Hollande, Valls, Hamon, Renzi, Milliband… son los nombres de los últimos cadáveres políticos de la socialdemocracia europea. El PSOE se juega en este 39° Congreso si sumar el de Pedro Sánchez a la lista o ser un foco de irradiación de un socialismo que pueda gobernar sin coquetear con la derecha. Pese a lo que algunos publicistas del PSOE han querido transmitir, Sánchez no es Corbyn desde luego. Porque el dirigente socialista no ha mamado la lucha de clases desde abajo. Aun así es el momento en que debe dar un paso adelante y abandonar sus coqueteos con la derecha (azul y naranja) y la izquierda (Podemos) para desarrollar un proyecto autónomo.
Dada la situación española, este Congreso debería dejar clara la posición del PSOE respecto a los dilemas catalán y vasco. No basta con decir que España será Federal y plurinacional, ya lo es como se ha mostrado en estas páginas, sino que debe defender una lógica del diálogo y la racionalidad que hasta el momento no se ha visto por ningún lado. Las palabras de Sánchez haciendo seguidismo de Rajoy en la materia no son halagüeñas. La tensión existente entre deseos de tener Estado propio, porque los catalanes son ya nación, debe articularse de un modo distinto al federalismo tal y como entienden sus asesores.
Tiene el impulso psicológico de haber sido elegido por las bases, parece que a los otros dos candidatos sólo les votaron dirigentes, y de apuntar a una apertura del partido. Sin embargo, ese viento de cola podría hacerle perder el rumbo si no está estructurado correctamente. En estas mismas páginas ya se manifestó que el sanchismo pretende hacer una apertura en la forma pero una clausura en el fondo. Se quiere un partido peronista donde la unión líder-masas sea la base de la acción. En su primera etapa tuvo buenas ideas como las asambleas ciudadanas, que fracasaron porque sólo iban los militantes, pero las propuestas actuales acaban con muchas de las funciones de las agrupaciones locales que podrían impedir ser verdaderas correas de transmisión arriba-abajo abajo-arriba. Un partido bonapartista podría hacerle hundirse poco a poco.
No hay segunda oportunidad para el PSOE. O gana las elecciones o su posicionamiento en el sistema de partidos español estaría en franco retroceso. Y todo ello con un dirigente máximo que no está en ninguna institución pública. Han de valorar en la cita congresual muy bien la táctica porque tres años de legislatura podrían ser devastadoras para el PSOE sin su dirigente fuera del sistema. Necesitaría alguna acción tipo blitzkrieg y eso les llevaría a acercarse a Podemos. No les queda otra, pese a las muchas reticencias existentes entre muchos militantes sanchistas, susanistas y patxistas.
Haberse abstenido en la moción de censura de Podemos parece un error estratégico. Era un sí gratis, una opción que les podría haber puesto en primera fila de la izquierda española. Pero quedarse en la abstención supone, por segunda vez, haber dejado a Rajoy gobernando. Es cierto que los votos afirmativos no habrían quitado al presidente de la corrupción, pero bien explicado y acusando de oportunismo a Podemos, el PSOE habría retomado la dirección de la oposición en España. Tal y como dejó dicho José Luis Ábalos, la abstención no era más que parte del rencor porque Iglesias y los suyos no lo habían hecho en su momento. Bien al contrario, podrían haberles acusado de no haber hecho lo que ellos sí hacían.
En el plano ideológico, por mucho esfuerzo que hayan hecho Escudero o Perelló, no basta con decir que uno es de izquierdas mientras no lo demuestre, aunque sea en papel. Todo el aspecto feminista parece bien claro dentro del PSOE, pese a que ciertos lobbies estén intentando juguetear con la prostitución y los vientres de alquiler. Pero las medidas económicas y sociales que se están proponiendo desde el lado sanchista son prácticamente las mismas que han llevado al fracaso al Partido Socialista Francés y a Renzi en Italia.
Un Congreso sumamente trascendente, tanto en el plano interno donde la regeneración parece que no avanza, como en el plano externo. No basta con baños de masas, ni con palabras que parezcan de izquierdas, hay que trabajar para ganar las elecciones. Las primeras las regionales, municipales y europeas (salvo que en Cataluña se adelanten) y luego las estatales. Pero el deseo de venganza que se alberga en cierta parte de la dirigencia sanchista y en sus bases no trae un futuro de calma, sino todo lo contrario. Se la juega el PSOE, aquí ya no será susto o muerte, sino todo o nada. Y las palabras de Pedro Sánchez volviendo a coquetear con Ciudadanos no son la mejor tarjeta para presentarse al 39° Congreso.