No es cuestión de traer a colación las palabras de José Luis Cuerda y el cartel de gilipollas todos los días, mas la clase política se empeña en que al final sea obligatorio antes de comenzar cualquier artículo. Ayer le tocó el turno a Alberto Núñez Feijoo y a José Luis Rodríguez Zapatero, dos clásicos de la estolidez política española que se viene sufriendo. Uno por sobrado y otro por buenista impostado pretendieron insuflar a la ciudadanía sus prejuicios, sus mentiras y sus memeces de casta política.
Ayusismo inilustrado de Feijoo
El ayusismo es ese comportamiento político donde se dice la primera estupidez que se le ocurra a uno y que sea lo que dios quiera. Siempre se cuenta con la ayuda, inestimable y financiada, de los medios de comunicación afines para hacer ver que la memez, la estolidez, la burrada hablando en plata, es totalmente rigurosa, racional y hasta veraz. Roma no paga traidores y el PP tampoco. ¡Prietas las filas! Si al ayusismo se suma ese intento de rajoyismo o galleguismo de no saber si se sube o se baja, o no saber ni lo que se dice, surge Feijoo haciendo el ridículo.
Ayer mismo el presidente del PP en el desayuno informativo de Europa Press ha dicho lo siguiente: «No hay una fórmula superior a la autonómica para garantizar al mismo tiempo diversidad e igualdad. España organizó su diversidad alejándose tanto del centralismo como de unos nacionalismos que nos llevan hacia la Edad Media o hacia un horizonte similar al de los Balcanes». Esto lo dice quien ha sido presidente de Galicia, como territorio histórico, y ha fomentado el sentimiento nacionalista durante su mandato, además de ciertas leyes que generan desigualdad entre los españoles. Está claro que lo de Edad Media no lo controla demasiado (no existían los nacionalismo en aquellos tiempos), ni la Ciencia Política (sí hay fórmulas, aunque no en la Constitución, mayores a la autonomía), pero que hable de balcanización ya es demasiado.
¿En qué mente cabe que las distintas regiones nacionalistas españolas se intenten separar por la fuerza? En una maliciosa o mononeuronal. Que el señor Feijoo elija cuál de ellas es la suya. Carecen de unidades militares, carecen de apoyo internacional (ni EEUU, ni Francia lo permitirían porque les perjudica) salvo los enemigos clásicos de España, carecen de algo que ofrecer y, mucho más importante, carecen de apoyo real de la ciudadanía para separarse violenta o pacíficamente. España tiene ejército suficiente para saldar cualquier independencia a las bravas. Se puede dudar de que tenga una clase política a la altura, eso sí.
Le preguntaban al bajista de The Who por su inmovilidad en el escenario mientras los otros tres miembros destruían guitarras, baterías, saltaban, etc. John Entwistle contestaba que si viesen a cuatro personas en el ala de un avión se fijarían en quien estaba quieto y no en los espamódicos. Aquí sucede lo mismo pero al revés, se da más importancia a los espasmódicos que están todo el día moviéndose, que a las personas normales. Por eso habla Feijoo de balcanización (se da por descontando que no se refiere a las guerras contra el Imperio Otomano, ni las posteriores entre la liga de guerra) porque se cree a los de los aspavientos. De los que hay muchos en su propio partido. Que ya hay que tener ganas de montar otra guerra en España. Pues no otra es la pretensión de Feijoo, dividir a la sociedad.
Zapatero el buenista inilustrado
Por donde acude Zapatero va dejando una estela de buenismo imposible de imitar. El tipo se ha creído su papel de buenista y no deja de hablar por todo el mundo de diálogo, de dar la razón a todo el mundo, del relativismo (excepto el suyo), de hacer cosas para que todo vaya a mejor. Los hechos es que no ha conseguido nada, jamás, con esa actitud. Miren cómo está Venezuela donde ha estado hurgando. Miren qué ha pasado con su Alianza de las Civilizaciones (a la que algunos acusan de haber sido un coladero de yihadistas en Europa). Miren que es un nesciente malvado, que es la peor clase de nesciente que puede haber. Por suerte Pablo Casado, otro de este tipo, desapareció.
La suerte de Zapatero es que no ha confrontado con alguien preparado, alguien ilustrado, alguien con conocimientos. Siempre juega a favor en las radios y televisiones. Ayer, en un terreno más o menos neutral, Onda Cero, Carlos Alsina le hizo balbucear (que es lo que hace cuando le han pillado y si no pregúntenle por la bajada de pantalones y reforma constitucional exprés para quitar a España la soberanía sobre sus cuentas) señalando la simple realidad. «No me haga fakes» fue lo máximo que supo contestar.
Zapatero, como mamporrero con título de expresidente de Pedro Sánchez, salió a defender que la Amnistía, no la autodeterminación (¿de momento?), era fundamental y constitucional. Una medida de gracia (las medidas de gracia se aplican sobre delitos juzgados, cabe recordar) que todas los estados democráticos utilizan. Sí, cierto. Después de pasar por caja, hay que añadir. Señaló, cuando le atacaba Alsina, que lo de la amnistía era más profundo que el hecho en sí. Cierto, es más profundo pero no porque mejore la situación en Cataluña. Situación que Sánchez y los nacionalistas cobardes del PSC han dicho que ya había mejorado. ¿No se lo creen? Declaraciones de Pedro Sánchez recogidas en la web del Gobierno de España: «Una de mis principales satisfacciones como presidente es ver cómo en Cataluña prima la convivencia y no la confrontación».
Si la convivencia es buena, que por ello se sacó del maco a los conmilitones de Carles Puigdemont con un indulto (medida de gracia) y la reforma de la malversación, ¿para qué sirve la amnistía? Zapatero ya introdujo una buena convivencia con la reforma del Estatuto de Autonomía, dijo que apoyaría cualquier cosa que saliese, y todo el mundo era feliz y se podía dedicar a contar nubes. Parece que siempre hay que mejorar una convivencia que ya es buena por la acción de los seres elegidos (ZP y Sánchez, obviamente). ¿A quién quiere engañar con esos modos buenistas? Al resto de españoles, como bien ha dicho Emiliano García-Page (que no es nazi, ni nada por el estilo, sino del PSOE). El buenismo de Zapatero es el que ha acabado trayendo a España la explotación de las mujeres con los vientres de alquiler, las cosas queer, lo irracional, el relativismo moral, el PSOE dividido en mil taifas. Un buenismo que no trae cosas buenas paradójicamente.
Y para rematar la faena, afirma, con razón dependiendo del contexto, que «estando en el Gobierno hay que cambiar de opinión muchas veces». Eso le pasó a Felipe González con la OTAN, por ejemplo. Hubo de cambiar de opinión en pos de un supuesto bien común. Lo de Sánchez no es una actuación como presidente del Gobierno (aunque lo sea en funciones) sino como secretario general del PSOE que busca la investidura propia. No quieran engañar con el lenguaje. Como bien ha dicho Alsina, la amnistía no es de un presidente en ejercicio sino de un tipo que pretende serlo. Cambia amnistía, sin importarle lo que conlleve en Cataluña, para ganar unos votos. Una mezquindad que Zapatero, como ha hecho con Maduro y el grupo de Puebla, por ejemplo, quiere vender como algo bueno en sí. Buenismo malvado que no se preocupa de las consecuencias. Buenismo impostado porque a Zapatero lo que le interesa es seguir figurando pues hay que facturar.
¡Que Dios nos pille confesados con esta clase política!