Cuando hace unos días se advertía en estas mismas páginas que la jugada de Pedro Sánchez con el ministro de Sanidad como candidato del PSC era de auténtica maestría, no se podía prever el escocimiento de las distintas partes nobles que iba a provocar. Había logrado tapar el enésimo intento de egolatría de su vicepresidente segundo pero es que además ha provocado una urticaria política sin precedentes. Sin precedentes no porque no se haya hecho con anterioridad, que el PP hizo lo mismo con Miguel Arias Cañete en unas europeas, sino por la extensión del escozor provocado, el cual ha llegado hasta sus propios socios de gobierno –algo que demuestra poca lealtad como se verá-.
Salvador Illa ha logrado que toda la campaña electoral de las enésimas elecciones catalanas en los últimos años gire en torno a su persona. Los independentistas están rabiando porque, nunca se sabe, podría disputarles cómodamente la presidencia de la Generalitat y dejarles sin el único sustento que tienen para toda esa red de paniaguados del secesionismo. Normal que chillen, berreen y digan improperios, son miles de personas que viven del cuento nacionalista que ven peligrar su puesto de trabajo… sin otro lugar donde ir pues la burguesía catalana que les apoya, como buena burguesía, controla y aporta, pero no contrata a tanto pazguato. Sudores fríos en los cuarteles de ERC y como quiera que se llamen los hijos y nietos del pujolismo en sus diversas configuraciones. Todos contra Illa como eslogan electoral, lo que acaba beneficiando al PSC, el cual estaba mustio, unido pero mustio.
Cabreo importante en el PP que no tiene a nadie medianamente capaz para presentar como cabeza de cartel y sabe que la aparición del ministro Illa puede arrebatarles ese sueño húmedo demoscópico que es el voto moderado. Ni fichando a Lorena Roldán, que está a un paso de lograr la cuadratura del círculo desde el totalitarismo independentista al españolista logran aportar otra cosa que el mismo odio que destilan en el resto de España. Pablo Casado se muestra incapaz de situar como candidato a alguien que muestre ser mejor que él –algo no muy difícil, todo sea dicho-, incluso cuando lo ha hecho como en Madrid le ha salido mal la jugada y ya hay personas intentando quitarle el sillón presidencial, como se dijo hace tiempo en estas páginas. En esa tesitura la candidatura de Illa es la peor noticia que podía recibir, no por la personalidad arrebatadora del ministro (que no la tiene) sino por el simbolismo de la designación. Que el partido de gobierno ponga a un ministro de candidato es una imagen de dotar de importancia suma a lo que acontece en Cataluña. Y una imagen así, con todo su simbolismo, es en sí arrebatadora. Pensaban hacer una campaña llamando a la emotividad de la confrontación y les colocan a un señor que arrastra un arquetipo de poder con él.
Lo mismo les pasa a Ciudadanos, que también han pedido la dimisión. Illa les puede quitar numerosos votos. Pero si en el caso del PP era para recuperar lo perdido –aunque ya se verá lo que le quita Vox (puestos a hacer el zangolotino, nadie mejor que los propios zangolotinos)-, en el caso de la formación naranja supone no mostrar de forma cruda el principio del fin. Quedarse en cuadro en Cataluña, lugar simbólico de fundación y lucha de Ciudadanos, sería el mayor golpe que podrían sufrir. De ganar las elecciones a la casi nada se proyectará sobre el resto de España. Por eso no les gusta que se nombre a Illa y de ahí que soliciten su dimisión inmediata. Un ministro haciendo campaña siempre posibilita algún indeciso de aquí y de allá. Y esos indecisos vienen de la franja naranja en su mayoría. Aunque no es en el único caladero que puede pescar, hay uno muy “común”.
La sorpresa, o no tanto, es la deslealtad de Podemos con sus socios de gobierno al pedir la dimisión del ministro como ha hecho ayer mismo Juantxo López de Uralde. Curiosamente utilizan a un ecologista, no muy podemizado en sí, para lanzar la andanada contra el PSOE-PSC para poder decir que, en realidad, no son las gentes de Podemos las que lo piden, sino ese verso suelto ecologista que incorporaron. Ya. Y piensan que en una coalición como Unidas Podemos donde no se mueve un folio sin el consentimiento de la oligarquía el bueno de Uralde va a ir por libre pidiendo dimisiones. Siempre pensando que los demás son tontos y ellos muy listos. A amado líder le viene muy mal que se presente Illa, no tanto por los votos que les puede quitar –no deben quedarles tampoco muchos-, sino por la subordinación completa de los Comuns al PSC y las decisiones que tomen respecto a un futuro gobierno. En Podemos ya se veían mandando en un tripartito junto a sus amigos de ERC y siendo importantes. Con el añadido de un frente republicano para ese sueño húmedo que tienen en Galapagar de conseguir una república de los pueblos de hispanos y arriquitaun. Y con Illa igual ya no es posible.
Todos los partidos escocidos con el nombramiento de Illa. Todos buscando como sea una crema para aplicarse en las partes pudendas que en estos momentos están irritadas. Todos contra Illa y el ministro tan contento de ese protagonismo que le están dando. Luego los votos pondrán a cada cual en su lugar –igual mucho llanto actual es porque las encuestas no les son favorables-, pero de momento la candidatura del ministro escuece, molesta, irrita… porque pensaban en otro escenario que ya no será posible tal y como lo habían soñado. “Todos contra Illa” significa que Illa es el principal candidato a presidir el gobierno catalán y eso, de entrada y siguiendo la tradición, son unos cuantos votos más. Los mismos que están escocidos le proporcionan el marco simbólico al candidato socialista como posible ganador. No lo han debido pensar. Como tampoco lo ha hecho la prensa cavernaria que está con el monotema. Aunque lo de pensar en ese sector tampoco es muy habitual. Son más de vomitar. Si Simeone reparte biberones, Illa reparte cremita.