Ha vuelto marinero Pablo Casado de sus vacaciones, bien merecidas pues durante el confinamiento no pasó ni un día con la familia, y bien que lo hace saber. De hecho se presume que en este tiempo se ha sacado el título de patrón de barco, así, como el que no quiere la cosa. En Roquetas de Mar aprovechó que el investigadísimo por corrupción alcalde, que gobierna tras comprarse a un chaquetero de Vox, Gabriel Amat le invitó a subirse en una barca de remos, no fuese a marearse la criatura, para meter la mano en el mar -¿o será la mar?- y adquirir todos los conocimientos relativos a la navegación. No es nuevo, pues data de la Grecia clásica, el comparar a la dirigencia política con navegantes, pero lo de Casado va más allá pues por osmosis se sacó numerosos títulos junto al último de patronazgo de buques. Eso o ha desempolvado la camisa vieja del fascismo como se verá.

¿A qué viene todo esto? Al lenguaje marinero que viene utilizando el presidente del PP y que ha sido motivo de chanza y burla. Algo, por otro lado, a lo que debería estar acostumbrado ya pues cada vez que habla, como en esas series estadounidenses, aparecen risas, en esta ocasión no enlatadas sino de un pueblo entero. Los asesores que le escriben los discursos deberían impedirle que los modifique porque, a fuer de su experiencia otros días, acaba metiendo la pata. No tiene capacidad lingüística en general Casado –lo máximo en riqueza del lenguaje ha sido llamar felón al presidente Sánchez- por lo que permitirle hacer comparaciones y utilizar elementos náuticos, con la finalidad de dejar una gran frase para la historia –en su caso para la historia del humos-, es un riesgo innecesario. Sus asesores deberían haberle escrito, ya que el chaval estaba empeñado en utilizar las comparaciones náuticas de la Grecia clásica, algo por el estilo: “En el Partido Popular, dado este tiempo de zozobra, seremos el ancla que fija la nave en el puerto para evitar el naufragio. Sin olvidar que, en el momento en que amaine, tendremos la fortaleza de la vela para llevar allende los mares de la prosperidad este gran navío que es España”. ¡Así! ¡Sin más! Un tanto engolada pero sencilla de aprender y sin posibilidad de cometer equivocaciones.

Igual le han escrito una frase por el estilo y Casado se ha liado anclando el barco y largando velas a la vez en un movimiento que, cualquiera que no esté avezado en las artes marinas, comprende que es improductivo. Peor ha sido cuando ha afirmado que no hay nadie al timón de España. No hay un capitán con los conocimientos y la valentía de gobernar la nave. El problema, más allá del elitismo de la frase que retrotrae a la sofocracia de Platón (el gobierno de los sabios), es que España no es una nave, es una flotilla. Así que Pedro Sánchez podría contestarle, parafraseando a Felipe II, “yo no envié mis barcos a luchar contra los elementos”. Es más, tampoco el presidente del Gobierno ha puesto a ese duque de Medina Sidonia (capitán de la flota de la Armada Invencible) que es Isabel Díaz Ayuso al frente de la Comunidad de Madrid.

Pidieron hasta sangrarles las muelas que gestionasen las Comunidades Autónomas para evitar el “golpe de Estado” que estaban perpetrando en Moncloa junto a vicepresidente segundo Pablo Iglesias. Dijeron hasta que dolieron los oídos que había alternativas judiciales para no caer en el mando único y el estado de alarma –esas alternativas que no han podido aplicar y que alguna jurista insiste en querer aplicar en un medio de comunicación, obviando el confinamiento claro-. Ahora, cuando lo que nos vendieron como buques potentes no son más que, en muchos casos, barcazas sin capitanes y capitanas solventes y con una marinería reclutada en los peores tugurios de las Antillas, justo ahora, quieren un capitán al frente de la flotilla. Y Casado lo dice con un rictus serio porque como buen mitomaníaco lo que ayer dijo, al saber que era excusa y mentira, hoy no le hace sonrojarse de vergüenza. Él no se sonroja, ni la banda que tiene detrás, pero las españolas y los españoles sí. Incluso el pueblo catalán se sonroja de Quim Torra, aunque en su caso igual es que quiere aplicar un genocidio a los españoles… que está la tropa independentista muy nazi últimamente.

O simplemente es que Casado ha encontrado el libro de bachillerato, el dedicado a formación del espíritu nacional, de su padre por casa y eso de “Vela y ancla” le ha hecho gracia. Además, habrá aprovechado para leer el texto de José Antonio Primo de Rivera que está en la recopilación Eugenio de Bustos, y se ha venido arriba con tal de no desmerecer a los racistas y clasistas de Vox. Esos a los que tiene pánico y más cuando le han presentado una moción de censura para octubre como jefe de la oposición. Un inciso. Es paradójico que Casado sea algo de la Oposición cuando es un tipo que seguramente no superaría el primer examen de una oposición. Paradojas del mundo de la política. Retomando el hilo, igual eso del recurso al lenguaje marino es producto de una anamnesis fascistoide por no parecer de la derechita cobarde. O igual es que es estólido y no hace caso a sus asesores. O igual es que sus asesores son tan cortos como él. No es la clase política española dechada de virtudes, en términos generales, pero lo de Casado supone situar el nivel tan abajo que hasta un mono tití con chalequito y sombrero andaluz peor no lo haría. Al menos el mono encontraría antes el timón que Casado, eso no lo duden.

Post Scriptum. Un apunte final sobre la utilización del lenguaje por parte de Casado. Como pueden ver en la imagen del artículo existe una contradicción entre su discurso náutico, de intento de dirección, con el eslogan de activación. Son dos campos simbólicos distintos y que chocan entre sí.

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