: “Gracias a todos los trabajadores y clientes de Amazon: ¡Vosotros habéis pagado todo esto!”. Ahí tienen condensado en una simple frase, que parece ser de agradecimiento pero no, tanto la plusvalía como el fetichismo de la mercancía. Hubiese sido estupendo que al finalizar esa frase añadiese un “¡Gilipollas!”, pero sería de mal gusto regodearse en la extracción de riqueza de quienes la generan (los trabajadores) y la alienación de las personas como meros compradores de cosas que, seguramente, no necesitan o podrían comprar en la tienda de al lado de casa.
Por aquí andan algunos y algunas afirmando que son, de forma increíble, comunistas, izquierda alternativa, socialistas o mil calificativos más (hasta han llegado a decir el muy joseantoniano “ni de izquierdas, ni de derechas”) y resulta que dos de las personas más ricas del planeta conocen mejor lo que supone la forma social capitalista. Mientras Bezos se pasea por fuera de la Tierra, aquí sufrimos una izquierda que se dedica a hacer ley deseos y parafilias de personas; que se tumban a la bartola en el ministerio y tienen la jeta de ofrecerlo por redes sociales; que trabajan a destajo en favor de intereses de terceros países o de oenegés de la clase dominante (tipo George Soros); que, como ha dicho Javier Solana –otro que abandonó el marxismo por el sillón-, insisten en hacernos nietos y nietas de la Guerra Civil; que aplican a rajatabla los deseos de la potencia imperial y sus satélites sin importar si eso supone mandar a la pobreza a la clase trabajadora y buena parte de la clase media aspiracional (por utilizar el término popularizado por varios autores); que luchan contra el fascismo –aunque en realidad lo que hacen es alimentarlo- para ocultar que son incapaces de llevar a cabo políticas de izquierdas; o que hablan de descolonialismo y memeces parecidas para ejecutar la parte que les toca de lo políticamente correcto de la ideología dominante.
En el PSOE el marxismo es casi una reliquia, pese a haber tenido una larga y prolífica tradición marxista. Ahora para los que se califican de marxistas o parecido todo es dar palmas, tragar con la eliminación de la democracia interna y sacar a relucir las cuatro frases típicas de Marx para aparentar más que ser. En el PSOE cualquier pensamiento crítico, así en general, es un epifenómeno. Incluso los hay que se molestan si se les recuerda lo anteriormente comentado afirmando que hay que abandonar ideologías antiguas: pero si el marxismo¡¡¡es un método de análisis de la realidad!!! No habiendo marxistas, ni teniendo un conocimiento menor, podrían al menos darse cuenta de lo que es la plusvalía, la lucha de clases y todas esas cosas que jamás les verán decir pero que están ahí, presentes en la vida diaria. O ¿es que el teletrabajo no es el culmen de la plusvalía al pasar todos los gastos al propio trabajador? Por no hablar de todas las enfermedades que genera el capitalismo (y que ha descrito, sin ser marxista, un autor como Byung Chul-Han). De esto no hablan, hablan de emprendimiento (eufemismo de asuma usted todos los riesgos que los beneficios me los llevaré yo), de industria digital, de aumentar los beneficios, de complejidad de la globalización (como si en algún momento no hubiese sido complejo con respecto al estadio en que se encontraba la formación social capitalista) y más palabros sacados de los centros de pensamiento del neoliberalismo (tanto liberal como progre).
Peor es lo que se encuentra al lado. Podemos es el resumen perfecto de todas la magufadas, distorsiones de la realidad y de la jeta más grande que se ha conocido en años. Todos muy marxistas de boquilla pero la realidad de las prácticas que llevan a cabo no muestran más que un subjetivismo concordante con la ideología dominante. De hecho toda la retahíla, trufada con peticiones izquierdistas que nunca cumplen, de supuestos ideológicos es la propia de las universidades de la costa oeste de EEUU, por lo tanto, la cara progre de la ideología dominante. Ahí no hay autonomía relativa superestructural, hay mecanismos de engaño para desviar la atención desde la lucha de clases del señor Buffett a la lucha cultural en el terreno del limbo. Han mentido en todo lo que han prometido. Se han apoltronado con mayor comodidad que algunos socialistas. Su alienación es patente en el compromiso con el fetichismo de la mercancía (no dejan de mostrar que poseen esto, aquello y eso de lo más cuqui y fashion).
Y si se mira al supuesto partido marxista-leninista (se siguen calificando así), esto es, IU, la desesperanza es aún mayor. Ni un análisis en términos marxistas son capaces de llevar a cabo. Y cuando lo intentan es un muestrario o de historicismo o de voluntarismo que, esto sí, quedó enterrado en el baúl del tiempo pasado. Para el resto de su pensamiento, miren el párrafo anterior y súmenle todos los autores postmodernos. Y si se mira a esos autoproclamados epígonos del verdadero marxismo, la situación ya es muy risible. Entre los que mezclan a Marx con Gustavo Bueno o con teorías nacionalistas sumamente etnicistas o los que son directamente rojipardos, la situación es dantesca para la izquierda española. Se han separado completamente de la realidad de la clase trabajadora y su figura ideal la clase media. Hablan de cosas que parecen encajar con las aspiraciones de clase pero en la práctica es otra cosa (pensiones, derechos laborales, vida digna…). Eso cuando no hablan de memeces incomprensibles directamente.
Alguno, con cierta razón al llegar a este punto, dirá que el marxismo suena a viejo, a caduco, más allá de que los neoliberales lean más a Karl Marx que los izquierdistas, y tienen razón. Parcialmente porque el marxismo (por utilizar el término como escuela de análisis y pensamiento) ha seguido desarrollándose, adaptando sus posiciones a nuevos hechos sociales, a nuevos contextos (decía Louis Althusser que cada contexto/acontecimiento requería su propio análisis, algo que sigue siendo cierto), a nuevas evoluciones del sistema capitalista (ahora en fase globalización)… Ahí tienen a Christophe Guilluy, Jean-Claude Michéa (verdadero terror de la ideología progre), Diego Fusaro (aunque tiene algunas cosas identitarias que igual sobran), G. M. Goshgarian, Bob Jessop (con matices), Domenico Moro, otros menos conocidos y algunos viejos combatientes en el terreno de las ideas que siguen vivos (Badiou, Rancière, Anderson, Therborn…). Ha avanzado bastante el marxismo, dejando atrás el economicismo, la farragosidad del lenguaje y demás cuestiones que le hacían algo así como una misteriosa secta con ritos de entrada. Lo que no se ha perdido es el espíritu primigenio, categorías claves (explotación, alienación, fetichismo, autonomía relativa, ideología dominante, etc.) y el claro componente anticapitalista.
Es cierto que leer en tiempos de lo digital es algo que muchas personas consideran un gasto de tiempo (de hecho este artículo empieza a ser demasiado largo); que formarse y tener un pensamiento crítico está penalizado por los medios de comunicación y las élites de los partidos políticos, los primeros quieren personas infantilizadas y los segundos palmeros; que ha sido tal la lucha que el propio término marxista ha quedado bastante tocado y se acaba escondiendo en los intersticios de las columnas de pensamiento y opinión; que es tal el dominio de la clase dominante que hasta los partidos de izquierdas no son más que la alteridad creada del propio sistema para legitimar su dominación; es cierto todo eso, pero sin marxismo, sin los espectros de Marx (que diría uno de los ídolos de la postmodernidad deconstruccionista que tanto gusta en Podemos y Más Madrid, Jacques Derrida), sin analizar la totalidad para encontrar los recovecos que permiten actuar a la dialéctica, la izquierda es nada. Entregados a la política espectáculo, incapaces de confrontar al sistema, es normal que acaben las personas buscando salidas donde el sentimentalismo es más potente porque el subconsciente colectivo histórico se ha generado con categorías y conceptos más tribales e ideológicos. Batallas por gestionar la realidad, con más o menos sentido social, pero incapacidad, incluso, para un análisis que confronte radicalmente con el sistema. Normal que los muy ricos y poderosos se rían delante de su cara humillando a la clase trabajadora. ¡Joder, es que no son ni socialdemócratas revisionistas!